Posición de los pies en la escalada

agarrar el habito de subir con botas para escalar desde las primeras ascensiones. Se estará en posición de poder atacar cualquier obstáculo alpino sin importar la cota en el que éste se encuentre, de roca, nieve y hielo.
Tomado del libro Técnica Alpina (autores Manuel Sánchez, dibujos, y Armando Altamira G., textos)
Editado por la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas de la Universidad Nacional Autónoma de México
1978
Lo ideal en materia de escalada es que se suba con la fuerza de las piernas. Las manos y los brazos servirían mayormente para avanzar a través de guardar el equilibrio. Una malformación en el aprendizaje hace que gastemos más energía en los brazos. Escalar con las piernas-pies es posible en vías de ascenso hacia la cumbre en el alpinismo de montaña, sobre terreno que admita  el uso de las botas y llevar mochila. Esta es una exigencia en escaladas largas y ejecutadas arriba de los 4 mil metros sobre el nivel del mar.

La escalada de salón, muy fina, destinada a concursos y exhibiciones de destreza, requiere otros implementos que prescinden de botas y mochila .Invierte el planteamiento  y utiliza la fuerza de las manos y no tanto la de las piernas.
Necesario evitar la situación como la figura inferior. Provoca inestabilidad.

Mostramos algunos modos de evolucionar mayormente a base de piernas-pies.

Posición de las manos en la escalada

Tomado del libro Técnica Alpina (autores Manuel Sánchez, dibujos, y Armando Altamira G., textos)
Editado por la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas de la Universidad Nacional Autónoma de México
1978

Lo ideal en materia de escalada es que se suba con la fuerza de las piernas. Las manos y los brazos servirían mayormente para avanzar a través de guardar el equilibrio. Una malformación en el aprendizaje hace que gastemos más energía en los brazos. Escalar con las piernas-pies es posible en vías de ascenso hacia la cumbre en el alpinismo de montaña, sobre terreno que admita  el uso de las botas y llevar mochila. Esta es una exigencia en escaladas largas y ejecutadas arriba de los 4 mil metros sobre el nivel del mar.


La escalada de salón, muy fina, destinada a concursos y exhibiciones de destreza, requiere otros implementos que prescinden de botas y mochila .Invierte el planteamiento  y utiliza la fuerza de las manos y no tanto la de las piernas.

Mostramos algunos modos de evolucionar mayormente a base de brazos-manos.








La unidad cultural del imperio bizantino


El imperio bizantino
Norman H. Baynes
1925

La gran lucha en el terreno religioso que se vivió aquí  fue entre la esencia romana, llamada “paganismo” y el cristianismo apostólico de Pedro Y Pablo.

En tanto que los valores antiguos, como la virtud, fueron observados, desde la turbamulta hasta los salones imperiales y senatoriales, los dioses procedentes de la Helade griega fueron inconmovibles y Roma siguió conquistando.

Con reservas culturales el pueblo es como es. De otra manera  será como lo hagan. La parte oriental  del imperio romano, llamado imperio bizantino, duró, como tal, mil doscientos años. Da idea  de una solidez  ideológica, social, guerrera, tecnológica y espiritual.  Diferente al galimatías social que le han dado no pocos  historiadores.

Por conveniencia administrativa, y mejor conservar las tierras conquistadas, la otra cabeza del impero romano fue fundada en tierra de los griegos, en el lugar llamado Bizancio, al que luego se le llamaría Constantinopla, a partir del 8 de noviembre del año 324. Esta fecha corresponde a la elevación de Constantino como Cesar. Durante los siguientes seis años se construyó la muralla que rodeaba a la ciudad y a su término, el 11 de mayo de 330 se celebró la inauguración de Constantinopla.

Un imperio, el romano, que se resiste más de mil años  en morir, es un baluarte  de recuperación de energías. No la Babel  traumática,  confusa y agonizante  que presentan los historiadores. Con algunas excepciones, casi la totalidad de estos escritores redactan como un personaje de Shakespeare, en Medida por Medida: “Escribiremos desde nuestro tiempo y según nuestros intereses”. Como resultado de eso, lo que conocemos del imperio romano del este es, en efecto, un galimatías.

