MARK TWAIN Y EL PERIODISMO DE TENNESSEE


 

Juicio precipitado es creer que los “medios” nos “hacen”. Se les está atribuyendo un poder de dios que no tienen.

Ni el más débil mental podría ser manipulado por el más astuto jefe de redacción. Creer eso es uno de tantos mitos de nuestra cultura.

De manera injusta los adjetivos abundan para la televisión, las revistas, los periódicos y, por extensión, a libros y la  academia con sus diversos sistemas pedagógicos:

“amarillos”,”vulgares”,”vaciós”,”mercenarios”,”frívolos”,”corruptores”, etc. Sin faltar la contraparte del molde: “culto”, ”balanceado”, ”formativo”, ”veraz”…

Todos se disputan el galimatías de “informativo” y “formativo”.

Lo que los medios hacen es la oferta de su producto. Como el que tiene un puesto  en el mercado surtido de las más variadas clases de frutas. Uno compra la fruta  de su gusto.

Alguien come con delicia los kius y no le gustan las manzanas.Está diciendo cómo es él, con el método filosófico positivo, al preferir   los kius.Y también está diciendo cómo  él es, con el método filosófico negativo, al rechazar comer las manzanas.

Con la observación que para que esto suceda es necesario vivir en un sistema político de democracia bien cimentada, no blandengue. Donde uno pueda decidir verdaderamente en libertad. Si no ¿para qué serviría la democracia y su contexto de fondo que llamamos libertad?

Tal vez una manera de medir la libertad la comprendieron bien los norteamericanos Robert Adler y Eugene Polley. No mediante la encuesta o la cantidad de votos depositados en las urnas. Inventaron ( 1956) ese pequeño aparato accesorio de la televisión que conocemos como "mando  a distancia" o "control remoto" inalámbico. Si no estamos de acuerdo con la programación de un canal nos pasamos al otro, así de sencillo, pronto y expedito.

También la democracia, es cierto, y lo han dicho muchos, es una dictadura, la dictadura de la mayoría, pero es lo que hasta ahora se ha podido encontrar donde se pueda respirar bien. La libertad con sus mil opciones, de comer la fruta donde uno pueda escoger.

¿Y la filosofía,  la cultura, escribir esto o aquello, el deporte, abarrotar los cafés, las exposiciones en las salas de arte?

 Algo tenemos que hacer para no cruzarnos de brazos y morir de aburrimiento, en nuestro tiempo libre después de trabajar el turno, en la fábrica o la oficina.

Esto sucedió hace mucho tiempo, en el siglo diecinueve, allá en 1868, cuando un periodista, urgido por su estado de salud,  se trasladó a Tennessee, sur de los Estados Unidos, y encontró trabajo en el Gloria Matutino.

Su primer puesto fue el de subdirector del periódico. El redactor jefe le pidió que escribiera algo. Que escogiera entre un montón de revistas y periódicos amontonados en el local. El título  del escrito sería. “El espíritu de la prensa de Tennessee”.

En tanto busca y escribe su artículo, Twain nos ofrece lo que parecería el más absurdo contexto de violencia imaginable: disparos de pistola a través de las ventanas de la redacción, bombas lanzadas desde el exterior y que explotan donde ellos escriben, brazos mutilados, violencia contestada desde la redacción hacia el exterior, muertos, heridos, injurias…

Cuando el artículo quedó terminado el redactor en jefe le dijo que  le faltaba coraje al escrito.

-¡Rayos y truenos! ¿Cree usted que es así como pienso hablar de ese hatajo de mulas? ¿Cree que  mis suscriptores van a tolerar semejantes cursilerías? ¡Deme la pluma!”Y sobre el escrito empezó a borronear, tachar, borrar y agregar.

El redactor jefe  escribió el artículo en tanto él lo observaba: “Nunca he vista una pluma  rascando y perforando el papel con tan mala baba, ni meterse tan implacablemente con los verbos y adjetivos escritos por otros” pensó el periodista del norte.


Rascaba y perforaba el papel con mala baba
Cuando el redactor jefe terminó su escrito se lo enseñó diciendo:” Vea, así es como se escribe; echándole pimienta y yendo al grano. El periodismo a base de merengue me pone enfermo.”

