SÉNECA, ESCRIBIR


 

Pound no podía parar de escribir.

Pedía al cielo que le diera otra profesión porque en ésta maldita de escribir  uno se quiebra la cabeza, durante 24 horas, de tanto pensar.

Como al investigador científico le pagan por las horas que permanece en el laboratorio pero no por el trabajo, que hace fuera del trabajo, pensando en el trabajo.

Así el escritor  debe batallar, aun dormido, con las entradas, los tiempos, los verbos y los enunciados oracionales, los sujetos y los atributos….¡y con los personajes de su relato que con frecuencia reclaman libre albedrio, se van por otro lado o de planos se ponen en huelga pasiva, ni siquiera en huelga activa…

Henry Miller le escribía a su amiga, Anais, que le daba pavor dejar de escribir un solo día pues sentía que ese tiempo jamás podría recuperarlo.

Séneca, en efecto, recuerda que hay una cosa que jamás se recupera y es el tiempo. Llegado el momento nos damos cuenta que entregaríamos las riquezas, en caso de tenerlas, con tal de poder tener más tiempo y continuar  escribiendo.

H.Miller
Sólo en ese momento se tiene conciencia que, a donde todos tenemos que ir, no se lleva nada. El diamante de la corona de la reina de Inglaterra vale, en esa situación, igual, o menos, que un boleto del metro.

“Algunos carísimos varones-dice Séneca en Tratado filosóficos-reciben gajes de otros, y por ellos alquilan su trabajo, su cuidado y su diligencia, pero del tiempo no hay quien haga aprecio; usan de él pródigamente, como de cosa dada gratuitamente. Pon los ojos en lo que estos hacen y míralos cuando están enfermos y cuando se les acerca el peligro de la muerte, y temen el capital suplicio, y verás que dicen, tocando las rodillas de los médicos, que están dispuestos a dar toda su hacienda por conservar su vida.”

No tengo tiempo, decimos con harta frecuencia, sobre todo para las cosas sustantivas.

El ateo (alguno de ellos) no frecuenta,  no tiene tiempo, para cultivar la filosofía en qué sustentar con seriedad el pensamiento lógico.

Los católicos (no generalizamos, pero sí la inmensa mayoría) no tienen tiempo de frecuentar su iglesia. Sólo la conoce en el bautismo, en el casamiento, cuando viene el papa y cuando les administran los santos óleos.

El padre  anda tan ocupado en el trabajo que es un extraño para su familia con la que vive pero con la que no convive.

En el país el promedio de lectura de cultura individuo-año  es bajísimo porque no hay tiempo de dedicarle siquiera una hora cada día al placer-necesidad  de leer.

Entretanto el tiempo corre y un día, aunque yo esté muy, muy, ocupado, tendré que desocuparme:

“No hay quien pueda restituirte los años, y ninguno te restituirá  a ti mismo, la edad proseguirá el camino que comenzó, sin volver atrás ni detenerse; no hará ruido ni te advertirá de su velocidad; pasará con silencio, no se prorrogará  por mandato de los reyes ni por el favor del pueblo; correrá desde el primer día como se le ordenó; en ninguna parte tomará posada ni se detendrá. ¿Qué se seguirá de esto? Que mientras tú estás ocupado, huye aprisa la vida, llegando la muerte, para la cual, quieras o no quieras, es forzoso desocuparte.”


Santayana
También él tiene abierta la puerta
 día y noche a todos  los mortales
 
La vida tiene color, y calor, platicando con todos aunque sea de cosas tan baladíes, como el futbol, las telecomedias y la política partidaria. Son tan reales estas cosas como los cuentos de Scherezada, la de Las mil y una noche.

