E.C.FROST, AMÉRICA Y SUS AMERICANOS


 

En América hay varias américas, o modos de llamar a sus habitantes. Según quien lo diga. El criterio que se sigue es político, no cultural. Sectario, no ecuménico.

¿Indios, mestizos, españoles, franceses, “americanos”?.¿Indoamérica, Hispanoamérica, Latinoamérica? El trabajo de Frost analiza todo eso.

La política domina el discurso oral y escrito, en el mitin callejero, en la mesa de los intelectuales, en la novela, en el ensayo, en la pintura muralista, en la historia de academia, en el chisme del mercado, en la cantina, en los toros, en el futbol. Se es conservador o se es liberal.

¡Abstracciones de la historia que no lo dicen todo!

Igual que los españoles hacen cuando escriben de su conflicto de 1936.El  franquismo o el  montsenysmo. Y cien modos de hipostasiarse unos y otros.  ¿Eso se merece una historia extraordinaria que costó miles de vidas valiosas y valientes de ambos lados? ¡Alguien no está diciendo la realidad completa!

En la novela romántica (When Calls the hart), Llamada del corazón, de Janette Oke, se tratan temas por Elizabeth, una maestra de escuela, de una remota aldea minera, que  se preocupa en instruir a sus  alumnos e infundirles  que mediante  la cultura dejarán de ser obreros sin futuro.

 No se dedica a enconar los ánimos de sus niños hablándoles de los  yanquis o de los  confederados. Tampoco Margaret Mitchell lo hizo en su inmortal novela.

Para escapar de la rueda del pozo, en México, hay que acudir  a los extranjeros que escriben  sobre México. Madame Calderón de la Barca, por ejemplo, para los años inmediatos de la independencia. Sus “cartas” escritas apresuradamente, literalmente entre los balazos  que conservadores y liberales se tiraban, dicen más que veinte sesudas “historias”.

W. Prescott para la conquista de México, y su apología de setecientas páginas que hace a Hernán Cortés, dice de la grandeza de los aztecas, y de Cuauhtémoc, en particular, como  difícilmente se puede encontrar en otras historias.

Y Graham Greene en su novela profundiza más de la prohibición religiosa en México, de 1936, que trabajos de conservadores y liberales dicen desde sus sectarios enfoques.

Es legítimo ser como se es y no ser lo que no se es. En otras palabras es legítimo diferir de los demás y respetar que los otros sean como son. Ya idealista ya materialista. ¡Todos caben en este planeta!

El mundo se descompone cuando quiero que los otros nieguen su ser y sea como yo soy. O que el otro quiera que yo vea al mundo como él lo ve.

En su obra Introducción a la filosofía, Jean Wahl se refiere así a esta  dicotomía cuando habla de la teoría de Platón del No-Ser: “En el Sofista muestra que es necesario decir que en cierto sentido el No-Ser es, porque cada cosa es lo que es y no es lo que no es, de forma que la definición misma de una cosa  implica la negación de todas las características de lo que  carece.” Cap. XIV.

Todavía en este siglo veintiuno  hay países que, desde sus programas de educación pública, azuzan a un sector contra otro. El otro sector se defiende y ya  está la inestabilidad social en pleno.

En Llamada del corazón la maestra habla a sus alumnos de Tomás Alva Édison, del cometa Halley, de la gravedad  atmosférica, del verbo, del sustantivo, de la composición en  el escritura, el cómo leer aun para los niños de especial aprendizaje.

 Y cuando  dos niños camorristas se van al callejón a pelear, la maestra los conmina a que hagan las paces. No toma partido sembrando rencores en uno contra el otro.

¡Se pierde tiempo caminando para atrás en la historia. Estancarse es retroceder porque los otros no se de tienen, siguen avanzando!  ¡En la  cultura y en la ciencia hay al menos tres  universos: conocer, aprehender y descubrir.

Sin pasar por alto los esfuerzos ecuménicos de algunos (sólo algunos) intelectuales mexicanos, al estilo de Francisco Javier Clavijero, cuando escribe, lejos del pensamiento sectario, de la historia antigua de México, incluida la conquista por los españoles.