Al final el periodista  del norte se despidió del redactor jefe con estas palabras: “la escritura vigorosa ha sido pensada para elevar al público, sin duda, pero es que no me gusta atraer tanto la atención como uno la atrae  cuando escribe así. Me cuesta escribir tranquilamente cuando me interrumpen tantas veces como hoy. Me gusta este empleo, es cierto, pero no  me gusta quedarme aquí para atender a los clientes.”

El redactor jefe del Gloria Matutino conocía la pasta de la gente de ese lugar, en esa época, y lo que hacía era ofrecer la fruta que le iban a comprar.

Cincuenta periodistas cubren la conferencia del presidente de la república. Al día siguiente habrá  circulando,  en los diarios y canales televisivos, cincuenta interpretaciones diferentes de una misma conferencia. Un puesto con cincuenta frutas para los más diversos gustos...

“La llave que nos permite crear lectores es la misma que protege los valores de la sociedad en la que vivimos.” Escribió Alberto Manguel en Babelia, del diario español El País, del 18/04/15.

¿Por qué tiene este o aquel gusto la gente? ¿Quién podría saberlo?

 Alguien cerca de mi casa escucha la Quinta Sinfonía de Mahler y del otro lado de la calle un grupo baila al ritmo del hip hop.

Lo que al redactor jefe le interesaba era vender su periódico y ofrecía lo que  estaba seguro le comprarían.

En cambio al periodista del norte le llamaba ofrecer otro tipo de fruta, para otro tipo de consumidores…Tampoco se creía un dios que pudiera manipular la conciencia de la gente, porque sabía que la gente es como es. Sólo quería satisfacer otro tipo de demanda…

El redactor jefe y el periodista del norte hacían lo mismo: escribir para el público. Pero ya el viejo Terencio, 22 siglos antes de ahora, había puesto las cosas en claro:
 
Cuando dos hacen lo mismo, no es lo mismo.

 
Twain

 
Samuel Langhorne Clemens, conocido por el seudónimo de Mark Twain (Florida, Misuri, 30 de noviembre de 1835-Redding, Connecticut, 21 de abril de 1910), fue un popular escritor, orador y humorista estadounidense. Escribió obras de gran éxito como El príncipe y el mendigo o Un yanqui en la corte del Rey Arturo, pero es conocido sobre todo por su novela Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las aventuras de Huckleberry Finn.Wikipedia


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HERÁCLITO EN AVALÓN


 

Avalón, el reino de las hadas, es habitado por ocho hijas del rey Arturo, una de ellas se llama Fata Morgana.

Heráclito (filósofo griego de Efeso, 535 a C.) es el autor de la doctrina del cambio perpetuo.

La vida, muy realista, muy materialista, y a la vez pura ilusión, como en Avalón.

Recorra usted la calle que caminaba hace cincuenta años. Son las mismas coordenadas pero ya es otro mundo, las gentes, los edificios  ya son otros. Algo quedará sólo como testigo que no fue un sueño. Que estuvo viviendo en algún lugar de la Tierra, no en Avalón.

 Igual sucede con el lugar en el que se jubiló hace tres lustros. Y la muchacha aquella, por la que hasta estuvimos a punto de suicidarnos,  porque no nos hacía caso, difícilmente podríamos ya reconocerla, si es que aún existe.

La vida, la filosofía, se pudre como el agua en el estanque que no se integra a la corriente del río, de la misma manera, escribe, Jean Wahl, siguiendo a Heráclito, la filosofía se mueve mediante contrastes sucesivos.

Los contrastes sucesivos son los que no habría que perder de vista.

La realidad, como la verdad, parece que sólo la encontraremos en el pretérito. En ese pasado petrificado igual que en la misma naturaleza que deviene, la que se vive y la que está por venir.

 La próxima vez que tenga en sus manos una amonita obsérvela, no  con el  cuidado del paleontólogo, sino con detenimiento. Parece querer decirle algo.

Todo a punto de ser conquistado, como el escalador en su cumbre que se le queda viendo a la otra cumbre por conquistar. Y la realidad  se vuelve a convertir  así en una pura ilusión.

Igual  los caminantes deshidratados creen lo que ven  en el desierto de Altar. Siempre al alcance de la mano pero nunca apresada. Es Fata Morgana que nos obliga  a seguir. “sígueme, parece decir, sígueme o morirás “Pero, por más que la sigamos, no la alcanzamos.