Pero los tiempos cambian para el escritor. Ahora la gente ya no quiere platicar, aunque sean tonterías. Es lamentable. Porque de lo que se tiene como baladí el que escribe encuentra cosas tan valiosas como un arrecife lleno de tesoros. La vida común, la del mercado, hace al escritor y al filósofo. Es la vida vivida. Lo demás son puras invenciones. Puro periodismo, dice Nietzsche. Puras paparruchadas, dicen en mi aldea del desierto chihuahuense:

“Un poema, si bien es un individuo, procede de la vida  y, por lo mismo, ya realizado, tiene que regresar a ella…Un poema puede considerarse desequilibrado si está demasiado alejado de la vida, o si está servilmente subordinado a ella.” (W. B. Yeats)

“La existencia es siempre su propia destrucción y su propia construcción. El ser existente  existe en los actos con que se constituye  en el presente  como quien tiene este  futuro y aquel pasado.” (Jean Wahl El camino del filósofo)

Oscar Wilde aconseja prestar mucha atención a las pláticas, aun las vulgares. Entre tanta cháchara puede brotar una idea que, trabajada por él, se convertirá en una novela o en un poema.

Pero ahora la gente  ya no platica  in situ. Está ocupada hablando por el celular con el tercero invisible y distante.

“Tú estás destinado a la  soledad, amigo mío” (Holderlin, Hiperión)

Es cuando Séneca dice que sí, sí hay con quien el escritor puede platicar. Son los que hace tiempo físico se salieron de este planeta y ahora viven en las islas afortunadas, donde ya no hay tiempo ni espacio ni celulares:

“Sólo aquellos, podemos decir, están detenidos en verdaderas ocupaciones, que se precian tener continuamente por amigos a Zenón, a Pitágoras, a Demócrito, a Aristóteles, a Teofrasto, y los demás varones eminentes en las buenas  ciencias. Ninguno de estos estará ocupado, ninguno dejará de enviar más dichos y más amador de sí, al que viniera a comunicarlos; ninguno de ellos consentirá que los que comunicaren salgan con las manos vacías. Abierta tienen la puerta día y noche a todos  los mortales.”

Séneca
“Lucio Anneo Séneca (Latín: Lucius Annæus Seneca), llamado Séneca el Joven (4 a. C. – 65) fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue Cuestor, Pretor y Senador del Imperio Romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de Ministro, tutor y consejero del emperador Nerón.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3 DE KANT


 

Tomados de Historia de la filosofía, de Frederick Copleston, tomo IV, capítulo primero.

 

“Kant declaró que había para él dos principales objetos de admiración y respeto: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí”.

 
Dibujo tomado del diario
El País
de España

“¿Cómo pueden conciliarse esos dos aspectos de la libertad? ¿Cómo podemos armonizar el mundo físico, la esfera del determinismo, con el orden moral, la esfera de la libertad? No se trata simplemente  de yuxtaponer ambos mundos, como si fueran completamente separados e independientes. Porque ambos se encuentran en el hombre. El hombre es, al mismo tiempo, un miembro de la naturaleza, del sistema físico, y un agente moral y libre. La cuestión es, pues, cómo los dos puntos de vista, el científico y el moral, pueden ser armonizados, sin que haya que negar ninguno de los dos,”

 
Dibujo tomado del diario
El País
de España

“Kant veía al hombre como una especie de ser mixto. Como parte del orden natural, está sometido a la causalidad mecánica, lo  mismo que cualquier otro objeto natural. Pero el hombre es también un ser moral, que tiene consciencia de estar moralmente obligado.”


KANT


“Immanuel Kant (ɪˈmaːnu̯eːl ˈkant) (Königsberg, Prusia, 22 de abril de1724  Königsberg, 12 de febrero de 1804) fue un filósofo prusiano de la Ilustración. Es el primero y más importante representante delcriticismo y precursor del idealismo alemán y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal.”WIKIPEDIA





 

 

 

 

J.WAHL, SUERTE


 

El urólogo levanta la placa y dice, después de observarla: es necesario operar. O puede decir: todo está bien, siga normalmente su vida.

Sin vivir esa situación de frontera todos pueden reírse de la existencia del azar, en relación con la libertad del individuo.

Todos. Pero  este individuo no se ríe. Ahora sabe que la vida está llena de semáforos. Y cada vez que espera la luz verde, para cruzar la calle, se pregunta dónde quedó mi libertad de decisión?