La tónica es de vacuidad  en nuestras letras, por más premios  bajo los reflectores.

Frost se refiere a esta superficialidad cuando se pregunta por qué a raíz del conflicto religioso, de la primera mitad del siglo veinte en México, no hay un estudio de ese conflicto más allá del grito de “¡Viva Cristo rey!”:

“Se trata más bien de un rasgo que se ha venido repitiendo a lo largo de la historia de México: puestos a escoger  entre pensar y escribir o actuar, los mexicanos se decidirán siempre por lo último. En el terreno religioso  especialmente, no sé de ningún mexicano que haya escrito un gran libro en la materia: hemos de aceptar que nunca hemos tenido teólogos ni místicos y ni siquiera al presentarse la persecución se escribió un libro verdaderamente reflexionado sobre la auténtica  condición del catolicismo mexicano.”

Abundan, desde luego, las obras que justifican al clero y otras que  justifican el anticlerismo. Otra vez el nihilismo que hace pensar en un eclecticismo disolvente, más que amalgador de la sociedad entera.

Frost  señala y analiza cada una de las categorías en particular: Indoamericana, Hispanoamericana, Latinoamericana. Y otras que llama categorías de imitación, como la criolla, la  sucursal, la heredada, la heterónoma…

Elsa Cecilia Frost, Las categorías de la cultura mexicana, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1990.

Frost
Elsa Cecilia Frost fue una académica y traductora mexicana. Obtuvo el doctorado en Filosofía y Letras por la UNAM. Elsa Cecilia Frost dedicó su vida a la traducción de textos filosóficos, religiosos e históricos. Dominó los idiomas español, alemán, inglés, francés, italiano, catalán, y latín.

 

 

 

 

 

LA OTRA HISTORIA DE LOS GRUPOS WASHINGTONIANOS, BORRACHOS EMPEDERNIDOS.

Ebby fue el individuo, considerado parte de Los washingtonianos, movimiento en Estados Unidos de bebedores empedernidos, que dejó de emborracharse “de pronto”.

El ejemplo creció de manera inusitada, e increíble, pero cierta, en número de hasta medio millón que, “de pronto”, se volvieron abstemios. Lo políticos los aprovecharon para sus campañas, los ex bebedores entraron de nuevo en la dinámica de   competencia, poder, dinero  y tener, más de las  necesidades naturales y, regresaron a la  cantina.

La historia  registra sólo uno,  de los washingtonianos, que  se mantuvo sobrio y estoico y se llamó Ebby. 

 Ebby se acordó que tenía un amigo, también alcohólico, y decidió comunicarle su experiencia de cómo había dejado de beber.

Ebby viajó desde una ciudad a otra,  en Estados Unidos, para ver a Bill W, que así se llamaba su amigo. Le telefoneó desde la terminal para preguntarle si podían platicar un rato.

Molesto Bill por considerar que ese rato, que la pasara platicando con su amigo Ebby, dejaría de beber. No podía imaginar la vida sin dejar media hora sin  ingerir siquiera un trago. Había sido corredor de bolsa, con buena posición  económica, pero ahora había descendido tanto, en su manera de emborracharse, que se quedaba tirado inconsciente, de  briago, en la banqueta de la calle a cincuenta  metros de su casa.

Bill gustaba decir que él había sido educado en una universidad que enseñan al hombre a ser Dios.

Era, como Malcon Lowry, de los que no podían imaginar la belleza de la vida sino se ingería un vaso de aguardiente a las primeras horas de la mañana. Para tal cosa era necesario estar alerta antes que abrieran la cantina.

O, si tenía dinero, se "apertrechaba" con una buena botella para poder pasar la noche. Como hacen los fumadores que se previene con un a o dos cajetillas de cigarros para librarla hasta que amanezca.

Malcom Lowry
Aceptó  platicar con Ebby y, no obstante la amistad que tenían, se consoló al  encontrar un argumento para evitar que la plática se prolongara: le diría de entrada que tenía un compromiso y no disponía de más tiempo. ¡Media hora, tal vez!

