MONTAIGNE, ESCÉPTICO




“Somos creyentes por naturaleza”.

 Lo anterior lo escribió Emerson al hacer su sincera y apasionada apología de Montaigne.

(Edgar Lee Masters, Emerson, Buenos Aires, 1945)

Creemos porque confiamos en la bondad de los hombres, igual sí el que habla es del arrabal, como el que está detrás del micrófono en el seminario de la academia, como el ministro religioso o el ateo, el historiador o el filósofo con su extensa y acabada teoría. ¿Y quién no ha confiado de entrada en los políticos en campaña?

Pero luego descubrimos que, en ocasiones,  nos dan gato por liebre en la comida a la que fuimos invitados.

No dejamos de creer en la bondad del mundo, pero ahora hay que pasar por el tamiz los dichos y los hechos.

En otras palabras, hay mentiroso profesionales y otros ignorantes bien intencionados que ellos mismos creen de buena fe  lo que dicen. Y otros que pueden estar en lo cierto.

 ¿Qué hacer? Dudar, investigar.

Es así como aparecen los escépticos. Emerson:

“aunque somos conservadores y causalistas por naturaleza y rechazamos  la incredulidad amarga y fastidiosa, los escépticos, cuya clase representa Montaigne, tienen razón y todos los hombres pertenecemos a  esa clase durante cierto tiempo.”

El escéptico es un individuo de profunda fe, cree y esgrime, siempre que puede, o hasta donde puede, la contra tesis para depurar los postulados de lo que empezó como hipótesis.

Puede ser un ateo con responsable formación filosófica. Pero también un crónico negador empírico amargoso.

San Agustín dio muchas vueltas filosóficas antes de aceptar de lleno ser parte del cristianismo.

Y santo Tomás de Aquino, perfectamente instalado en su convento de Monte Casino, desde la edad de cinco años, pasaría el resto de su vida observando la existencia de los humanos, no tanto como teólogo, lo que él era, sino sobre todo como filósofo.

Por eso Montaigne escribe: “No está la verdad como Demócrito decía, escondida en el fondo de los abismos, sino más bien elevada a una altura infinita, en el conocimiento divino. El mundo no es más que la escuela de la búsqueda.”

(Michel  de Montaigne Ensayos escogidos)

Una de las cualidades que Emerson ve en Montaigne es su sinceridad en el pensar y actuar. Montaigne no es de los que descubren el agua tibia en literatura. Lo que quiere es conocer lo que otros ya descubrieron y, si es posible, imitarlos.

Ya sabemos lo que dijeron Platón, Descartes, Kant… Ahora hay que ir  a la praxis. Someter sus teorías al microscopio de la alta resolución del  escepticismo.

Emerson nos revela que somos escépticos pero que no tenemos vocación de quedar  volando en el eclecticismo desintegrador sin síntesis.


Una vez que hemos pasado por el tapiz de la duda, nos retraemos a nuestra creencia, ahora fortalecida.

 Y desde luego susceptible a volver a revisarla si eso fuera el caso. Tal como sucede en la ciencia, que son verdades temporales que suelen ser, no desplazadas sino, enriquecidas, por los nuevos datos.

Hasta en la religión, según recomienda san Pablo (en Colosenses 3,1-5. 9-11) es necesario ponerse al día en conocimientos:" despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse   del nuevo yo, el que se va renovando conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen. "

O como sucede en la Academia, con los llamados "cursos de actualización".

Así en  filosofía, como en la religión. No son cosas que se echen al basurero sino una misma línea del pensar, siempre en la línea de fortalecimiento o enriquecimiento.

Esto es lo que dice Montaigne:

 “Igualmente persigo la comunicación de algún espíritu famoso, no con el fin de que me  adoctrine, sino para conocerlo y, si es preciso, imitarlo.”
MONTAIGNE


“Michel Eyquem de Montaigne (Castillo de Montaigne, Saint-Michel-de-Montaigne, cerca de Burdeos, 28 de febrero de 1533 - ibíd., 13 de septiembre de 1592) fue un filósofo, escritor, humanista, moralista ypolítico francés del Renacimiento, autor de los Ensayos, y creador delgénero literario conocido en la Edad Moderna como ensayo.” Wikipedia

UN INVIERNO EN LAS MONTAÑAS DE PACHUCA HIDALGO




Terminamos de escalar el último tramo  norte de la pared Benito Ramírez.