La virtud pagana  del imperio de occidente  empezó a decaer, sus emperadores se volvieron blandengues, las costumbres se corrompieron y la corona se compraba entre los pretorianos al mejor postor. Fue cuando el pueblo empezó a tratar de recuperar aquella “virtud pagana” y encontró a los predicadores que llegaban del este del imperio romano.

Olía a oriental pero decía cosas que eran inverosímiles hasta entonces como perdonar las ofensas y que las mujeres ya no murieran apedreadas.  Pero  encontró a estos predicadores de la nueva virtud  en medio del Foro, frente al hocico de los leones y que servían como diversión en tanto morían y con su carne alimentaban a las fieras. Seguían a un hombre al  que habían llamado Jesús- Cristo y a ellos se les conoció como “cristianos”.  Durante trescientos años fueron perseguidos.

No obstante, con el tiempo la nueva religión ganaba adeptos y en adelante los ejércitos romanos estaban compuestos por “paganos” y cristianos. Y más adelante estos fueron más que aquellos en número. Esa fue la gran visión de la madre de Constantino, cuando éste se enfrentó a Licinio “Con éste signo vencerás” dice la tradición que le presentó  una cruz a su hijo antes de la batalla. Y ganó.  Era una manera de decir  que en esa batalla su ejército tenía más cristianos que paganos. Y si tomamos en cuenta que en el ejército  enemigo, también romano, menudeaban igualmente  cristianos…

El cristianismo pasó a ser, de perseguido, a   religión de Estado. La batalla religiosa se dio en adelante entre el paganismo, que seguía fuerte, el cristianismo romano y las sociedades evangélicas  que protestaban  contra el cristianismo apostólico de Pedro y Pablo. Nunca el mundo antiguo conoció una confrontación dialéctica más rica en ideas metidas en un mismo caldero.

No obstante, Constantino tuvo una gran apertura  para los otros modos de pensar, fueran laicos, paganos o religiosos. De él se dice  que, en materia de religión,  persuadía, pero no obligaba. Cuando el cristianismo, ya romano, abrió las puertas, entraron los cristianismos liberales o sectarios. Todo en el mismo caldero. Ese intercambio dialéctico de ideas duró más de mil años. Esta gran apertura ha sido señalada como confusión. Cuando el Islam conquistó Constantinopla  ya no hubo “confusión”. Se había acabado la discusión.

Como sea, la fusión de esas esencias helena, romana y oriental, son claves decisivas en la vida espiritual del mundo. Es lo que conocemos como “cultura occidental”. Misma que ahora también pertenece a los pueblos originales del Nuevo Mundo. Debido a las olas de la historia  aquello tan lejano en la distancia, y en el tiempo, ha venido a ser también lo nuestro. Y hay una cierta fusión de Constantinopla  con Ullman, Teotihuacán, Mayapan, Inca, los ranqueles, etc. En cuanto a maneras de pensamientos abstractos y concretos, idiomas y tecnologías. Culturas de  calidad invaluable. Para ser precisos se llama Imperio bizantino a la fusión de las tradiciones helenística  y romana.

 Con la exigencia que hay que conocer este sobre saber o esta sobre información. D e otra manera no sirve de nada positivo. O se nos presentan deformadas y  quedan fijas en la mente como si fueran legítimas. A la expresión “bizantina” s e le han dado connotaciones patológicas no obstante ser  la confluencia  de grandiosas manifestaciones culturales y espirituales de la antigüedad. Imperecederas porque aun viven en nuestra  existencia diaria, común y corriente, así como en las expresiones de la gran cultura.

El imperio romano oriental  dio principio en el primer tercio del siglo IV y duró hasta el año 1204. Después  de esta fecha  siguió la cultura occidental pero ya bajo el dominio de las Cruzadas que pronto se alejaron del esquema  imperial  y derivaron hacia el feudalismo. El gran centro cultural había terminado pero de alguna manera  esta cultura subsistía. Hasta que en 1453 Constantinopla  fue conquistada por los turcos  y el Islam.

Constantinopla esta al norte del Mediterráneo, frente al Mar Negro. Un poco más allá del emplazamiento de la  Troya cantada de Homero. El imperio romano, el de occidente y el de oriente, eran uno solo en lo administrativo. Con sus cuestiones lógicas debido a la distancia. Lo mismo la iglesia cristiana católica, ya llamada Iglesia cristiana, católica, apostólica, romana. Cuando  Constantinopla cayó ante los turcos ya la  parte oriental de la Iglesia   había  penetrado en las extensas regiones al norte este  del Mar Negro. Conocida como Iglesia ortodoxa, que es la misma que la romana. 