Ebby al primer vistazo comprendió que su amigo Bill estaba metido hasta el cuello en el alcoholismo. Calibró toda la situación porque él había pasado por lo mismo.

No abrigó mucha esperanza en su capacidad de convencerlo, que se alejara de la bebida,  porque sabía que todos los argumentos narcisistas   de un alcohólico, superan con mucho los argumentos filosóficos que la academia puede exhibir.

 Sabía  absolutamente  que la  posible solución favorable estaba fuera del  planeta de la causalidad pero él, como humano, lo único que podía hacer era platicarle su experiencia. ¡Y no más! ¡Arrojar los dados! El resultado estaba fuera de su control.

Sabía también que era necesario no entrar en la tónica de pontificar el asunto porque un alcohólico al primero que hace responsable de todas sus desgracias es a Dios. Catolicismo, protestantismo, budismo, todo eso es basura, propia de  individuos que se asustan como  conejos al menor soplo de viento.

Pero también sabía Ebby que no hay dictador más implacable  en esta planeta que una botella de licor. ¡Narcisismo puro liquido encerrado en una botella de vidrio! De eso se alimentaba Ebby en tiempos de sus borracheras sin fondo.¡Superior a todo pero esclavo de una botella!

Se limitó pues a pasarle su experiencia vivida con los washingtonianos, el éxito increíble pero efímero de ellos y su vuelta a la cantina. Eso fue todo. Ebby se despidió al final de la charla, al caer la oscuridad, regresó a la terminal y a su ciudad.

Hasta entonces, contaría después Bill W, me di cuenta que habían pasado varias horas. ¡No podía creerlo! ¿Cómo es que no se había acordado de  su imperiosa necesidad de, cuando más, media hora de un trago?

Trataba de digerir la situación pero, de todas maneras, la botella seguía tan cerca que bastaba sólo estirar la mano y listo. Cuando la alargaba otro pensamiento lo detuvo: Ebby había viajado desde su ciudad sólo para platicarle su experiencia, sin ningún interés más que el de la amistad. ¿Qué pasaba? Todo eso no iba con el narcisismo del alcohólico.

Una cosa más, durante la charla Ebby le había servido varias tazas de café. En otros tiempos el  Ebby que él conocía jamás le hubiera servido una taza de café a nadie. Su yo de ganador no iba con esas prácticas  sociales decadentes, serviles.

Hasta mucho tiempo después descubrió el secreto de Ebby. Cada taza de café que le servía a Bill, disminuía el narcisismo del propio Ebby, no el de Bill... ¡Así funcionaba y no había otra manera!

 Y como era un individuo con suficientes vitaminas culturales (yo había sido educado en una universidad que enseñan al hombre a ser dios), pronto encontró el por qué. ¡Cuando dos alcohólicos platican de sus experiencias comunes, del alcoholismo, pero sin beber, dejan de beber!

Era tan simple, o tan accesible la solución, que, a su  vez,  quiso hacer la prueba. Luego de unos días ¡cosa inusitada, seguía sin beber! Pero también veía los guiños que la botella le hacía desde su buró. Bastaría un trago  y todo volvería a hundirse en la niebla alcohólica de antes.

Como lo fumadores que luego de una lucha titánica, de años, dejan de fumar y, ya confiados en su fuerza de voluntad, se fuman un cigarrillo, como para retar al destino y, jamás dejan ya de fumar.

Repitió la experiencia de Ebby. Llamó a un  súperborracho, como él, amigo suyo, y le preguntó si podían platicar un rato de alcoholismo y todo eso. Este superalcohólico  era médico y se llamaba Bob.

El doctor Bob aceptó platicar pero, sólo un rato porque, dijo, ya tenía un compromiso… ¡Brevemente, tal vez unos quince minutos! Cinco horas después seguían platicando sin beber ambos un solo trago. ¿Volvió a funcionar!

Así nació el movimiento de AA que ha salvado la vida a millones de enfermos de narcisismo.

Bill W jamás volvió a ver a Ebby pero sí supo de él. Ebby había vuelto a beber y se puede decir que fue el último de los washingtonianos.