El que barre mira hacia su jefe inmediato, éste al director de la institución, el director ve hacia la coordinación de la investigación científica, la coordinación consulta al rector, el rector a  la junta de gobierno de la universidad, y la universidad, aunque  autónoma, ve las intrínsecas necesidades nacionales, y las necesidades nacionales tienen que ajustarse a los ritmos internacionales…

Una de tantas definiciones, y esta es de Schopenhauer, es que libertad es ir por todos lados sin que algo nos impida seguir avanzando.

Esto de la idea del semáforo es endiabladamente lógico, dice mi compañero de montaña. Hay otro nivel, que debe ser igualmente lógico, pero que ya no entendemos y se manifiesta en la el azar o suerte. Muchos lógicos y otros muchos ilógicos han escrito sobre la suerte y la libertad.

Mencióname uno.

Aristóteles. Pensaba en la causalidad material y en la causalidad vital. Ambas causalidades parecen meterse con la libertad del individuo. Un mecanicismo atómico  que no compone poemas o un espiritualismo siempre  vigilante  que no nos brinquemos las trancas.

 ¡Dos determinismos! Uno para los materialistas con sus átomos y otro para los espiritualistas con sus mónadas. ¿Entre tanto, dónde quedó la libertad del individuo?

¿Es la física, es Dios o, se preguntaba Aristóteles, puede haber un tercero llamado suerte? Aristóteles, como se sabe, pensaba diferente de su maestro Platón. Éste con la Ideas metafísicas y aquel con las físicas.

No obstante, Aristóteles creía en la existencia de Dios como un primer motor que echa a andar todas las cosas y situaciones. Lo cual no lo aparta de su inclinación escéptica que lo lleva a cuestionar lo que él cree con toda convicción. ¿Y  así fue como un día se encontró con eso que se llama suerte!

Inclinación filosófica, más que teológica, que lo llevaría a ser aceptado, estudiado y, a su vez, cuestionado, por los grandes pensadores de la Edad Media, principalmente por santo Tomas de Aquino. Y escolásticos que buscaban la coherencia de la fe con la ciencia.

 Aristóteles no era una abstracción científica, de 24 horas tras el ocular del microscopio, y tampoco una abstracción religiosa, de 24 horas en la meditación espiritual.

Aristóteles se pregunta que si no son los átomos y si no son los ángeles, ¿quién, o qué, es?:

“Todas las cosas por consiguiente, dependen de la suerte, a no ser que haya un principio fuera del cual no sea otro, y el cual, meramente por ser tal, puede producir tal o cual resultado.” (Ética eudemia)

Caminamos cuatro horas entre el bosque alto, ya en los cuatro mil. Un poco más allá  empieza la zona de nieve y hielo de la lengua (morrena) del glaciar Ayoloco, en la vertiente oeste de la montaña Iztaccihuatl, en el suroeste del Valle de México.

En la última media hora las condiciones del tiempo, propio del verano en el país,  nos anunciaron lo inminente de una fuerte tormenta. Alcanzamos a levantar las tiendas apresuradamente y la tempestad  llegó como aguanieve. La temperatura se fue hasta el sótano pero nuestras tiendas son para resistir estas condiciones y las bolsas de dormir por demás confortables.

Por tres horas, ya en la noche, nos cayeron  todas las nubes negras que  el  viento del este empujó con violencia sobre nuestro campamento.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich,1968
Era de esas tormentas que más abajo desgaja laderas y se lleva  y desaparece pueblos.

Nosotros estábamos en el límite alto de bosque y  sobre una ladera rocosa firme. Bajo un alto follaje que protegía a las tiendas de los vientos.

Esta especie de dramatismo no es nada extraña en el alpinismo. No es común, pero tampoco excepcional. Es común dentro de lo excepcional.

Como la Pamplonada es común porque, la excepcional descarga de adrenalina para el que corre por las calles  entre los toros, ya hasta se anuncia en los paquetes de turismo en el mundo ¡Participe en los encierros  de San Fermín!

A las tres horas la tormenta perdió fuerza y siguió sólo una ligera caída de nieve que se fundía pronto dada la altura en que nos encontrábamos.