Como cuando Wahl se refiere a la verdad: “Si pensamos demasiado acerca de la verdad, corremos el riesgo de hacer que se esfume la idea de la verdad.”

Dibujo tomado de la obra La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich,1968
Pero la verdad no puede desaparecer porque la necesitamos para seguir creyendo en nuestra realidad, en nuestra cordura,  en nuestros valores utilitaristas, hedónicos.

De alguna manera intuimos que es de locos vivir en la abstracción. Como sacar del estadio un equipo de futbol y quedar solo el otro equipo, en una presencia sin sentido, pero creyéndose el absurdo de ser él el más fuerte.

Un país con  puro orden vital sería una aberración, o al menos no sería humano. Pero si sacamos al orden vital quedarían puras tuercas, tornillos  y rondanas. Quedaría puro mecanicismo y nada del azar. De ese azar eminentemente humano.

Wahl: “Toda realidad es contradictoria consigo misma y vive en virtud de esta misma contradicción.”

Es la vieja discusión de si los valores esenciales existen en el universo independientemente de nuestras afirmaciones, o bien, las cosas tienen valor porque nos son agradables, como Fata Morgana, la hijastra del rey Arturo.

Mientras no llegue Alzheimer, nuestros recuerdos nunca   desaparecen. Si desaparecieran sería otro, no aquel en el que se registró el acto del posterior recuerdo.

Estamos en el cambio perpetuo de Heráclito, y Fata Morgana nos precede.

 La clave del misterio, para no acabar en el manicomio, es saber que, si la ilusión existe, lo contrario también. Son dos equipos de futbol, no es uno: “Toda realidad vive  en virtud de su misma contradicción.”

 


Heráclito



 
“Heráclito de Éfeso, conocido también como «El Oscuro de Éfeso», fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C.. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor.” Wikipedia





 

UNA NOCHE DE VIERNES EN BLOOMINGTON, INDIANA, USA.


 

Las cosas son más que meras cosas, dice el poeta en el pequeño y viejo ejemplar que conservo desde 1973, apenas un año de haber salido de la imprenta por segunda vez.

 

abre los ojos y destapa las orejas

no seas el fariseo sin orejas ni ojos

no sea yo la negación de todo este paisaje

bien dibujado en el trasfondo de lo real

de lo que llamas vida

 

Veinticinco siglos llevan los filósofos diciendo que las cosas son más que  meras cosas, unos que sí y otro que no.

 

Cincuenta siglos hace que los reyes de la ciudad de Ur nos dejaron el mensaje, antes de partir a su eternidad: lo valioso que son las cosas, los cacharros, los cachivaches, como ahora decimos. El oro, la plata pero también los recipientes hechos con arcilla, el caballo, el carruaje, la estera, el vestido, la silla para sentarse...

 

John Steinbeck, novelista norteamericano, hasta tenía la esperanza de encontrar, allá en la eternidad, una telaraña para entretenerse en quitarla con una escoba.

 

Los reyes de Ur no se imaginaban una eternidad como ahora la pensamos, flotando  por siempre en los ignotos espacios siderales llenos de luz, donde ya no hay tiempo ni espacio, al margen de todo atomismo, donde esa luz tampoco es atómica.

 

En su eternidad los reyes de Ur  necesitan las joyas tanto como los vasos para el vino ritual y las pinturas cosméticas. Sus funcionarios de primer nivel, sus amigos, sus esclavos y los artistas para las pinturas murales.

 

Seguimos en las mismas en nuestro siglo veintiuno. ¿Podemos imaginar una casa absolutamente vacía, sin muebles, cuadros en las paredes y rincones llenos de trebejos? ¿Podemos imaginar una casa sin libros? ¿Una casa sin alguien que escriba poemas? ¿Una casa sin espinacas y sin refrigeradora?

 

Los filósofos, desde los presocráticos, dicen lo mismo  que las cosas son las cosas y no hay por qué andar buscando debajo de las piedras.  Pero, como Chicomecoatl, la gran diosa madre de los aztecas, con las pesadas garras de águila solar  hundidas en la tierra, los filósofos no despegan porque, como Chicomecoatl, son de la tierra. Ellos no se alejan mucho de su razonamiento lógico y su pesada prosa.

 

Los poetas, rodeados de cosas, dentro de las cosas, sirviéndose de las cosas, hacen abstracción de las cosas y se van a otras dimensiones, como el accionar la torreta del microscopio, poner el de acercamiento con mayor resolución, y dejar fuera todo lo visto con el objetivo gran angular.