Es la segunda ascensión después de la conquista llevada a cabo por Raúl Revilla, escalador de Pachuca. Metemos la cuerda en la mochila y empezamos a bajar caminando por el sur.


NORTE DE LA PARED BENITO RAMÍREZ
Regresamos al fondo del Circo del Crestón a desmontar las tiendas en las que pasamos tres días recorriendo diversas rutas del lugar. Dos agujas. El filo noreste de La Pezuña y la chimenea sur de El Crestón.

 Raúl Pérez, guía de Pachuca, iba por delante de la cordada en esta última escalada pero ese mismo día regresó por la tarde  a la ciudad.

 Un largo descenso por el Valle de Las Ventanas, la aldea de Cerezo y el viejo camino de las minas, hasta entrar por el barrio alto del Arbolito.

PRIMER TRAMO 
NORTE DE LA BENITO
RAMÍREZ
Pachuca tiene no más de 70 mil habitantes fijos. La zona noreste de la ciudad es un área solitaria con una ciudad fantasma, es decir, casas abandonadas cuando la minería empezó a decaer.

Dos días antes recorrimos la ruta Rosendo de la Peña que Eduardo Manzanos, gran escalador del Club Exploraciones de México, había abierto en el flanco norte de Las Monjas.

Planeamos vivaquear los tres en su repisa, cien metros sobre su base. La noche fue de tiempo despejado y luego de la cena nos entretuvimos, ya metidos en nuestras bolsas de dormir, en localizar los diferentes lugares entre las lucecillas amarillas lejanas que brotaban en el abismo negro de la noche.

En el norte Amajac. A la derecha Atotonilco el Grande. Más a la derecha las luces de Omitlán, bajo las estribaciones de Real del Monte.

FILO NE DE LA PEZUÑA
Dos semanas atrás pasamos tres días en el balneario de Amajac. Nuestras tiendas instaladas en las áreas verdes casi al borde de la alberca.

Nos zambullíamos en sus aguas calientes hasta la media noche. Leíamos. Tomábamos café en su restaurante de grandes vidrieras. Comíamos en los puestos sin salir de los terrenos del balneario. Leíamos más. A José Méndez le gusta hacer discursos de tinte político-sindicales. Alfredo siente pasión por correr en motocicletas.

Apostábamos a ver quién ganaba apurando la cerveza de un litro. José Méndez ganaba según su técnica que consistía en no cerrar la epiglotis en cada trago. Volvíamos a leer. Despertábamos un rato y de pronto saltábamos al agua otra vez hasta media noche.

-Pero un  día agarramos las mochilas y aquí estamos-

comento Eduardo desde el fondo de su sleeping. Eduardo Manjarrez es el que llevó a cabo cinco escaladas al Colmillo, en la región de los Frailes de Actopan, y luego la primera solitaria a la misma aguja. Era el tiempo en que en la base de esa roca había al menos diez cruces de los escaladores que habían muerto en el intento de subirla.

EL COLMILLO(CENTRO DE LA FOTO) EN EL CAMINO A SAN JERÓNIMO
Les platico de la semana que pasé subiendo los pequeños cerros del Xate, arriba del caserío de San Nicolás, más al norte de Amajac. Entonces incomunicado y era necesario caminar desde la carretera a Tampico, atravesar El Encinar y subir los cerros desde la planicie.



 

CUMBRES DEL CIRCO DEL CRESTON ENTRE LA TORMENTA
En el norte inmediato el cerro se ve al alcance de la mano pero en su cima siguen otras cimas y después otras. Luego abordamos la sierrita del sur del valle de San Nicolás. Subimos por el panteón. Se recorre en un día pero nosotros pasamos una noche en sus cumbres.


 En el vivac, en la repisa de la norte de la Rosendo de la Peña, no  son sólo  los focos amarillos que se ven a la distancia entre la noche, hacia Amajac. 

Comenta José Méndez que  hay modos de pensar entre los filósofos, por ejemplo, David Hume (1711) quien dice que la ciudad es buena porque está organizada para proteger la propiedad privada de los depredadores. Este utilitarismo le da estabilidad a la vida en sociedad.

Interesante, agrega Eduardo, pero no es  esa la ciudad de conveniencia que vemos los alpinistas al bajar de las montañas al valle. Es la humanidad cálida que llena calles y plazas públicas.
 

 
5- repisa del vivac.6-travesía hacia el oeste.

