EL LIDER EN EL ALPINISMO


 

En escalada de cordada todos los  participantes son líderes, sin importar el lugar que se ocupe en la cuerda. Aunque parezca que el primero de la cuerda sea el líder.

Solo hay un líder único  y es cuando se trata de  escala solitaria. Aquí el yo no tiene con quién compartir el mérito.


Sólo en escalada solitaria
 hay un líder.

(José Méndez en la
norte de la pared
Benito Ramírez,
Sierra de Pachuca Hgo)
Una cordada de dos se desplaza, en el ataque o en la retirada, con la confianza y la seguridad técnica que ambos se tienen.

En una  cordada de tres el de en medio coordina las maniobras del puntero y de la retaguardia.

En alpinismo expedicionario el líder es el grupo.

Tradicionalmente se ha creído que en expedición el líder es el que llega la cumbre, sirviéndose del trabajo de los demás. ¡Que es el mejor del grupo!

Aquí el ego suele jugar una mala broma con mucha frecuencia.

En alpinismo, tanto como en el futbol soquer, eso es una grave falla  en la formación de la personalidad del individuo.

El mérito es de todo el grupo expedicionario
no de uno.
En futbol se debe a un manejo que se hace del yo, de un yo sobrevalorado, con miras comerciales cuyo fin es la venta de boletos para el siguiente partido.

En alpinismo expedicionario el, o los, que llegan a la cumbre es por el esfuerzo de todos los componentes de la expedición.

Dos o tres nombres  se conservan en la memoria del público, de los astronautas que llegan a la Luna o a otro lugar fuera de la Tierra.

Nadie sabe del enorme equipo científico  de tierra que hizo posible todo eso. Menos del equipo técnico y mucho menos del equipo de auxilio en las labores de cargar materiales, de barrer, etc.

En alpinismo los que alcanzaron la cumbre sólo hicieron su parte del trabajo de ascensión. Sólo. Es decir, solamente.

Paso a paso el grupo va acercando
pertrechos a fin de poder lanzar el ataque
final a la cumbre.
 
Esto, como una vez escribieron  Schopenhauer y Kierkegaard, hablando de filosofía, lo comprenderán nuestros nietos. Y, sino, tal vez se remita hasta nuestros bisnietos.

Por ahora una deficiencia de carácter sigue creyendo que el líder en expedición  es el yo individual que llegó a la cumbre.

 

 
 
El grupo instala los campamentos de altura
cuidando que el, o los, designados para
el asalto final, suban sin carga alguna,
como se ve en la foto.

Flanco NE del Aconcagua
Foto de Armando Altamira G.
 

 
 
 
 







 
 
En cordada de tres el de enmedio
controla las maniobras de los otros
y, a su turno, los otros dos cuidan su ascenso.
 
Del libro Técnica Alpina de Manuel Sánchez
y Armando Altamira. 
 
 


 
Desde el Campamento
Base el grupo trabaja
para


Ninguno de estos dos es más importante que el otro
Libro Técnica Alpina



































 
empezar la instalación de los campamentos superiores
 
 




 










 
 

KIERKEGAARD Y SU ALTER EGO


 

Era "escritor estético" y también "escritor religioso".

Publicaba con su nombre y también con seudónimo.

Más o menos como quien juega futbolito él solo. Cambiándose alternativamente del lado de la mesa. Era la manera de decir que el humano es uno, con todas sus potencialidades, pero que no se le puede partir en dos mitades irreconciliables.

A este ejercicio Kierkegaard le llama reduplicación: "Contraatacarse a uno mismo al mismo tiempo, cosa a la que llamo reduplicación."

Hablar de la obra de Kierkegaard es hablar, inevitablemente, de religión, propiamente de cristianismo.  “Yo soy un escritor religioso”, dice en Mi punto de vista.

Pero también se declara un escritor estético, si bien, un paso atrás de aquel. Quiere decir que la meta es el cristianismo, que hay que prepararse para el cielo, y ser en la tierra como un trampolín.