 Dicen, como  lo decía Nezahualcóyotl,  como lo dice Sergio Mondragón, en El aprendiz de brujo: primero hay que abrir la ventana para que entre la poesía.

 

abro la ventana, otra vez el viento, la poesía

que alada llega y se sienta, cruza las piernas y sonríe

 

Noche de viernes en Bloomington, indiana

Es noche de viernes en Bloomington, Indiana. Ella, la que vine a buscar, no está más aquí. No importa. Yo estoy vivo, respiro, como, duermo, camino y puedo sentarme a descansar o a escribir poemas, o simplemente a mirar la lumbre del invierno. En las calles los muchachos y muchachas corren en sus autos, beben y apuran los besos y las copas, llenan la noche de los USA con sus preguntas sin respuesta, con sus respiraciones y transpiraciones, con sus sueños sin alas, con sus alas hermosamente desplegadas y listas para ser despedazadas.

La luz ilumina mi mesa de trabajo. En la cocina se pudre la espinaca y gime la refrigeradora. Más allá, en la alcoba, un piano y un saxo se desnudan el alma.

Yo siento el peso de mi cuerpo, la presencia de mi ser, la impaciencia del poema que no acaba de salir, siento el cansancio de mi espalda y la dirección de mi mirada. He tomado un baño caliente, he comido una sopa caliente; estoy solo, enteramente solo,  maravillosamente acompañado por mí mismo  en la mitad de esta noche de viernes en Bloomington, Indiana.

 
S.Mondragón

Sergio Mondragón nació en Cuernavaca, Morelos, el 14 de agosto de 1935. Poeta y ensayista. Estudió periodismo en la Escuela Carlos Septién García. Ha sido profesor de literatura en las universidades Iberoamericana, de México; de Illinois, Indiana y Ohio, en los E.U.A.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NOPPINGEN Y LA POSIBILIDAD DE UN MILAGRO AL ALCANCE DE LA MANO


 

En algunos países hay grupos de Alcohólicos Anónimos y sus habitantes   aseguran que se salvaron de la catástrofe gracias a un milagro.

 
Esta gente no era del convento ni del catecismo, venía del solipsismo.

 
El siglo veintiuno es el de la fenomenología, de la causalidad, seguramente porque cree en los milagros. Como el albañil que, mediante su cordón y su plomada, cree en la irregularidad horizontal y en el desplome.

 
El verano pasado Antonio Muñoz y yo alcanzamos a levantar nuestras tiendas de campaña en lo alto de las montañas del pueblo de Chico, 15 kilómetros al norte de  Pachuca,en el Estado de Hidalgo, México. Este macizo montañoso, de 3 mil metros de altitud, se conoce como Las Monjas.

 
Las primeras dos horas nos cayó una “tormenta de película”, como esa que se ven ahora en la televisión cuyas avenidas  se llevan casas y automóviles. Las otras cuatro horas estuvimos en medio de  lo que se conoce como “tormenta eléctrica”.

 
 Tal cantidad de  relámpagos, truenos y descargas de rayos, que parecían muy cercanos,  a la mañana siguiente, secos y con sol radiante, nos resultaba difícil creer que no hubiéramos terminado como pollos rostizados.

 
Las condiciones normales del día siguiente contrastaban con las condiciones de la noche que acaba de pasar. Según algunos filósofos, entre ellos Spinoza, Leibniz y Kant, se cree en la regularidad porque hay irregularidad. O viceversa.

 
Visto el asunto desde las diversas disciplinas académicas, la explicación puede estar al alcance de la mano. Sólo hay que creer en ella. Y cada quien está en su libertad de creer si el asunto es físico o metafísico.

CAMINAR
 
 En su formidable Introducción a la historia de la filosofía,(UNAM,México,2010),Ramón Xirau, en el tema del Humanismo del siglo XII, anota: “…la ciencia por sí sola carece de valor si no se añade a ella un conocimiento del alma humana, esta maravilla superior según Da Vinci, a todas las maravillas naturales.”