En la mañana después del vivac, en la repisa,  reanudamos la escalada de la Rosendo de la Peña. Una pequeña travesía a la izquierda, es decir, en el filo oeste de la pared. Es la llave de la ascensión. Algo para tragar saliva aun los más experimentados escaladores. Salientes muy pequeños y el escalador avanzando sus botas sobre un vacío de cien metros. ¡Increíble que por ahí haya salido Eduardo Manzanos cuando trazó la primera. Pero lo hizo hasta alcanzar una grieta vertical del otro lado y desde ahí asegurar a los otros.



El punto rojo es la altura de la repisa (5) del vivac

Regresamos por los senderos del sur. Acampamos en El Cedral, un bosque a la entrada de Estanzuela. A la orilla de un gran estanque natural de las aguas que bajan del lado del Valle de Las Ventanas. Hicimos una gran fogata y asamos carne y salchichas. Está El Cedral en el lindero del bosque pero  es un lugar por demás solitario.

Mañana bajaremos a Pachuca y ya pensamos en la larguísimas “colas” que se hacen en su terminal para México. Solamente hay una línea de pasajeros. Su terminal está en la calle Matamoros y, cosa curiosa, en México también se llama Matamoros la calle de la terminal de esta ruta de camiones.

En la noche llovió y cayó nieve. No es frecuente que eso pase aquí, a estas alturas de los tres mil metros, pero esta vez sucedió,

-Como corresponde a una noche de diciembre-dije.

En la mañana el tiempo estaba despejado y el sol rojizo pero ya intenso. Abandonamos por esta ocasión la costumbre de descender al valle por la ruta de Cerezo y empezamos a caminar, por el sendero de animales de carga, que rodea por el sur de Estanzuela y da la vuelta hasta llegar a Cerezo, por  la parte baja, hasta encontrar el camino de las minas que nos llevarían al barrio del Arbolito, a la entrada de Pachuca.

Las pocas casas  de Estanzuela tenían cubiertas de nieve sus techos de tejamanil. Son casa muy rústicas de paredes de grandes troncos de árboles del valle del Diego Mateo (León Alado le llaman los escaladores) y adobes pegados con lodo y paja para más cohesión. Tal vez no sean más  de veinte casas esparcidas por toda la ladera, algunas entre las peñas del rayo, en el lado oeste. Dos veces hemos practicado rappeles en sus ajugas.

-Mañana será Noche de Navidad-comentó Eduardo Manjarrez, cuando nos echábamos  las mochilas al hombro.

-Noche de Navidad de 1956-dijo José Méndez.

Mis dos compañeros de escaladas hace algunos años que se salieron de este planeta.

Yo sigo caminando en las calles de la gran ciudad. Abriéndome paso entre el humo de gasolina de 170 grados IMECAS.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MAX SCHELER, EL CÍRCULO CULTURAL


 

Hobbes piensa en un Estado emanado del soberano, o de la asamblea, ya no de la divinidad.

Así la cultura brotará de los hombres y no bajará de las nubes.

Era el siglo dieciséis (Thomas Hobbes  nació en  1588, bastantes años antes de la Revolución Francesa).

Dieciséis siglos antes Jesús había dejado claro la procedencia divina de todo poder terrenal.

En un intento de Pilatos, de salvar a Jesús de la inminente muerte a la que había llegado su predicar, lo urgía a que se defendiera: “Habla, tengo el poder para evitar tu muerte.”

Y las palabras de Jesús: “No tendrías poder sino se te hubiera dado desde lo alto.”

Revolucionaria palabras de Hobbes al declarar que el poder del Estado ahora emana del soberano o de la asamblea. Explicando el pensamiento de Hobbes Copleston escribe:

“La soberanía ya está investida en un hombre o en una asamblea, se deriva del contrato social y no de la elección divina.”

En realidad ya antes que él Poncio Pilatos reafirmaba la hegemonía del soberano al decir: “Tengo el poder…”

No olvidar que el país más poderoso, en la actualidad, tiene su gobierno que dice el voto del pueblo, pero jura sobre la Biblia. Es como una especie de síntesis de aquellos memorables alegatos.

Pero no era una defensa a ultranza del Estado lo que Hobbes profesaba como independencia frente a una presencia religiosa.

Era el temor a la maldad de los hombres, y la inclinación a la anarquía de estos, por lo que Hobbes pensaba necesario concentrar  el poder en el  soberano.