Como el atleta  de la carrera de relevos que está a  punto de sufrir un ataque mortal, por el esfuerzo, y alcanza a pasarle la estafeta a su relevo.

Así fue con Ebby. El postrer legado  de  aquel movimiento, efímero, pero altamente trascendental, que se conoce  como Los washingtonianos.

Del libro AA llega a la mayoría de edad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PLOTINO CREE EN LOS DIOSES


 

Plotino era pagano, no cristiano. Era filósofo, no era religioso. Sólo que vivió en un tiempo (205-270 d.C.) en que religión y filosofía, o teología y filosofía,  estaban aún revueltos.

Pero no era diferente lo que Plotino decía, de sus dioses paganos, de lo que después dirán los padres de la Iglesia del cristianismo.

Plotino procede de la multiplicidad de dioses de la Helade y su versión romana. Los dioses son de la esfera inmaterial, decía, y  ayudan al humano a tener un principio de orden en su vida particular  y en la sociedad a la que pertenece.

El plural ahora es inadmisible para las religiones con intenciones universales, pero no así para las religiones étnicas.

De hecho en el mundo nada más  hay religiones étnicas. Sólo que algunas, como el cristianismo, han crecido tanto en adeptos que se consideran universales.

  En rigor no son universales,  por numerosas  o porque estén en todos los rincones del planeta, sino por sus ideas esenciales. Si el mayor peso de sus postulados es espiritual, o si es material...

No hay dioses paganos, sólo representaciones paganas de un mismo dios. En los primeros es la voluntad absolutamente libre  de las etnias. En historia tenemos la versión del vencedor, y el nuevo ritual religioso es parte de esa versión impuesta. Pero esta ya no es genuina del pueblo conquistado. El resultado es que se practicará mediocremente.

El principio que siguen los dioses paganos  es el Bien o, como Plotino gusta llamarlo, Inteligible o Inteligencia o Alma universal. Es una manera de llamar a la realidad metafísica que es el amor fraterno, positivo entre los individuos.

La  definición que Platón hace del Bien, como se le llame, es que busca siempre el bien para los humanos. En eso Platón  coincide con el cristianismo. Una línea recta que, por lo mismo, no conoce desviaciones ni locas interpretaciones.

Cada grupo tiene el derecho de llamar a ese  Bien a su manera. Los barbaros aztecas tenía una apertura increíble en este sentido. Todos los dioses, o modos de decirles,  interpretarlos y representarlos, que tenían las provincias que conquistaban por las armas, eran bienvenidos y habían edificado un templo, en México-Tenochtitlán, para los “dioses extranjeros”. Este ecumenismo  jamás pudieron entenderlo los frailes que llegaron a México en el siglo dieciséis.

No hay que reprochárselos porque el espíritu de los humanos no está calibrado para reconocer el derecho de los otros, sólo abre sus puertas cuando los otros se ajustan a su modo.  Así es en política, en religión y en filosofía.

Los huicholes se refieren a ese Bien metafísico y lo representan con el avatar de dios- venado, y este dios- venado no es para nadie más que para los huicholes. En  Génesis 17-7 Jehová es un dios para los judíos, y nada más que para los judíos. I´toi es para los hohokam y solo para los hohokam. Pachamama para los incas…

Son maneras muy particulares de remitirse al Bien  o Inteligible universal. Cada  quien, como Dice Ortega y Gasset, según su circunstancia, su tiempo, su cultura, su idioma y su modo de ver la vida.



Dibujo tomado de El País
30 de septiembre de 2017
El Bien es metafísico, más allá del espacio y del tiempo de los humanos. De ahí que el Señor del universo no necesite aviones, camellos, ferrocarriles, ni esperar que   la navegación de remos sea superado por el motor a base de vapor, para hacerse presente en pueblos lejanos de mares y continentes.

Cuesta trabajo pensar que la divinidad se manifestó por igual a todos los pueblos, antes o después. San Agustín, uno de los padres de la Iglesia, de la cepa intelectual de los padres de la Iglesia, no llegó al cristianismo, según se cree, por Mónica su madre, ya convertida al cristianismo, fue por el platonismo y el neoplatonismo.