 
En el mes de febrero del 2015, Patricia Ruiz Noppingen, doctora en genética molecular,  expresó por un canal televisivo, visto también en México ( entrevista con el tema: Cáncer de origen bacteriológico o viral), que el ejercicio físico, aunado a la práctica de ingerir alimentos sanos como verduras y el evitar carnes rojas, ayuda a prevenir contra algunos tipos de canceres: “No es cosa de ir a las Olimpiadas-dijo-,pero sí hacer 20 minutos al día caminando subiendo y bajando escaleras.”

 
Caminar con la idea de hacer ejercicio. Aquí también, como en los dos casos mencionados, el de AA y nuestro vivac en las montañas, la explicación puede ser sencilla. Con el sólo hecho de ponernos los tenis para caminar, nuestro estado de ánimo, y sus correspondientes fluidos corporales que se generan, nos pone sin duda en una perspectiva de ánimo positiva.

 
“Si no nos movemos estamos depresivos. Y en América latina aumenta el riesgo de sufrir el cáncer por la ingesta del alcohol, el tabaquismo y la obesidad”, agregó la Dra. Noppingen.

Caminar no basta, hay que comer frutas, verduras y lejos de las carnes rojas.
Con la metáfora que si hacemos esos hábitos patológicos mencionados, y nada nos pasa (porque, en efecto, hasta nada malo puede pasar), es como si,  manejando, nos pasamos la luz roja del semáforo y no encontramos otro vehículo…

 
20 minutos de caminar cada día pueden atraer el milagro de ayudar a prevenir contra el cáncer. Sólo hay que creer en ello y practicarlo.

 
¡Increíble, como todos los milagros!

 
Noppingen nunca mencionó en la entrevista la palabra “milagro” pero es sin duda que, ante la probable manifestación de un cáncer, algunos estaríamos dispuestos a creer en milagros. Como dijo Leibniz, hablando de milagros: si resulta bueno, sino, nada pierdo. O como también anotó Jean Wahl, ese gran filosofo marsellés: “creer en los milagros ya es un milagro”.

 
Como sea, si quiero cerciorarme  que, con 20 minutos, hay una posibilidad de  ayudar a prevenir el peligro contra el cáncer, necesito caminar, subir y bajar escaleras, en el metro o en los edificios, por el resto de mi vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EVASIÓN, CUENTO DE CATHERINE MANSFIELD



 


¿Cuánto tiempo puede vivir un hombre junto a una mujer neurótica?

En todo caso es el hombre el que va a conocerse a sí mismo al vivir en dichas circunstancias.  Como la hidroquinona, en la fórmula del fotógrafo, la mujer va a revelar el modo íntimo de ser de su compañero.

Llegado al límite, su personalidad está en riesgo de  hacerse añicos.

Camino de la estación en la que van a abordar el tren, ella hizo  escenas desagradables. Trinaba contra “el estúpido personal del hotel”, “niños horribles que saludaban desde la ventanilla del tren”, “una mujer que llevaba en brazos a ese bebé con la cabeza horrible, horrible”.

Un tramo del camino estaba polvoso: “Este repulsivo polvo”, dijo ella. El trató de cubrirla con su sombrilla pero ella, iracunda, lo paró en seco: “Haz favor de dejar mi sombrilla tranquila”, después de lo cual arrojó su sombrilla en un rincón del coche tirado por caballos en el que viajaban.

Más adelante un grupo de niños, ruidosos y alegres, corrió tras el carruaje ofreciendo sus flores, flores bellas de todos colores. Él iba a comprarles un ramo para ella pero: “¡Por Dios no les des nada! ¡Típico en ti! ¡Micos espantosos! Ahora nos seguirán por todo el camino. No los alientes: alentarías méndigos.”

Él quiso encender un cigarro pero ella se lo prohibió. Eran los tiempos en que todo mundo fumaba en todas partes y no había nada excepcional en ello. Sobre todo los astros del cine se fumaban   cajetillas enteras de cigarros en una sola película, al estilo de Humphrey Bogart, Paul Newman y Bruce Willis.

Ella se opuso furibunda y él se resignó a no fumar.

En una sacudida del camino la sombrilla se salió del coche. El se ofreció a ir por la sombrilla pero la mujer dijo que ella iba a buscarla. Lo dijo con estas palabras: “si no me escapo un minuto de ti me volveré loca”.

En tanto ella iba a buscar su sombrilla él esperó sentado en el coche, con los brazos cruzados. Fue cuando sintió una gran desazón. “Se sintió como un hombre hueco, marchito, como si fuera de ceniza.”