Es en realidad una enorme  semejanza la idea que tiene Hobbes con el pensamiento del agustinismo, trece siglos antes, respecto del mismo tema. Sólo que Agustín piensa en Dios de los cielos. Pero a ambos los mueve prevenir la anarquía. Copleston lo dice así:

“San Agustín considera al Estado, o por lo menos tenía tendencia hacerlo, como consecuencia del pecado original, es decir, como un medio necesario para controlar los malos impulsos de los hombres, que son resultado del pecado original. Esta concepción tiene alguna analogía con la de Hobbes, considerando al Estado como remedio de los males que se derivan de la condición natural de los hombres, en guerra todos contra todos.”

(Copleston, Historia de la filosofía, volumen 2, tomo V, capitulo II)

Como sea, Hobbes no quita el dedo del renglón y quiere dejar bien establecido que el soberano, es el soberano, en todo lo que abarca su poder territorial:

“La filosofía no tiene por qué ocuparse de Dios y afirma de manera explicita que era el soberano el que tenía que determinar lo que era bueno y lo que era malo, pues en el estado natural lo bueno y lo malo dependen solamente del deseo de los individuos. Es aquí donde  Hobbes se desprende de toda idea  o teoría metafísica trascendente.” (Copleston)

Copleston  señala también  la posición de  Agustín: “San Agustín no creía que el soberano debiera decidir  sobre las distinciones  morales. Para él existe una ley moral objetiva con raíces  de carácter trascendente  independiente del Estado. Y a la cual han de ajustar su conducta tanto los súbditos como el soberano.”

Sería otro santo,  Tomás de Aquino, que concebiría el asunto desde una posición filosófica, no teológica (Estamos en el siglo trece cuando era el soberano el que todo lo decía). Tomás dice, como también lo dejaría establecido el mismo Jesús, el conocido “Dar al cesar lo que es del Cesar”:

“Santo Tomás, por el contrario, siguiendo la tradición griega considera al Estado como una institución natural, cuya principal función es promover el bien común y que sería necesaria  aun cuando el hombre  no hubiera pecado originalmente y no tuviera instintos malos.”

A Tomas no lo mueve el argumento tanto de Hobbes, ni el  de Agustín, de justificar la autoridad suprema del sobrenado terrenal, o del soberano de los cielos, por la maldad de los hombres.

Tomás dice, al contrario, que en cuestiones de las leyes civiles está el soberano aunque en  los hombres no existiera la maldad.

Implícitamente quedaba así establecido la otra parte de la oración: “Y a Dios lo que es de Dios.”

Max Scheler extiende más el análisis al decir que un soberano lo es de su frontera territoriales adentro. Pero que los valores esenciales, de espiritualidad, de cultura,pertenecen  a un “círculo cultural”. Este círculo cultural, por ejemplo, puede ser Europa o dos continentes o los cinco continentes.

Todo Estado tiene su cultura muy propia de ese territorio o país. Está  en los granos de arena con que se alimentaron sus raíces y sus habitantes. Como la  Scarlett Ó Hara que juró, ante Dios y ante los hombres, que jamás volvería a sentir hambre, en tanto arrancaba un fruto  de la tierra de Tara.

Pero esa cultura, local o nacional, además, por sí pertenece a un ámbito más allá de cualquier frontera:

“Todo Estado, debido a su misma esencia, tiene una persona cultural unitaria como fondo de su existencia y su ethos; pero la persona cultural, incluso como unidad, no necesita la unidad de un Estado para su existencia... No es necesario que sea una nación, pueden también ser círculos de cultura” (M. Scheler, Ética)

Los millones de indoamericanos, que ahora viven en Estados Unidos, siempre que pueden regresan a festejar a su Tezcatlipoca en Coyoacán, o al santo o a la virgen de su pueblo, o el 12 de diciembre a su diosa Chicomecoatl-Guadalupe, en la sierra del Tepeyac.

Estén  donde estén, los mexicanos siempre regresan al Tepeyac
Lo anterior se ajusta a lo que Scheler dice del círculo cultural: “Las personas colectivas culturales-nación y círculo cultural-no precisan, en cambio, de un contorno ni de un territorio. Sus personas miembros  pueden cambiar de domicilio, país, patria, y Estado sin perder por ello  su unidad nacional de asociación. En esto justamente se manifiesta la nación como realidad predominantemente espiritual.”