Después de apartarse de los maniqueos, con los que estuvo nueve años, conoció el platonismo. Cuando Mónica le hablaba del cristianismo Agustín escuchaba argumentos que ya conocía de Platón. Se dirige en estos términos nada menos que a Dios, ahora ya el Dios  bajo el  cristianismo, de modo que no hay duda de su sinceridad:

“Púseme a leer y descubrí que todo lo que había leído de verdadero allá en los platónicos, se decía acá, más con la recomendación de tu gracia.”

Ese “se decía acá ” se refiere también a San Ambrosio. Francisco montes de Oca, en su Introducción a Confesiones, en la edición de Porrúa, México, 1998, anota:

“Comprobada la existencia de elementos plotinianos en sermones de Ambrosio no es difícil demostrar  que Agustín pudo oír esos sermones. Lo importante era descubrir que en la predicación del obispo milanés iban íntimamente unidos neoplatonismo y cristianismo…Agustín ha adoptado el platonismo antes de dar su adhesión al cristianismo, y sólo se  ha afiliado al segundo porque lo ha juzgado, tras ponderado examen, conforme al primero.”

Es probable que Agustín pensara en la trinidad helénica de Júpiter, "Hacedor del mundo y de los hombres", de su padre Saturno y de Eneas, hijo de la diosa Venus, y del mortal Anquises y, por tanto, un Eneas mortal-dios.

Agustín piensa con frecuencia en los tres tiempos de los humanos, que él llama el pasado del presente, el presente del presente y el futuro del presente, pero, dice,   para Dios son “hoy”. La eternidad y, por lo tanto, Dios estuvo desde el principio de la Creación en todo y en todos:

“Cuantos días nuestros y de nuestros padres han discurrido por ese “hoy” tuyo, y de él han recibido su medida y de alguna manera han existido.”

Confesiones, libro primero,  capítulo VI.

Una vez decidido por el cristianismo, San Agustín no pudo escapar a esta lógica celosa de todo converso. Empero, era, al estilo de Emerson, de una mentalidad tan abierta que en cierta ocasión dijo, en el libro tercero, hablando de los preceptos  divinos. “Sin variarlos un punto…a cada época reserva los preceptos apropiados.”

El  ecumenismo es un pacto de no agresión, pero no encierra la idea que todas las religiones se fundan  en una, Cada quien su parcela, su casa, según dijo Jesús. Conociendo la historia de la humanidad, lo que se quiere es vivir en paz.

Todas las religiones crecen en adeptos, por más que  las plumas mercenarias digan lo contrario.

Es un hecho conocido que la humanidad se duplica de tiempo en tiempo (y cada vez el tiempo es más corto).Crece esa población, crecen sus  adeptos.

Los guías religiosos no se dan abasto para educar, religiosamente, a los de su propia etnia. Son rebasados por el aumento constante de su población. De ahí que, de la numerosa feligresía, de una religión, sólo una minoría tenga un  conocimiento amplio y practique sus principios.

La mayoría, en cambio, no pasa más allá del ritual. Con el deplorable resultado, para la sociedad, que la probidad y la lógica se ausenten de las calles de la ciudad. Los medios dan amplia información, todos los días, de esa inseguridad.

Estudiar a Platón y a Plotino es confiar, o identificarse, en la filosofía pagana de la Helade. Agustín sabía, por su aguda inteligencia, su experiencia con los maniqueos y por su intuición para las cuestiones del espíritu, que con Plotino estaba en la metafísica de valor esencial. Y, por lo tanto, un pensador vigente   a través de los siglos.

Jasper dice que Plotino es “el más grande  de los filósofos místicos de Occidente”,      que “utiliza la tradición entera de la filosofía antigua como medio para formular una maravillosa metafísica que, de un temple original, marcha desde entonces a través de los tiempos como la verdadera metafísica.”

Karl Jasper, La filosofía.

Por su parte Plotino, considerado el último de los filósofos paganos de la antigüedad, y que pensaba en el Bien universal con el nombre de Júpiter, pero ya dentro del tercer siglo del cristianismo, escribió:

“Los seres que llamamos dioses merecen ser considerados como tales, porque jamás se separan de los inteligibles, y están suspendidos del Alma universal considerada en su principio, en el mismo momento en el que surge de la Inteligencia. Así estos seres son dioses en virtud del principio al que deben su existencia.”