“Es a Constantino a quien debe Rusia  su  cristianismo. La conversión de la princesa Olga en 957 parece que rindió pocos frutos, pero cuando Vladimiro, después  de la captura del Quersoneso en 988, recibió el bautismo de la iglesia  de los Panagia-la Santísima Madre de Dios- en aquella ciudad, y se casó con Ana, la princesa bizantina, el príncipe impuso  su nueva fe a sus súbditos paganos y Kiev  se convirtió en un estado  cristiano, y en aliado del Imperio.  La conversión del poderoso señor  de Kiev es seguramente uno de los acontecimientos  más sobresalientes  de la historia universal”.

Por lo demás, gracias a la Iglesia, el helenismo nunca desapareció de Bizancio: “ En los siglos oscuros  de la opresión turca fue la que mantuvo vivos  los fuegos casi apagados del  helenismo y esa misma  Iglesia existe hoy , leal todavía a  su empeño de tantos siglos”.

Hemingway y la Fiesta

Es la Fiesta de San Fermín.  Lo que el mundo conoce como “Pamplonada”. Una corretiza de individuos entre la multitud huyendo  desaforadamente entre calles estrechas seguida de cerca por los toros. Todos, humanos y animales, provocando en su organismo desacostumbradas cantidades de adrenalina. Evitando, o tal vez facilitando, morir entre  los cuernos de los toros. Algunos lo consiguen.  Pero también los personajes de esta novela se la pasan en una prolongada  fiesta. Van por las ciudades de Europa de un café  a otro o de bar en bar. Hacen un grupo de “amigos literarios”.

Hemingway guarda un cuidadosos equilibrio de elementos en esta obra, como sólo se logra si el escritor posee un amplia cultura  y, también,  si se encuentra alejado del espíritu  de la  secta.  Jake Barnes, el alter ego de Hemingway en esta novela, el que cuenta en primera persona el relato, es católico, muy amigo de otro personaje central de la obra, Robert Cohn, judío. Amigos que andan de Nueva York a Paris y de aquí a España, en plena fiesta. El autor no aprovecha la tinta  para estigmatizar a algunos de los dos por sus preferencias espirituales. Mike, uno del grupo de juerguistas, insulta fuertemente a Robert Cohn. Pero no es por motivos raciales y confesionales, sino por líos de faldas. Ambos se andan “tirando” a la encantadora Brett Ashley. O por mejor decirlo: ella se anda tirando a  los dos.


Brett es una  mujer que forma parte del grupo, con la suficiente hermosura y liberalidad, como para dar y repartir sin prejuicio alguno.  Brett y Mike se trataban como pareja sexual. Ella había tenido que ver ocasionalmente con Roberto Cohn, pero más con Jake Barnes. Por alguna cuestión que nunca se aclara, Jake no puede ya acostarse con Brett, aunque ambos lo desean. Cohn está prendido de ella y la sigue por todos lados, provocando la ira de Mike. En cierta ocasión alguien le dice a Cohn, refiriéndose a Brett, tratando de molestarlo: “Se ha acostado con un montón de tipos mejores que tú”. Brett se refiere a una disposición para el sufrimiento que tiene Cohn. La muchacha le confiesa a Jake: “Odio su maldito sufrimiento”.

Pedro Romero es el joven torero que conocen en Pamplona, guapo, exitoso como torero y por el que Brett también acaba sintiéndose loca. Los dos enloquecen uno por el otro y al final cada quien se quedará con su narcisismo. Ella no es para uno ni él es para una ni para otra cosa que no sea su arte de torero.  La filosofía de este artista  del ruedo era: “Mato a mis amigos (los toros) para que ellos no me maten a mí.”



Hemingway no dice directamente que Brett es una mujer atractiva. Lo hace  de la manera cuando el grupo de amigos va caminando por la calle,  rumbo a los corrales para ver le ceremonia de  corrida de los toros. Pasan frente a una bodega que vende vinos baratos. Una mujer llama a  tres jóvenes para que se asomen  a la ventana y vean pasar a Brett: “La mujer que estaba en la puerta  del establecimiento  se nos quedó mirando cuando pasamos por delante de ella. Llamó a alguien que debía  de estar dentro de la casa y aparecieron tres jóvenes  que se asomaron a la ventana  a mirar a Brett”.