Un matrimonio de argentinos que vive en México, hace cincuenta años, siguen contando, como si fuera el ayer de un día, de la calle Florida de Buenos Aires y del olor a churrasco que por la tardes empieza a invadir las calles de la  capital.

En nuestro libro sobre la ascensión que hicimos al Aconcagua, filo noreste, en 1974 (Los mexicanos en la ruta de los polacos), relatamos de una mexicana, que vivía en Córdoba desde hacía varias décadas, casada con un argentino, nunca había vuelto a México. Pero escuchaba boleros, rancheras y toda clase de música mexicana. Y al platicar casi lloraba de emoción al escucharnos hablar el español de México.

Para Scheler aquellas eternas tesis y contra tesis, Estado-Iglesia,  era una cuestión casera pero en tanto que una entidad es finita, la otra no lo es.

 Igual que la cultura es, está o pertenece a todos, y a ningún pueblo, así la Iglesia por lo que toca a la cultura.

“Es una idea absurda la Iglesia de Estado, como absurda es también la teocracia…La Iglesia una  (Scheler se refiere a la católica pero tácitamente es para todas las iglesias) es por su naturaleza una persona colectiva  que es sobrenacional, y está por encima de los círculos culturales, a la vez que es inmanente a todos los círculos culturales y a todas las naciones posibles.”

SCHELER

“Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de lafenomenología, la ética y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión” Wikipedia





 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EMERSON, FINO SISMÓGRAFO


 

Edgar Lee fue el que dijo que Emerson es un fino sismógrafo.

Registra las diferentes intensidades de la vida humana tanto en el individuo como en el grupo:

“El poeta, el Emerson, es un fino sismógrafo que anota el temblor  de tierra más ligero, es un barómetro que señala  cualquier cambio de la presión atmosférica, es un microscopio que descubre  la presencia de cualquier germen  destructor que corroe  la carne del pueblo, es el análisis químico que revela las infecciones invisibles.”

(Edgar Lee Masters, Emerson, editorial Losada S. A. Buenos Aires, 1945)

Emerson dijo que eso de los dioses no es ninguna fabula. Andan entre nosotros, sólo que no nos damos cuenta. Y si eso sucede, los negamos. Con no seguirlos, o con no leerlos, los negamos:

“Cuando los dioses vienen a vivir entre ellos, no los conocen. Jesús no fue conocido y tampoco lo fueron  Sócrates y Shakespeare.”

Pero no fueron los únicos dioses. En un tiempo en que Nueva Inglaterra era una tierra estéril, pero con un enorme  potencial, Emerson pensó en un devenir que no fuera sólo lo material. Y, al estilo de Eneas,  y otros grandes guías fundadores de pueblos de la antigüedad, escribió:

“Leeréis a Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Platón, Plotino, Yámbico, Porfirio, Aristóteles, Virgilio, Plutarco Apuleyo, Chaucer, Dante, Rabiláis, Montaigne, Cervantes, Shakespeare, Jonson, Ford, Champman, Beaumont, y Fletcher, Bacon, Marvell, More, Milton, Moliere, Swedenborg y Goethe.”  
Mucha de la población no  invierte dinero en cuidar su salud corporal, es decir,  prevenir contra la enfermedad.
De la misma manera no invierte dinero en sanearse  en la cultura.
Los libros cuestan dinero. Pero no más que una botella de vino o que un celular.

 Dibujo tomado del diario El País,11 de junio,2016

Es fácil ver que Emerson no estaba recomendando lecturas  “para leer en vacaciones” o, como dice Enrique Jardiel Poncela “Para leer mientras sube el ascensor”.

Estaba diciendo que abrevar la cultura no es cuestión de algunos años para obtener el título académico. Lo que señalaba era que conocer la cultura es un plan de vida. Y un plan de vida se acaba hasta que se acaba.

Y lo vemos ir entre los bosques que tanto gustaba recorrer, sentarse bajo los árboles de “verdes cabelleras agitadas por el viento”, sacar de su morral un ejemplar de Platón.

“Vio en Platón-escribe Lee-una inteligencia que se apropiaba de los hechos cardinales, una inteligencia que percibió la unidad en la multiplicidad del mundo de las cosas. “El vidente Platón proporcionó las luces  y las sombras de acuerdo con el genio de nuestra  vida”. Emerson  -sigue diciendo Lee- no se contentó con un ensayo  sobre Platón y escribió Nuevas lecturas con objeto de poner al día sus juicios  sobre este filósofo.”