Era protestante  y tuvo grandes conflictos con su  Iglesia luterana de Dinamarca. Le señalaba que se había olvidado de los pobres y estaba cerca del poder.

Kierkegaard, al igual que Schopenhauer, heredó una fortuna de su padre que le permitió dedicar su vida a pensar, escribir y publicar, sin compromiso con nada ni con nadie. Por lo mismo no supo ponerse en los zapatos de los que están en el mundo, llámese políticos o iglesias.

Pero no  se crea que Kierkegaard estaba mal del hígado y eso lo hacía tirar piedras contra todos. Era un pensador, y de altos vuelos, que buscaba la elevación, no la destrucción.

Dibujo tomado de
El País
24 marzo 2018
Eso no impidió que los “francotiradores” (ángeles de la pureza) que nunca faltan, lo llenaron de calificativos nada reproducibles.

Su obra es un dialogar consigo mismo. Cosas del siglo y cosas de Dios Al estilo de Leibniz, alguien que con afán busca la unidad, la integridad, del humano, bajo el cristianismo, no la destaza.

Veía con recelo a  los cristianos que tratan de convencer a otros cristianos que se hagan cristianos...

 Busca la manera que eso sea posible de la manera más razonable, para sí mismo. No emplea los imperativos categóricos: “¡No hagas esto!”, “¡Pórtate de esta manera!”

Declara: “Toda mi obra, desde principio a fin, es dialéctica”. En cierto modo práctica, con él, la filosofía positiva y al mismo tiempo la filosofía negativa para definir su personalidad: “Me gusta esto”. Y también define su personalidad diciendo: “no me gusta aquello”.

Al individuo lo veía como una aproximación a la congruencia y a la multitud como una mentira, literalmente.

Kierkegaard es un escritor de principios del siglo diecinueve pero tiene el mérito, muy escaso, aun en el siglo veintiuno, de ser abierto a los dos temas que ocupa a la humanidad desde el principio, que no son otros que la tierra y el cielo.

Hay la  situación cotidiana de que, en cuanto a ideas, un escritor piensa material y otro espiritual, o viceversa, Kierkegaard dice que eso no existe, que sólo es cuestión de tiempo.

Que no confiese por pudor o por compromiso comercial, de trabajo o de pertenencia a secta literaria, es otra cosa.

Dice que de joven se es “escritor estético” y de viejo “escritor religioso”.

 Como cuando se es joven y se quiere incendiar la pradera y ya viejo se opta por la profesión de bombero. Allá el tiempo de  los seudónimos, y el alter ego, después el nombre real.

Un sindicato, autentico de lucha, levantará hasta las piedras, para conseguir su contrato colectivo, y la posteridad lo verá conservándolo.

No siempre el termino "conservador" tiene una connotación afrentosa o peyorativa: Se conservan las pinturas de Miguel Ángel. El modo de ser de los huicholes (Nayarit y Jalisco, México) es una filosofía perenne contra la sociedad del entretenimiento del liberalismo moderno, etc.

Algunos escritores no tiene tiempo y quedan estereotipados de un modo. Kierkegaard murió a los 42 años de edad, pero él sí tuvo tiempo para llegar a considerar la segunda atapa, es decir, escritor religioso. Le llama “ilusión” a eso de estar en una etapa.

En algunos escritores, por no decir, en muchos, se puede seguir esta metamorfosis. A tal transición se le llama, cómodamente, “escritos de juventud” o “publicación temprana”.

Se dice de Platón que ya de viejo empezó a pensar diferente (pero él de las ideas hacia la cosa) de cómo había estado toda su vida. San Agustín, Leibniz, y  Schopenhauer, busca poner distancia de por medio de sus “escritos de juventud” rectificando, endureciendo o suavizando, anteriores modos de entender las cosas.