Pero entonces empezó, o se hizo más frecuente, lo que ya no podíamos controlar. Le  llaman tormenta eléctrica. Relámpagos y descarga del rayo por demás ensordecedor y temible que estallaba por todos lados.

Es cuando se piensa que en el Olimpo los dioses, ¡ y sobre todo las diosas! juegan los dados, unos empeñados en sacarte de esta vida y otros en que sigas viviendo. ¡Y tú cruzado de brazos esperando el veredicto porque nada puedes hacer! ¡Como cuando esperamos el veredicto del urólogo, o que se ponga a luz verde del semáforo!

Durante unas tres horas creímos que los rayos estallaban sobre nuestras cabezas a sólo unos metros de nuestro vivac. Pero ninguno de las descargas nos alcanzó ni de manera adyacente, es decir sus efectos periféricos, disminuidos por la distancia.

El amanecer fue una mañana bella, apacible, sin viento, con el sol filtrándose entre el bosque y el cielo azul libre de nubes.

¿Por qué salimos ilesos? El azar, la suerte, se manifestó. Estábamos en medio de los árboles…Lo “normal” no había sucedido y aquí estábamos.

Parece algo extraño hablar así.

 Como alguien que vaya caminando por la calle y no le caiga  encima un avión. ¡Sucede con frecuencia que los aviones se estrellen contra el suelo o se hundan en las aguas del mar. Pero, cosa inexplicable, a algunos no les caen los aviones encima...

Los que no se caen están envueltos en el azar. Los vemos volando perderse  entre las nubes y a la distancia llegando a su pista de aterrizaje.

 Mi compañero pregunta si vivimos todos los días protegidos por el  azar y no en lo que tenemos por  normal.

Ni idea, le contesto, y le recuerdo la vez que estuvimos en la cumbre arqueológica del monte Teocuicani, 3,150 m.s.n.m.,sur del Popocatépetl, al norte del pueblo de Tetela del Volcán.

Un hombre anciano curaba mediante el modo de lo que en México se llama “limpia”. Que algunos le  dicen magia. Era obvio que daba resultado y nos consta. ¡Lo vimos! Pero con  nosotros no dio resultado. Era gente de la región y estaban absolutamente  seguros del resultado. Nosotros, de la ciudad, empezamos a analiza aquella magia…

Cuando analizas tanto la magia, como sucede con el azar y la suerte, desaparecen.

No porque no existan sino porque se les analiza con el instrumental equivocado. Queremos explicar fuerzas vitales con los recursos de la fenomenología.
 
"...no podemos emplear legítimamente el concepto de causalidad para trascender los fenómenos valiéndonos de una argumentación causal para probar la existencia de Dios." (F. Copleston, Historia de la filosofía, tomo IV, Cap. primero)
  "La buena suerte opera en la misma esfera en que nuestras capacidades o posibilidades no pueden hacer nada, donde nosotros no tenemos ningún control, ni podemos llevar a  efecto la acción".(Aristóteles)

Fue cuando le comenté a mi compañero  algo que leí en la Filosofía de Jean Wahl:

“el azar sólo cabe afirmarlo. Si se le analiza, desaparece. Explicarlo es eliminarlo con la explicación. Tenemos, pues, que elegir entre la afirmación y el analizar del azar.” Introducción a la filosofía, Cap. VIII)

 
WAHL

“Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

J.ORTEGA Y GASSET, DESCONOCIDA SOCIEDAD


 

Muchacha hermosa se acerca y me da un delicioso beso, o un rufián me asesta una puñalada por la espalda. Eso es la sociedad.

En realidad, dice Ortega, no sabemos qué es sociedad: “no tenemos ni la más remota sospecha.”

¿Es la idealizada reunión de personas positivas que viven en un lugar? ¿O es un lugar habitado nada más por alimañas?

De manera abstracta la gente de bien vivir, trabajadora y estudiosa, no vive, como se cree, por “rumbos”, barrios precaristas  o elegantes  fraccionamientos de la ciudad. Sucede lo mismo con los depredadores

¡Todos vivimos juntos y revueltos! A eso  Ortega llama disociedad.