Después Emerson sacaba su diario (porque Emerson era de los que llevaban un diario) y anotaba:

 “’Qué haríamos sin trastos como el Tío Sol y el viejo Moore que duermen en la taberna del Doctor Hurd, y la roja casa de la caridad sobre el arroyo?”

 
EMERSON

“Ralph Waldo Emerson (1803 – 1882) fue un escritor, filósofo y poeta estadounidense. Líder del movimiento del trascendentalismo a principios del siglo XIX. Sus enseñanzas contribuyeron al desarrollo del movimiento del Nuevo Pensamiento, a mediados del siglo XIX. “Como conferenciante y orador, Emerson –apodado «el sabio de Concord»- comenzó siendo la voz líder de la cultura intelectual yanqui. Herman Melville, quien conoció a Emerson en 1849, pensó que tenía un “defecto en la región del corazón” y una “autoconciencia tan intelectualmente intensa que en un comienzo uno duda de llamarla por su nombre”, y más tarde admitiría que Emerson era “un gran hombre”. Theodore Parker, un ministro y trascendentalista, notó su habilidad para influenciar e inspirar a los demás: El trabajo de Emerson no solo influenció a sus contemporáneos como Whitman y Thoreau, sino que continuaría influenciando pensadores y escritores en los Estados Unidos y en todo el mundo hasta el momento. Nietzsche y William James reconocieron la influencia del «Sabio de Concord». También en Henri Bergson, cuyo élan vital es una transcripción literal de lo que él llamó “vital force”.

 

 

 

 

 

 

 

LEIBNIZ, CONTROVERTIDA ARMONIA PREESTABLECIDA


 

Leibniz encuentra la existencia de Dios en su idea de la armonía preestablecida para este mundo.

Schopenhauer dice que, por el contrario, es el peor de los mundos dada la inclinación de los hombres al conflicto, agredirse y hacer trampas mil entre ellos.

Robarse “legalmente”   algunos políticos el dinero del pueblo, desaparecer el dinero de los jubilados, meter a la cárcel a inocentes,  etc.

A tal punto es la corrupción, y la impunidad, dice Schopenhauer, que es mejor que el mundo no existiera.

Pero, ya que estamos aquí, mejor confiar en los perros, que en los hombres. “Entre más conozco a los hombres más quiero a mi perro”, era su lema.

Edgar Lee Masters escribió en su obra sobre Emerson:

“La naturaleza se empeña  en crear cerebros con una diátesis (predisposición orgánica a padecer una enfermedad) para la superstición, la violencia, la codicia, la lujuria, la ignorancia incurable, por lo que su tarea no se encamina  siempre a conducir  al país por el camino que lleva a la justicia y a la nobleza.”
 (Emerson, Editorial Losada, S.A. Buenos Aires, 20 de julio de 1945)

Se llega a tener esta impresión, del mal dominándolo todo,  por los noticieros, los informativos. Más  los electrónicos. Destacar la nota roja como recurso  que la televisora rival no le gane en el rating.

Es una abstracción comercial que deja fuera toda otra actividad de la sociedad emprendedora. Una manera de romper la armonía preestablecida por la sociedad.

Copleston ha observado que no es tan sencilla la religión de la armonía  proclamada por Leibniz. Verla con detenimiento parece plantear más problemas que los que soluciona. La libertad del individuo, por ejemplo, que parece más bien quedar robotizada.

“La doctrina de la armonía preestablecida hace esos problemas aún más agudos de lo que son, en todo caso, en una filosofía teísta.”

Como sea, Leibniz busca alejarse del escepticismo, como el de Schopenhauer, y de toda corriente decadente que intenta llevar los valores esenciales al mundo de la fenomenología y que destaca, como los programas referidos, la nota roja en una abstracción sin hacer caso de la generalidad.

Es sólo un error (inducido) de perspectiva
creer que el mal tiene más estatura que el bien.
Grabado de Doré
(Siempre hay irresponsabilidad en utilizar el término escepticismo como sinónimo de ateismo. Copleston mismo anota que un escéptico puede tener una fe más profunda y por eso indaga, duda, cuestiona, practica la antítesis contra la tesis, al estilo de san Agustín, antes de su conversión al cristianismo)

El delincuente más famoso, de este lustro, ha ocupado la atención de millones de televidentes.

 Ya pocos se acuerdan que en el mundo hay miles de  investigadores científicos buscando la verdad, en la última revelación de la materia, que les permiten sus instrumentos de laboratorio. Pero estos no cuentan para el rating.