Para Kierkegaard todo desemboca al final en lo religioso:

 “Qué remedio hay para eso? -se pregunta y continúa-.El único remedio es aquello que ayudará a disparar esa ilusión. De forma que si  un autor religioso desea enfrentarse con esta ilusión, tiene que ser, al mismo tiempo, un escritor estético y religioso; pero, sobre todo, no debe olvidar una cosa, la intención de toda su empresa,  que debe decisivamente salir adelante, es lo religioso.”

kierkegaard
 

“Søren Aabye Kierkegaard; fue un prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX. Se le considera el padre del existencialismo, por hacer filosofía de la condición de la existencia humana, por centrar su filosofía en el individuo y la subjetividad, en la libertad y la responsabilidad, en la desesperación y la angustia, temas que retomarían Ma rtin Heidegger…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VIRTUD


 

No cuido la cantidad de sodio que ingiero en los alimentos y el resultado es la cifra sistólica más allá de lo normal, y lo mismo con la diastólica. En otras palabras: hipertensión.

Si los mexicanos estamos en el segundo lugar de hipertensos, en el planeta, sabemos de lo que estamos hablando.

No cuido porque ignoro cuales son las cifras normales de la presión arterial. Ignoro también qué cantidad de sal le estoy metiendo a mi cuerpo en las comidas habituales, en las papitas, en los churrumais y en una serie de comida chatarra  que devoro entre comidas.

En resumen, pura ignorancia de mi parte.

Y es lo que Sócrates decía: la ignorancia es error y el conocimiento virtud,  según la materia de que se trate.

Si conociera cabalmente dónde estriba el error y viviera sin perder de vista la salud corporal y mental, obraría en consecuencia: menos sal común.

"Ignorancia culpable cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien", escribió alguien, del que no conservamos  el nombre.

Tal vez sea esta la manera de acercarnos, sin reticencias, al tema de la virtud, que en los tiempos del liberalismo moderno, el twitters y el tener, parece que a muy pocos les importa.

Más parece ahora un trasto viejo del tiempo de los abuelitos, del telégrafo, las cartas por correo y las fotografías con cámaras de rollos de película.

Nada más que en el tiempo de los abuelitos los niños podían jugar en la calle, la gente caminaba confiada por ciudad, o en despoblado, ya fuera entrada la noche y los alpinistas iban libremente por sus montañas.

Tomado de
 El País
11/oct/2014
Esto de que la virtud es conocimiento puede llevar a confusión. En Paideia, Werner Jaeger habla de virtudes éticas y virtudes intelectuales.

En la actualidad a la palabra “saber” se le asocia con la ciencia, el episteme, de los griegos.

En cambio virtud, areté, ya en los tiempos de Platón tenía una connotación moral, espiritual.

Aclaraciones necesarias para no enredar la madeja: ahora en los tiempos que la ciencia anda  por un lado y la teología por el otro.

En Introducción a la filosofía, Ramón Xirau apunta que la virtud “Indicó primero la fuerza y, generalmente, el valor. En moral el hábito de los actos dirigidos al bien.”

Porque en el fondo, ciencia y religión tiran hacia el mismo fin, que es el bien de la humanidad.

En síntesis, si conociéramos el bien, evitaríamos el vicio, por esa fuerza intrínseca que tiene el bien.

Enseñanza familiar y enseñanza escolarizada quiere decir que tenemos una papa caliente en las manos, en la figura de los niños, para su educación.

La Iglesia apunta: “Un educación  prudente enseña la práctica de las virtudes”.

Y para los laicos la filosofía tiene un imperativo, no categórico (una orden) pero sí imperativo hipotético (una advertencia o sugerencia) que en el fondo vienen a ser lo mismo:

Para ellos Jean Wahl, en Introducción a la Filosofía, dice:

“Según Sócrates, es la virtud conocimiento. Esto quiere decir  que el vicio es ignorancia; que si se pudiera ver claramente lo que se debe hacer, se haría necesariamente, pues tal es la fuerza de la idea del bien, que no podemos conocer éste sin obrar de acuerdo con él.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA LIBERTAD, SEGÚN BERGSON


 

“La libertad se intuye, más no se define” H.B.