 
Plotino
“Plotino nació en el 204 ó el 205 en la ciudad egipcia de Licópolis, hoy Assiut. En el 232entró en el círculo de Amonio Saccas (o Sakkas) en Alejandría, de quien también fueron discípulos Orígenes (no el cristiano)[cita requerida], Longino y Erenio. Se embarcó en 244 en la expedición del emperador Gordiano III contra los persas con el propósito de conocer la filosofía de los pueblos orientales. Fracasada la expedición y asesinado el emperador, logró dificultosamente refugiarse en Antioquía. Abrió en Roma una escuela de Filosofía (246) y llevó una vida severa: era vegetariano, no se casó ni se dejó retratar "para no dar lugar a una sombra de otra sombra". Se le atribuyeron dotes místicas de visionario y se dice de él que recogía niños huérfanos y les daba educación. Su discípulo Porfirio, autor de su biografía Vida de Plotino y de la sistematización y publicación de su obra central Enéadas, refiere que en los seis años que estuvo con él tuvo hasta 4 uniones místicas”WIKIPEDIA.

KIERKEGAARD BUSCA A DE DIOS


 

Son  los grandes negadores de la existencia de Dios los que más creen en él. Asegurar a la nada es creer en su antinomia, el todo.

Al estilo de los católicos ortodoxos que creen en los milagros por lo que “también creen en un curso regular de la naturaleza.”

En otras palabras, no tiene sentido negar algo que se cree que no existe.

 Levanto los hombros y sigo adelante sin acordarme más del asunto. Pero escribir diez mil cuartillas tratando de demostrar que no es cierto, se parece a las veinte hipérboles que san Agustín tuvo que recorrer, entre neoplatónicos y maniqueos,  antes de aceptar...

Los hombres de fe tienen otra especie de incredulidad, si es que puede hablarse así. Creen pero buscan pruebas y esta duda es otra especie de incredulidad.

El mismo San Agustín dijo que no hay fe más duradera que la fe que duda.

De hecho es el leit motiv de todas las filosofías que se han escrito desde los Presocráticos, al menos para la cultura occidental: Es! ¡No es! Y si es, ¿cómo es?

Ardua labor porque se espera encontrar esas pruebas en  un mundo fenomenológico, o material, de lo que es  inmaterial, espiritual.

 Lo que han encontrado veinte siglos, o más, de buscar, es como la metáfora del que busca al burro y anda montado sobre  al burro que busca. La respuesta está en él, no fuera de él.

Las tres actitudes clásicas son A) Tener plena confianza que mañana volverá a salir el sol, B) no creer en la existencia del sol aunque éste siga apareciendo cada mañana y, C) creer que el sol saldrá pero buscar las pruebas en que el sol existe.

Vistas por separado,  cada una de ellas, parece una aporía o callejón sin salida.

Kierkegaard, espíritu creyente, fue el que dijo que buscar pruebas de la existencia de Dios es dudar de su existencia:

“Según él, es una especie de impiedad en nosotros el buscar pruebas de la existencia de Dios, porque hacerlo así es como decir que dudamos de su existencia y necesitamos pruebas para persuadirnos de ella.”

Jean Wahl. Introducción a la filosofía, Cap. XVII

Los filósofos fueron los que pusieron el tema a discusión, sobre la existencia de Dios, antes que  los teólogos. Sucedió  en un tiempo cuando no se habían definido los campos y los temas de la razón y la sinrazón  estaban revueltos.

En el principio de la discusión  dialéctica Dios  se llamaba Zeus o Júpiter y después Jesucristo. El tema es uno solo pero para facilitarse su estudio lo filósofos optaron por seccionarlo en fetichismo, politeísmo y monoteísmo. Lo mismo lo llamaron teología y también metafísica.

Se tiene a la Biblia como un imperativo categórico (en realidad diez imperativos categóricos) después de lo cual nada hay que decir en materia del alma.