Y otros miles de individuos, de religión, que buscan la verdad en los mundos ininteligibles. Estos tampoco cuentan para el rating.

La idea de la armonía preestablecida de Leibniz  busca apoyarse en estas filosofías de progreso material y espiritual, no en las patologías sociales.

En cosas del bien y del mal no vale la democracia. No es cuestión de mayorías. Ya desde la antigüedad escuchamos que alguien  intentó detener la destrucción de una ciudad por estar habitada por perversos. Hasta a los ángeles, que llegaron de noche, querían tirarse.

El último justo, que quedaba en ese lugar, trató de salvar a la ciudad ¿si quedan diez justos suspenderías la destrucción? ¿Si quedan cinco justo suspenderías la destrucción? ¿Si quedara un solo justo suspenderías la destrucción? Un solo justo salvaría a todos.

La idea es que si una manzana podrida descompone a las otras, una virtud activa "alcaliniza" a las descompuestas.

Sabido es que no  perdonó porque la armonía preestablecida se había roto. Aléjate  y llévate a tu familia porque voy a destruirla.

Y con la destrucción se puso claro que hay recompensa y castigo. Así como entre los humanos hay leyes que hablan, y aplican las recompensas y castigos, cuando la armonía social se rompe.

Por eso hay contratos colectivos patrón-sindicato para dejar preestabelcida una armonía de trabajo. Y sus cláusulas de sanción cuando esa armonía se rompe.

La idea de Leibniz, dice Copleston, es que todo apunta en la vida hacia el bien, hacia la armonía:

“En todo caso, la pretensión general de Leibniz es que hay incomparablemente  más bien que mal en el mundo, y que el mal que hay en el mundo pertenece al sistema total al que es como totalidad como hay que considerar.”

Empero, la idea de la armonía preestabelcida no quiere decir  que la vida cabalga en la filosofía perenne, caduca, inmóvil, cuajada, fosilizada, y ¡vamos a echarnos a dormir en la hamaca porque ya todo está  hecho para nosotros!

Todo lo contrario, el espíritu de la cultura occidental es la acción, el movimiento, la persecución utópica de lo nunca alcanzable, porque  se es mediante el hacer. Por eso Copleston anota:

“Al decir que el mundo es el mejor  de todos los mundos posibles, Leibniz no quería dar a entender  que en cualquier momento dado haya alcanzado su máximo estado de perfección: el mundo progresa y se desarrolla constantemente.”

(Volumen 2, tomo IV, capítulo XV)

Leibniz
“Gottfried Wilhelm Leibniz, a veces von Leibniz1 (Leipzig, 1 de julio de 1646 - Hannover, 14 de noviembre de 1716) fue un filósofo, lógico, matemático, jurista, bibliotecario y político alemán. Fue uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, y se le reconoce como "El último genio universal". Realizó profundas e importantes contribuciones en las áreas de metafísica, epistemología, lógica, filosofía de la religión, así como a la matemática, física, geología, jurisprudencia e historia.” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

J.WAHL,ESCRIBIR EN EL QUERIDO DIARIO


 

Las mujeres escriben en su diario íntimo, no los hombres, por eso en el mundo hay no pocas grandes novelistas.

Margaret Mitchell, Louise Erdrich, Jane Austen, Emily Bronte, George Sand, Angela Sommer-Bodenburg…

Escribir, es decir, juntar letras y formar palabras y oraciones, todos lo hacemos con tal de sólo conocer el abecedario.

Describir cosas y situaciones como ir al mercado, comprar jitomates y encontrar a Juan con el que platico de futbol.

En la sociedad del siglo antepasado había la costumbre de escribir en un diario personal. Era el otro yo, el alter ego, el interlocutor. Con él se platicaba: “Querido diario. Fíjate que ayer fui a Coyoacán a tomar un café en El Jarocho….”

Se abandonó la práctica del diario íntimo porque parecía burgués y afeminado. ¿Cómo un rudo herrero o un albañil iba a escribir?

 ¿Por qué los herreros y los albañiles no tendrían que   escribir? 

La cultura no es propiedad de nadie. Que unos manejen presupuestos, y se festinen entre ellos,  es otra situación.

Sin embargo se entiende por escribir la manera de  expresar las ideas. Mis ideas. Y ya metido en el universo de las ideas, primero conocer, hasta donde sea posible, las ideas que han circulado por los siglos.