Brett es lo suficientemente abierta para conocerse a sí misma. Enseguida le dice a  Jake: “No puedo evitarlo. Soy una perdida. Es como si algo me estuviera desgarrando las entrañas…De todas maneras ya soy una mujer descarriada…He perdido todo el respeto hacia mí misma.”


Es deliciosa la descripción que Hemingway hace  de la pesca en el río Irati, Burguete, España, en el momento que Jake Barnes pesca seis truchas. Los movimientos, simples,  para colocar los peces en la cesta, puede hacerlos sin precipitaciones de redacción: “En poco rato  pesqué seis, casi todas del mismo tamaño. Las coloqué una al lado de la otra, con las cabezas en la misma dirección, y las miré detenidamente. Tenían un color  esplendido y el agua fría las había  hecho firmes y duras….tomé unos helechos que  metí  en la cesta, coloqué sobre ellos una capa de tres truchas, que cubrí también con helechos. La bolsa abultaba bastante y la coloqué a la sombra de un árbol”.

Enseguida describe un detalle perfectamente insignificante que, por lo mismo, adquiere importancia. Después de pescar, en el almuerzo, él y su amigo  Bill, se toman una botella de vino y la otra botella: “la dejé apoyada contra el tronco de un árbol”.    ¿A quién se le ocurre describir que dejó la botella apoyada contra el tronco de un árbol?

Al comienzo del almuerzo uno de ellos desenvolvió una pierna de pollo que llevaban envuelta en papel periódico. Esta sola descripción daría material para la antropología. Y, en seguida, de la manera más coloquial, esos  dos aficionados a la pesca en el río, nos mencionan que al menos  hay dos teorías de por qué existen las cosas y la vida: la creacionista y la evolucionista.  Están pelando huevos cocidos y se pregunta qué fue primero si el huevo o la gallina.  Y Bill, mientras chupaba el resto del muslo del pollo, respondió: “Cómo vamos a saberlo.”  Después de echarse un generoso buche  de vino, para bajar el bocado de pollo, el otro dijo: “No dejes que la duda se adueñe de nosotros, hermano. No dejes que nuestros dedos de simios burgueses escarben en los sagrados misterios  de la cría de aves. Aceptémoslo todo con la fuerza de la fe”.



Hemingway describe  el ambiente de la fiesta pamplonada o Sanfermines.  Es un ambiente de fiesta que contiene todos los elementos posibles en el humano. Sibarita, pecuniario, artístico, sado-masoquista, espiritual y altamente báquico. El camarero que le servía una taza de café a Jake Barnes hizo la semblanza  de la Pamplonada. Lo hizo sin el menor entusiasmo por todo aquello que volvía locos a los miles, tal vez millones, de participantes del lugar y de los extranjeros conocedores y villamelones que asisten a la misma cada año. Lo hizo  como lo  hubiera hecho un contador o un agiotista. Moría la gente entre los cuernos de los toros por pura locura, sin sentido práctico: “No veo dónde está la diversión en una cosa como esa.”

Al final de la semana de los Sanfermines la ciudad queda vacía y el grupo de amigos “literarios” también se disgrega. La última escena es cuando Jake Barnes y Brett van en un automóvil. Momentáneamente van juntos para separarse en breve. Ella irá a vivir con Mike.  Otra vez le dice  Brett a Jake que ella, que  todo eso, hubiera sido diferente si los dos vivieran juntos. Sí, dice él, todo hubiera sido diferente…

Mark Twain y la rana saltadora del condado de Calaveras

La célebre rana saltadora del Condado de Calaveras

Mark Twain
Simón Wheeler  era un viejo bonachón que atendía una cochambrosa taberna del ruinoso campamento minero de Ángel  ´l s. Era gordo y calvo y que en su  semblante había una tranquila expresión de amabilidad y sencillez.