 

Decidimos hacer una cosa, o emprender una acción, porque tenemos la libertad de decidir. Porque somos libres.

En ocasiones acertamos y en otras nos equivocamos. Se nota más (somos  conscientes) nuestra libertad de decidir cuándo erramos, que al acertar.

No nos gusta, pero la imperfección es la prueba de que somos libres, cuando estuvo de por medio el decidir.

Vamos por esta ruta de ascensión, en la montaña, en lugar de aquella, es decir, estamos decidiendo.

 
                                            ¡Estoy decidido!
 
Lo que más se acerca a la perfección es un robot, digamos, el mecanismo fino de un reloj. El reloj no tiene poder de decisión. Fue hecho para no equivocarse, en tanto le demos cuerda, o la pila dure.

Con el humano, dice Wahl,” prefirió Dios darnos la libertad con sus malas consecuencias posibles antes de hacernos perfectos pero sin libertad.”

Jean Wahl, Introducción a la filosofía.

O, si se prefiere, en la carrera decidir brincar para el otro lado del río,  en lugar de  trepar a un árbol, antes que nos alcance el león, esto para los que prefieren la Evolución, en lugar de la Creación. Los que dicen Célula Primordial, en lugar de Dios.

Quien haya sido, el caso es que estamos dotados de la facultad de decidir.

Decir: Me inclino por la Evolución o, prefiero la Creación.

Bergson se inclina por contemplar el tema de la libertad en  la acción y no en el anquilosado:

“En el momento que precede al acto hay una deliberación. Mi conciencia oscila entre dos alternativas. Luego pude haberme decidido por la otra. Si no lo hice es, pues, que soy libre.

Henry Bergson, Introducción a la metafísica.

Si bien, me decido por la poltronería y me echo en el sillón a comer palomitas, mientras veo la televisión, también estoy haciendo uso de mi libertad
 

Sigue la pregunta si la decisión tomada ya estaba determinada y sólo fue una ilusión mi cantada decisión.

¿En base en qué tome la decisión de ir por esta ruta y no por la otra?

¿Apliqué conceptos lógicos, de conocimiento, o lo hice por intuición, que se define por conocimiento antes del conocimiento? (instinto + inteligencia)

Bergson dice que aquí se comete una grave confusión entre conocer por conceptos e intuir directamente:

“En realidad los actos humanos no son imprevisibles, porque su determinación es interna, totalmente distinta de la determinación física en el espacio; en una palabra, porque son libres.”

Con la noticia que esta parte libre, nuestra, es la que menos nos pertenece ya que vivimos en sociedad y esta nos empuja.

 A semejanza de las varias circunstancias que encontramos en nuestra ascensión y no siempre nos salemos con la nuestra: el alud, la tormenta de nieve, el desprendimiento de esta parte de la montaña. O lo invisible como es la altitud y pesa más que la pesada mochila que cuelga de nuestros hombros, la falta de agua...

Todo eso es previsible pero para medirla, en toda su exigencia, hay que conocerla. Por eso en alpinismo son las salidas, o expediciones, de reconocimiento.

Por lo pronto hay algo que atajó mi libertad. Pero ese mismo impedimento me da la medida de mi capacidad para prepararme y hacer valer mi libertad.

La frase que decimos, aunque no tengamos plena conciencia de ello, es: “Estoy decidido”.

 Bergson escribe: “En lo más hondo de la personalidad somos nosotros lo que realmente somos, y de ese fondo es de donde surgen de vez en cuando, rara vez, porque la vida no los tolera fácilmente, los actos plenamente libres. Algunos, empero, consiguen salir, y entonces puede en verdad decirse que algo totalmente nuevo ha sucedido en el universo.”

Bergson
Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859 – Auteuil, 4 de enero de 1941) fue un filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. régimen de Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas.1 También recibió una notable influencia de Ralph Waldo Emerson.

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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