Se pasa por alto que grandes místicos cristianos, como San Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno, San Buenaventura, abrevaron mucho en la filosofía pagana, particularmente de Platón y Aristóteles.

En el caso de San Agustín, en Platón, Plotino y Porfirio.
Presocráticos:
¡Es! ¡No es!¿Cómo es?

José Vasconcelos, uno de los pocos grandes hombres cultos que ha dado México, católico conocedor de su religión, sin  duda, se decide por el neoplatonismo y tienes algunas observaciones de la Biblia, que  no gustan al católico medio.

Vasconcelos, a semejanza de Spinoza, conocedores ambos a profundidad de la Biblia, llega un momento que se remiten a la divinidad, en ocasiones más allá del texto sagrado al que, sin  duda alguna, consideran de inspiración divina pero, al fin y al cabo, escrito por humanos. Porque donde los humanos meten las manos…

En 1925 la Universidad Nacional de México (todavía no era Autónoma) y la Secretaría de Educación Pública, llevaron a cabo la traducción e impresión de las Enéadas de Plotino, obra de singular mérito editorial aun entre las obras de calidad de contenido de la Universidad.

 Vasconcelos fue uno de sus traductores. En el Libro Tercero, de la Eneada Primera, Vasconcelos anota:

“Encontramos en Plotino las más extraordinarias y sublimes ideas acerca de la naturaleza del alma y su destino. ¿Qué ha hecho después de él la humanidad mística, sino acogerse a las interpretaciones sombrías deducidas de un libro bárbaro como la Biblia, cuya doctrina espiritual no encuentro comparable con  la de la filosofía neoplatónica?”

Los creyentes y los agnósticos son dos grupos que han encontrado gustillo de enredarse en el juego de qué fue primero la Creación o la Evolución. Wahl, lo mismo que William James, dice que es necesario parar y mejor pasar a los hechos:

“Si buscamos la causa de cualquier movimiento real,y enseguida sucesivamente, necesitamos detenernos en algún punto porque lo que mueve, según Aristóteles, es más bien por atracción que  por causalidad eficiente.”
Dibujo tomado de El País
14 Oct.2017

Otro modo de decirlo es que no son las sendas teorías lo que ven los niños sino el comportamiento de los padres. Los niños no están en los auditorios en medio de las grandes discusiones de la Academia.

Lo que los niños ven en su hogar es a Jasón peleando a muerte contra Medea, el bucólico y bello cuadro de María y José o a la heroica madre soltera que educa a sus hijos.

Wahl anota que Platón, en La República, ya había visto con toda claridad, como ahora piensa todo buen cristiano,” que debemos educar a los niños en la idea  de la bondad de Dios y en las Leyes, casi en la misma forma que Dios es bueno.”

(En el momento que escribimos  esta nota los medios dan la noticia del asesinato, masivo, que un día antes, 1 de octubre de 2017, tuvo lugar en Las Vegas, Estados Unidos, con 58 muertos y más de cuatro cientos heridos por, al parecer,  un solo hombre)

Y para los camorristas de auditorio que buscan y rebuscan pruebas de la existencia de Dios, cita el modo que Kant parece haber encontrado más allá de toda lógica de la razón pura y también más allá de todo apabullante imperativo categórico bíblico:

“Kant dijo que las cosas más sublimes son el cielo estrellado sobre nuestra cabeza y la ley moral dentro de nuestro corazón.”

Kierkegaard
“Søren Aabye Kierkegaard (AFI: Acerca de este sonido [ˈsœːɐn ˈkʰiɐ̯g̊əˌg̊ɒːˀ] (?•i)); (Copenhague, 5 de mayo de 1813 – ibídem, 11 de noviembre de 1855) fue un prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX. Se le considera el padre del existencialismo, por hacer filosofía de la condición de la existencia humana, por centrar su filosofía en el individuo y la subjetividad, en la libertad y la responsabilidad, en la desesperación y la angustia,1 temas que retomarían Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre y otros filósofos del siglo XX. Criticó con dureza el hegelianismo de su época y lo que él llamó formalidades vacías de la Iglesia danesa.” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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