Poseía la habilidad del viejo Homero, el de la Ilíada, para repetir de memoria relatos mil veces, sin variar, ni siquiera una letra. Inicio, desarrollo y final, siempre eran los mismos, invariablemente. Con un tono en la voz y un ritmo en el relato absolutamente sin prisas, como corresponde  a individuos habitantes del campo o de la etapa pre- industrial, antes de conocer la neurosis. De sus relatos orales bien podría decirse, como dice  el Corán, este relato tiene tantas palabras y tantas letras.

Sólo que Simón Wheeler no gusta de contar cosas terribles como la conquista de una ciudad o las tragedias de Eurípides o cosas así. Contaba cuentos de animalitos. Y es que el tal Simón Wheeler  es, en este cuento, el alter ego de Mark Twain. Ese escritor estadounidense que  atizó la imaginación cuando éramos niños. Viajábamos hacia las islas ignotas  que sólo estaban del otro lado del río o formando parte de un grupo de niños que, una noche, armados de palas y picos,  se escapan de la vigilancia de la mamá para ir a buscar tesoros entre las ruinas de una casona abandonada al final de la calle.

Wheeler le contó  que en cierta ocasión, allá por el verano de 1849, había conocido a un tal Jim Smiley, que era un apostador empedernido. Apostaba por todo pero no con  lo que s e apuesta en los casinos. Es decir con cartas o ruleta. Apostaba con las peleas de gallos o perros o alacranes o pulgas. Dijo que era capaz de apostar en una carrera de chinches y seguirlas hasta llegar a México: “Si veía a una chinche caminando sin rumbo fijo, apostaba sobre cuanto  tardaría en llegar adonde fuese  y si le aceptabas la apuesta, seguiría al chinche hasta México, pero averiguaba dónde iba el bicho y cuánto tardaría en llegar.”

Una vez tuvo un perro muy bravo para pelear  y ganaba las apuestas que Jim Smiley hacía. El perro se llamaba Andrew Jackson. Finalmente se topó con una rana y se le ocurrió que podría enseñarla a hacer cosas para después apostar  con  los incautos que creyeran que era una rana común y corriente. Se pasó tres meses haciendo que brincara más que cualquier otra rana.

Cuando Dan ´l Webster, que así se llamaba la rana, estuvo lista Wheeler hizo su primer demostración en la taberna: “La puso en el suelo, como decía, y exclamó;”moscas, Dan ´l, moscas”. Y en un abrir y cerrar de ojos la rana dio un salto, atrapó una mosca que había encima del mostrador  y volvió a saltar al suelo, sólida como una pella de barro. Se quedó rascándose la cabeza  con una de las patas de atrás, tan indiferente como si lo que acaba de hacer pudiera hacerlo cualquiera  otra rana.”

El caso es que Smiley guardaba la rana en una cajita de malla y a veces la baja al pueblo para apostar. En una ocasión un forastero que se hallaba en el campamento le preguntó que guardaba en esa cajita. Smiley le contó de su rana que tenía habilidades especiales. Sin revelarle todo el secreto  que él la había sometido a un entrenamiento largo y disciplinado.  Finalmente logró hacer que el forastero apostara. Si tuviera una rana apostaría, dijo el otro. Eso no es problema. Smiley, en el afán  de ganar la apuesta, se ofreció a ir al estanque cercano por otra rana. Le encargó a Dan ´l Webster al forastero. Este se quedó intrigado: “pensando y pensando y luego sacó la rana de su caja , le abrió la boca y con una cucharilla  empezó a meterle perdigones dentro. L a dejó llena hasta casi rebosar. Y luego la colocó en el suelo.

Al regreso de Smiley empezó la competencia de las ranas: “Él y el forastero  empujan a las dos ranas por detrás  y la rana recién atrapada  pega un buen bote. Y Daril hace un buen esfuerzo y trata de saltar pero nada…no pudo ni moverse”. 

El forastero cogió su dinero y se marchó. Un poco después Smiley descubrió la trampa del forastero, lo buscó pero ya no lo encontró…

Shakespeare en Medida por medida

Ángelo, juez en Viena,  sentencia a muerte a Claudio, hermano de Isabela. Ángelo está dispuesto a perdonar la vida del sentenciado sólo si Isabela  acepta sus pretensiones sexuales. Este juez  es un enamoradizo pues ya antes había empeñado su palabra con Mariana. Esta muchacha está enamorada de Ángelo pero este se negó a casarse con ella.

Este es el leit motiv de la obra. ¿Cómo salvar a Claudio  del verdugo sin que su hermana  tenga que entregarse al juez?