En México a esto se le conoce como “sociedad muégano”. Muégano es un dulce redondo  pero se forma con granos individuales que se van agregando al conjunto.  Todos hacen uno pero cada quien su personalidad o su “granodidad”.

Semejante a la técnica de “pastillaje”, que se conoce  en arqueología, y usaban los mexicanos precristianos en alfarería. A una pieza base se la iban a agregando elementos adyacentes.

 Max Scheler observa, en su Ética, que “los valores a los que la sociedad se refiere  son los más divisibles y los menos comunicables de todos; ni tampoco pueden ser vividos  en común, pues sólo cada cual puede tener su interés y su sensación de conveniencia, por muchos que puedan  ser los que poseen iguales sensaciones  e iguales intereses. Esa igualdad no crea nunca  una solidaridad, sino a lo sumo una cooperación, basada en un contrato, de muchos para la realización de un fin.”

Al interior de los sindicatos la palabra solidaridad es pan de todos los días y retórica obligada de los dirigentes pero, lejos de eso, como dice Scheler, a lo sumo sólo puede haber cooperación para las acciones generales. En lo individual, escalar en el escalafón es  posible sólo en la medida que se compite y se vence al otro aspirante. Lo mismo sucede en la política partidaria. 

Schopenhauer lo dice de manera nada romántica: “¿Ves esos perros tan amigables? ¡Pues arrójales un hueso y verás cómo se destrozan entre sí!

En su Ética, cuarta parte, escolio II, Benito Spinoza, dice que “Si los hombres viviesen bajo el gobierno de la razón cada uno poseería el derecho que le pertenece sin perjuicio alguno ajeno. Pero como los hombres están sometidos a afecciones que exceden en mucho su potencia o la humana virtud son arrastrados en diversos sentidos y son contrarios unos de otros.”

¿DISOCIEDAD?
Humanos somos y ni en los altares los hombres están exentos de querellas. Se vio con respecto a una controversia que estalló en el siglo XVI entre teólogos dominicos y jesuitas. Lo relata F. Copleston en su Historia de la filosofía, Vol.2, Cap. XXI. (Copleston es de la Compañía de Jesús)

El punto de choque  era ¿cómo la gracia de Dios es eficaz en virtud del consentimiento libre de la voluntad del hombre?

La disputa se alargó en el tiempo y subió de tono. Finalmente el papa Clemente VIII ordenó formar una Congragación para discutir el tema. El resultado fue que ambas posiciones fueron permitidas pero:

“Al mismo tiempo se prohibió que lo jesuitas llamasen calvinistas a los dominicos y se dijo a estos que no llamasen pelagianos a los jesuitas.

 “Animal social” se le llama al hombre con la intención de ponerle una medalla en el pecho por su inclinación, o por su necesidad, de juntarse y hacer leyes de conducta.

También habría que darle  una medalla a los leones y a los cocodrilos pues es sabido que viven en  sociedad en sus respectivos grupos. Y tiene sus leyes naturales. El comportamiento para con sus crías deja al descubierto que, en alguna parte de su bestialidad, hay amor maternal, si puede hablarse así.

Si vamos a las distinciones el hombre tiene algo más que instinto bestial. Pero ese “algo más” no se puede garantizar que se manifieste en todos.

Algunos filósofos de la antigüedad griega, lo mismo que más acá Horacio, Montaigne y Spinoza, decían que los dioses se habían equivocado en darle al humano el poder de razonar. Este razonamiento lo usan, en cambio, para hacer triquiñuelas, contratos falsos, despojar al que tiene de sus pertenencias, o echarle la culpa al inocente etc.

Pero, como sea, el “otro”, el otro ciudadano, nos es necesario para moldear nuestra propia personalidad, descubriendo cómo somos o señalando nuestros errores y aciertos, no nuestro ser porque el hombre es como es y no puede cambiar aunque vaya con el brujo.