El final es enigmático. Ya en el tren, que corre velozmente entre la noche, el matrimonio va en él. Ella pregunta anhelante por su marido, que se ha ausentado.

Él, parado en la barandilla, con la puerta del compartimiento abierta.

Mansfield no es más precisa. No se sabe si él saltó del tren o simplemente quiso estar solo por un momento, lejos de su mujer:

“Él se sentía tan celestialmente feliz, allí, de pie, que deseaba poder vivir para siempre.”
 


"Katherine Mansfield es el pseudónimo que usó Kathleen Beauchamp (Wellington, Nueva Zelanda, 14 de octubre de 1888 - Fontainebleau, Francia, 9 de enero de 1923), una destacada escritora modernista de origen neozelandés. Kathleen Bowden Murray nació como Kathleen Beauchamp el 14 de octubre de 1888 en una familia de clase media de origen colonial, en Wellington, Nueva Zelanda. Vivió con sus padres, dos hermanas, una abuela y dos tías adolescentes. Tenía una madre que era muy controladora, por lo que fue criada por su abuela. Esto se produce porque su madre quería tener un hijo, lo que provocó que ella le estuviera constantemente indicando que era un "accidente", por lo que no mostraba interés por ella."wikipedia

 
 
 
 
 
 
 
 





 

 

 

 

 

 

 

W.DURANT, FRANCISCO Y LA ARISTOCRACIA DEMOCRÁTICA


 

En democracia cualquiera puede  dejar el arado o el taller o su tienda de abarrotes y llegar a presidente de la república.

Pero tendrá que marcharse en breve sino quiere ser derribado por el pueblo que no gusta de las permanencias prolongadas.

Sólo que el hijo del pueblo, el otrora convencido republicano, se enamora muy pronto del poder y después ya no quiere irse.

Entretanto aparecen los experimentos que cuestan mucha sangre al pueblo, dinero y, sobre todo, mucha libertad. Una tribu política  quiere desplazar a otra, un sistema filosófico la emprende contra todas las otras filosofías. Es la vieja película de la humanidad.

Se rompe así la cadena de la democracia y tarde o temprano habrá que empezar de cero para reestablecer esa amada democracia. Durant:

“La cordura del individuo se basa en la continuidad de su  memoria, la del grupo en la continuidad de la tradición; en ambos casos, la rotura de la cadena implica reacciones neuróticas y disturbios que hacen peligrar la vida.”

El ejercicio dialéctico está en la médula de la democracia. Argumentar, oír, escuchar, disentir, consensar o, como se decía todavía para terminar el siglo pasado, siguiendo a Hegel, sintetizar.


Por otra parte las aristocracias modernas andan en la dulce vida, como se llamaba en tiempos remotos al hedonismo. Se han vuelto blandengues.

 Es un grupo  reducido, de la clase media, que saca adelante los avances de la ciencia y trata de conservar, y si puede hacer avanzar, el mundo de los valores vitales.

Durant es implacable con nuestros aristócratas: “Los aristócratas modernos se pierden en hedonismos despreocupados y diletantes, bulliciosos, cómodos, en que los privilegios del momento son gozados plenamente y las responsabilidades dejadas de lado e ignoradas. El concepto estrecho que tiene de la herencia, y la orgullosa limitación numérica de las que pudieran tomar por esposas y el ambiente mimado en que se desenvuelven, les lleva a la degeneración; sus figuras son delicadas físicamente  y flojas moralmente y en un siglo descienden de la genialidad a la mediocridad.”

 En la aristocracia añeja, valga la expresión, sólo caben los aristócratas. Sus filtros no permiten que lleguen los hijos del pueblo. Estos “ni siquiera saben comer con cubiertos”. Y cuando lo intentan el pollo se les sale del plato.

Hay otra aristocracia, dice Durant, a la que se puede llegar a la cúspide desde el barrio marginal y es, en ese sentido, más demócrata que la más demócrata de las democracias. Es el Papado.

En el Papado, igualmente, pocos renuncian. El caso más reciente es el de Benedicto XVI ( 2005-2013).

Como en las democracias, aquí también hay que marcharse. Y en breve. Se llega a ella en edad avanzada y el fin no puede estar muy lejos ¡y la estructura queda!