En la cultura, como en la historia, no hay saltos, solo continuidad. Evolución, no creación. Aun  los pintores y escultores, donde sí hay creación, pero ese estilo  o “escuela” referido a otro, del  que se intenta diferenciarse, con lo que se vuelve a encontrar otra vez el hecho de la continuidad.

Como sucede con la vida del humano que se divide convencionalmente en niño, adolescente, adulto  y  viejo. Es una misma continuidad. Su piel se arrugó, se quedó calvo y panzón, pero pregunten a la mamá si su hijo de sesenta años es diferente que cuando tenía cinco.

Si no aprehendo de los otros puedo encontrarme   con que eso ya lo dijeron. Copleston, en su Historia de la filosofía, relata que Leibniz fue el descubridor del cálculo infinitesimal. Pero que Newton ya había escrito sobre el mismo asunto, sólo que  no lo publicó enseguida... 

Mientras yo me expreso en mi diario está bien. Pero si quiero aportar algo, algún dato, alguna idea, entonces necesito empezar a leer lo que otros han escrito. Aprender de ellos. Con disciplina, con humildad. ¿Cómo pensaron, cómo escribieron?

Margaret Mitchell
Descartes, ese gran filósofo francés, quiso empezar de cero, en el terreno de las ideas  y logró todo un sistema filosófico verdaderamente valioso y original.

Pero visto con detenimiento se encuentran en su obra las influencias de otros pensadores y algunas cosas que otros ya habían dicho. No se plagió sino que se duplicó. Le gustaba Cicerón.

No es que quiera escribir un tratado de filosofía. Sólo contar de la mañana que salí a la calle y a dos cuadras de mi casa vi un avión volar a tres mil metros arriba de mi cabeza, al tiempo que un rufián me asaltaba pistola en mano.

Cuando se me pasó el susto, el miedo, el coraje y el sentimiento de impotencia, recordé a George Steiner, intelectual quien una vez dijo, hace poco, en el mes de julio (2016), en una entrevista publicada en el diario El País, que habrá otros Freud y otros Einstein, pero ya no habrá otro Shakespeare ni otro Cervantes.

Y el modo en que yo lo interpreté, según la experiencia que acababa de vivir, que nuestra ciencia física nos llevó a las estrellas pero, por otra parte la humanidad, o mucha parte de ella, todavía no sale de la cueva y otros todavía ni siquiera entran a ella.

“el instinto-escribe Steiner- me dice que no tendremos otro Shakespeare ni un Mozart ni un Beethoven ni un Miguel Ángel ni un Dante ni un Cervantes el día de mañana. Pero sé que tendremos nuevos Newton, Einstein, Darwin, Hawking…”

Todavía en la calle, antes de llegar al “metro”, pasé enfrente de una panadería. Antes era una librería de usado. Guardaba valores  como Diógenes, Cicerón, Kant, Emerson… Pintaron con cal la fachada pero todavía se ve  su  nombre: La navaja de Ockham.

Recordé lo que más adelante dice Steiner: “A mí de lo que de verdad me entristece es que las pequeñas librerías, los teatros de barrio y las tiendas de discos cierren.”

Entre las cosas que contenía mi mochila, que se llevó el ladrón, iba un libro de P. B. Medewar Consejos a un joven científico. Acababa de leer en él que para escribir es necesario leer:

Dibujo (de Max)Tomado del diario El País, España.
“La única manera de aprender a escribir  es, en primer lugar, leer, estudiar buenos modelos, y practicar.”

Me pregunto cuál será el destino de ese  ejemplar. De seguro lo arrojará a la basura. Aunque nunca se sabe cómo se mueven los dados. Hasta puede ser que conserve el libro y un día lo empiece a leer…Suele suceder.

Un ex presidiario, llamado Jean Valjean, esto sucedió, hace mucho, en Francia, se robó la vajilla de plata del obispo que le había dado alojamiento por la noche y ofrecido una cena en su casa.

El obispo  no lo delató a la policía. Sólo dijo “es el precio que pago por el rescate de su alma.” ¡Y sucedió!

Tal vez  el tal  Jean Valjean haya inspirado a otro francés, éste un filósofo, llamado Jean Wahl, que más tarde escribiría “El  hombre no sabe cómo obra el espíritu sobre el cuerpo; pero hay una relación directa entre el espíritu y el cuerpo, que no es menos real porque no se le comprende.”

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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