Con exactitud Jean Wahl dice en sus Introducción a la Filosofía: “ otras personas (nos sirven) para la constitución de la propia personalidad y lo que puede llamarse el carácter vocativo de esta relación,  se refieren a las relaciones entre las personas más bien que a la naturaleza misma de la personalidad.”

Por eso Ortega  dice: “He experimentado que el hombre es capaz de todo, de lo egregio y perfecto, pero también y no menos, de lo más depravado. Tengo la experiencia del hombre bondadoso, generoso, inteligente, pero, a su vera, tengo también la experiencia del ladrón de objetos y del ladrón de ideas, del asesino, del envidioso, del malvado, del imbécil….”

Ortega no es escéptico ni paranoico, en este punto es ecléctico, como quien dice, balanceado, cuando compara la relación social:

“es igualmente que una mujer bonita me dé un beso, ¡qué delicia! O que un transeúnte avieso me dé una puñalada.”

ORTEGA
“José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A.CARREL, HÁNDICAP


 

Vemos en la televisión aventuras a través de inhóspitos parajes de la naturaleza. Son sólo eso, aventuras de film.

Llenan el espíritu de aventura innato en el humano. Pero de un humano que ahora está tendido en el sofá viendo una fantástica aventura.

Alguien va atravesando solo un desierto y está a punto de morir de sed. Hace ya dos días que el agua se le ha agotado y la temperatura es de cincuenta grados. No hay oasis a la vista y los cien kilómetros por recorrer están secos. Va a morir. Está atrapado por las arenas.Lo que ve este caminante es una abrumadora soledad.

Por si fuera poco, ese individuo, superdotado, no lleva, deliberadamente,  agua, víveres, tienda de campaña ni bolsa de dormir. En el cenit se enterrará en las arenas para librarse del calor y por las noches hará lo propio  contra el intenso frío.

Sus necesidades de proteína y líquidos los solventará comiendo alacranes y tarántulas. Y, para asar  la víbora que logró matar, frotará piedra contra piedra hasta lograr una chispa de lumbre pues tampoco lleva cerillos o “encendedor”.

Este superdotado pronto es superado, en otro canal de la televisión, por otros más superdotados que, igual, se van a la naturaleza inhóspita pero ahora sin nada. Es decir, van desnudos. El otro cargaba una mochilita, pero estos no llevan, literalmente, ni calzones.

Pocos televidentes caen en la cuenta que el verdadero héroe de la película es el camarógrafo. Va  por todos los accidentes del terreno filmando a los aventureros. Y  detrás del camarógrafo hay todo un equipo de técnicos moviendo cables y micrófonos  desde el camión que tiene la “fuerza de poder” o energía para los reflectores.

La casi fabulosa industria del cine nos lleva por mundos lejanos, y peligrosos, sin siquiera nosotros movernos del sofá, en tanto comemos “palomitas”.

Hace ya muchos años, cuando todo esto de la aventura virtual no existía, Alexis Carrel, premio Nobel de Medicina, casi profeta, publicó un libro que se refería al alejamiento del humano de la “naturaleza natural”.

A diferencia de la gente del campo que vive de lo que con sus manos siembra y cosecha, los que habitamos la ciudad, nos vamos pareciendo cada vez menos a los recios primeros fundadores de pueblos y naciones.

Somos gente  del mundo tecnológico, no campesinos ni leñadores. Sin embargo, dice Carrel, el precio psicosomático por haber abandonado,  no aquella vida sino, el esfuerzo de aquella vida, es demasiado alto. Los jinetes del Apocalipsis nos han caído encima en la manera de presión alta, diabetes, sobre peso, paranoia…

Carrel lo dice de esta manera:

“El hombre moderno, o duerme mucho o demasiado poco. No se adapta fácilmente al exceso de sueño. Todavía se adapta peor  si duerme escasamente durante periodos prolongados. Sin embargo, es útil acostumbrarse a permanecer despierto cuando uno desea dormir. La lucha contra el sueño hace funcionar aparatos  orgánicos cuyo vigor se desarrolla por medio del ejercicio. También exige un esfuerzo de voluntad. Este esfuerzo, junto con otros muchos, ha sido suprimido por las costumbres modernas. A pesar de la agitación de la existencia, la falsa actividad de los deportes y el trasporte rápido, los grandes sistemas orgánicos, reguladores de nuestras funciones de adaptación, permanecen ociosos. En suma, el modo de vida creado  por la civilización científica ha vuelto inútiles un numero de mecanismos cuyas actividades nunca habían cesado durante los milenios de existencia de la raza humana.”(La incógnita del hombre, Cap. VI)