El promedio es de siete años ( del año 30 hasta la fecha, entre 266 papas). Jorge Mario Bergoglio tomó posesión el 7 de abril de 2013)

En el mundo del siglo no se quiere ya a los viejos, se nombran jóvenes, estos no se van, se hace la tremolina y al final hasta la estructura se cuartea. Y tan cuarteada queda que mejor hay que cambiarle las siglas.

El actual Papa, Francisco, salió desde los barrios argentinos y ha declarado recientemente a los medios que su estancia ahí será breve. Hasta ahora nadie sabe  decir si está pensando  en su avanzada edad o también en renunciar.

Y otra vez esa singular fórmula de gobierno, terrenal y espiritual, aristocrática y democrática, que de cerca o de lejos, ha conocido la humanidad, sigue en pie. Durant lo dice de esta manera:

“¿…qué distancia hay entre la duración de los Habsburgos y la cadena interminable del Papado? Los monarcas más ilustres de Europa han sido los papas y la regente más importante del mundo ha sido la Iglesia. Y en ésta la herencia no cuenta para nada. Cualquier hombre puede elevar su trayectoria desde el arado al Vaticano. El gobierno más fuerte de la historia ha sido esta democracia aristocrática. Quizá algún día seamos lo suficientemente avisados como para decidirnos por un Gobierno de ese estilo.” ( Will Durant, Filosofía ,cultura y vida, II tomo, 1960,Buenos Aires)

 


“William James Durant (5 de noviembre de 1885 - 7 de noviembre de 1981) fue un filósofo, escritor e historiador estadounidense de los siglos XIX y XX. Conocido ante todo por su obra The Story of Civilization (Historia de la Civilización) narrada conjuntamente con su esposa Ariel. Nació en North Adams, Massachusetts. Sus padres Joseph Durant, y Mary Allard, emigrantes franco-canadienses, formaron parte de la emigración de Quebec a los Estados Unidos.En 1900 comenzó su educación con los Jesuitas en la Saint Peter's Academy. Más adelante, continuó en el Saint Peter College en Jersey City, Nueva Jersey. En 1905 adoptó la ideología Socialista. Graduado en 1907, trabajó como periodista para el New York Evening Journal de Arthur Brisbane.”

LO ÚTIL, SEGÚN CICERÓN


 

Lo útil y lo honesto llama Cicerón a lo que más acá los filósofos encuadrarían como lo material y lo vital.

Cicerón nació un siglo antes de la era cristiana, fue poeta, un hombre muy culto y siguió el camino de la jurisprudencia.

Con tal brillantez todo, que aun joven fue declarado por el Senado de Roma “Padre de la patria”.

Toda su obra va enderezada hacia el respeto  de las leyes que se dan los hombres cuando están en libertad.

Pero interpretadas estas leyes con honestidad, no enredadas entre sofismas. De ahí su binomio de valores utilitaristas y valores esenciales, como un todo.

Muy acá John Locke (siglo diecisiete), tenido como el representante más ilustre del empirismo de la edad moderna, llamaba igualmente a observar la ley:

“Tiene el estado de naturaleza ley natural que lo gobierne y a cada cual obligue; y la razón, que es dicha ley, enseña a toda la humanidad, con sólo que ésta quiera consultarla, que siendo todos iguales e independientes, nadie, deberá dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones…”

La tesis de Cicerón es que ambas cosas hacen un mismo paquete. Lo honesto es útil y viceversa. Pero útil y viceversa desde el ritmo de la naturaleza, no de criterios abstractos, siempre susceptibles de acomodarlos a los intereses utilitarios propios.

Separar las partes de este binomio  es siempre   sospechoso para Cicerón. Y para el que así  hace tiene muy duros juicios que quedan expuestos en el capítulo VIII de su libro tercero de Los oficios.

“Oficios” llama Cicerón a los deberes u obligaciones, no como ahora se entendería como profesiones técnicas.

Como siempre es huidiza la definición de lo que es bueno, Cicerón parte de la definición de lo que está enfrente, lo malo. Es sencillo y va al grano, lo que incomoda: “No puede ser bueno y útil aquello a que se siguen la pena de las leyes, la torpeza, la deshonra y remordimientos de la conciencia.”

 

“Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero1 (pronunciado ['mar.kʊs 'tul.liʊs ˈkɪkɛroː]), (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.”Wikipedia

 

CICERÓN

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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