Parece extraño que el autor se refiera a la “falsa actividad de los deportes”. Lo explica enseguida cuando dice de  “nuestras funciones de adaptación”.

Los deportes de ciudad, en su mayoría, se practican dentro de gimnasios a los que no llega el viento ni la lluvia y la temperatura está artificialmente regulada. Y, muy importante, los individuos permanecen en una misma cota sobre el nivel del mar.

En el campo, en la montaña, todo eso entra en actividad  y echa a nadar nuestras funciones de adaptaciones. Entra en vigorosa actividad el hándicap necesario. Contra el frío,  el calor, la subjetividad de la noche.

En la vida real la gente va a la naturaleza con lo necesario para vivaquear.

Entrada al pueblo montañés de Cerezo, Pachuca, Hgo. México.
“Se llama hándicap a la resistencia impuesta por la naturaleza para una actividad, inercia errada que iguala las posibilidades, desventaja impuesta por el deterioro del uso, complemento que impone una carga ideal.”

Y respecto al proceso en el que entra nuestro organismo, pregunten a los alpinistas, cuando van de los tres mil a los cuatro mil, a los cinco mil de altitud o más. Nuestros glóbulos rojos y blancos entran en una actividad    que en términos de pocas horas están decidiendo no sólo el resultado de la ascensión sino de la vida misma del individuo.

La gente ajena al montañismo puede imaginar, esto de las cotas altas ( y su efecto sobre el organismo),   llevar sobre sus hombros una mochila de veinte kilos en la ciudad, y allá arriba, ese mismo peso, será de unos cuarenta kilos. Es sólo una idea para ilustrar el tema.

Todo esto está ausente en la cota fija  del gimnasio.

Las palabras de Carrel tienen la intención preventiva, para evita llegar, en lo posible, a la medicina correctiva, muy cara y, en ocasiones, inútil ya.

Esta voz de alerta ante hándicap, en realidad viene de siglos atrás.

Copleston, comentando al célebre personaje alemán  del siglo XV, conocido como Paracelso, que entre otras actividades fue profesor de medicina, dice que el médico debe ampliar su campo visual y considerar “al hombre como un todo, y no limitar su atención exclusivamente a los síntomas, causas y tratamiento físico.” (F. Coplestón, Historia de la filosofía, Cap. XVII)

El mundo del film, al que varios filósofos se refieren, Ortega y Gasset, Jean Wahl…es en relación a lo virtual del mismo. No a la actividad  cultural que es  ver  cine, sino a la cantidad de tiempo que se le dedica cuando se convierte en   patología.

Lo virtual requiere que se le dedique tiempo. Tiempo que se resta de actividades empíricas o reales, verdaderas, no virtuales de film.

Entretanto el sobrepeso, y los otros jinetes del Apocalipsis, empieza a subir, desde las patas del sofá en el que estamos viendo, los viernes, la película y comiendo “palomitas”.

 
A. Carrel

“El nombre de Alexis Carrel es universalmente conocido: en el campo de la ciencia, por sus estudios y sus realizaciones prácticas en el cultivo de los tejidos, su técnica de sutura con "tres hilos", la anastomosis de los vasos y trasplantes orgánicos, y la construcción de un corazón artificial; en el ámbito de la cultura general, Carrel resulta notable como escritor por su libro La incógnita del hombre, y en el mundo religioso, por su franca actitud de científico La fama de sus trabajos, investigaciones y conquistas alcanzó pronto una difusión tal que en 1912 se vieron coronados con el Premio Nobel de Fisiología y Cirugía fisiológica.” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 





 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                                                                                                                                                  





 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                                                  

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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