La pieza central de los acontecimientos es el Duque, suprema autoridad pero, a fin que los caracteres se manifiesten tal como son, el Duque se viste  de fraile (fray Ludovico) y se desplaza en medio de la trama sin que nadie lo descubra. Así va conociendo de cerca de qué mezcla están hechos esos humanos.

Con las excepciones de Isabela  y el Duque, el resto de los personajes de esta obra son deshonestos, licenciosos y libertinos. Hay leyes pero, empezando con el juez, sólo  sirven para pasara sobre ellas. El autor introduce un relato para dar a entender la trampa  en la que  la aparente rectitud del juez se escuda.  Cuenta que un pirata santurrón  se hizo a la mar  llevando los diez mandamientos pero, “raspó uno en la tabla”. En  vista de este panorama tan corrupto, el Duque se ve en la necesidad de componer las cosas por mandato suyo: “No hagamos de la ley un espantajo para asustar al ave de rapiña, permitamos que se conserve idéntica hasta que la costumbre  la convierta  en percha, no en objeto de terror.”

Es la idea de sanear los rincones de la autoridad corrupta y lo demás se curará en consecuencia. Alguien le dice al Duque: “Si su excelencia toma medidas contra las prostitutas y los libertinos no necesitará preocuparse  por los proxenetas”.

 De lo contrario, la negligencia o la componenda deja pasar una falta y  lo demás vendrá en cascada: “La ley no estaba muerta, aunque dormía. Esos muchos nunca hubieran osado si aquel primero que infringió el edicto hubiera respondido por su acción.” A esto, dice Shakespeare, sigue la imitación: “El ladrón a robar tiene derecho ahí donde los mismos jueces roban.”

Cuando los personajes deshonestos quedan al descubierto, el Duque sentencia que se aplique, en la misma medida, a los ejecutores del daño cometido. Si a Claudio lo sentencian a muerte el juez deberá morir también, etc. Por eso la obra se llama: Medida por medida. Es la sentencia que se da en algunas religiones de la antigüedad: “¡Ojo por ojo!”. Sin embargo el Duque, de Viena, que es, como se dijo, el que administra la justicia observando las leyes, da una solución del Nuevo Testamento. Busca el arreglo de lo desarreglado y perdona: “El cielo hace lo mismo con nosotros que nosotros hacemos con la antorcha porque no la encendemos para ella; pues si nuestras virtudes no trascienden sería igual que si no las tuviéramos”.


Hay otro pensamiento que presenta el error como una posibilidad de elemento didáctico: “Hay quien dice que los mejores hombres son modelados por sus propias faltas, y que en su mayoría son mejores por haber sido un poco malos.”

 Uno de los mensajes de este trabajo de Shakespeare es que si las leyes, emanadas de la democracia, mediantes los representantes del pueblo, no se respetan, puede dar ocasión para que aparezca la mano dura de alguien. Pero también, si esa mano dura aparece, tendría que ser ésta tan atenta de las necesidades del pueblo que, como en las Mil y una noche, el príncipe tendría que convivir de incógnito entre la gente para conocer sus necesidades reales y no las que le cuenten o le oculten sus incondicionales. Esta es la idea que el Duque se haga pasar por fraile: “Pronto veremos si el poder modifica a los mejores o tenemos acá simuladores”. Sin embargo el Duque está consciente de su responsabilidad y sabe que tiene que poner el ejemplo haciendo lo que dice, no nada más diciéndolo: “Quien esgrime la espada de los cielos tan santo habrá  de ser como severo.”

A instancias del Duque, se arma una estratagema para salvar a Claudio del hacha del verdugo, que Ángelo, el juez, se case con Mariana y al final, conocedor el Duque de los sentimientos nobles de Isabela, éste le pide que lo acepte como su esposa.  Este final feliz es necesario después de haber atravesado el lector por un texto lleno de deshonestidades. La enseñanza de la obra está en el desarrollo de la misma, no en el final.

Caminata para llegar al Campamento Base de la montaña

Tomado del libro Técnica Alpina, editado por la Dirección de Actividades Deportivas y Recreativos de la Universidad Nacional Autónoma de México,  1978. Autores Manuel Sánchez y Armando Altamira Gallardo.  Sánchez es el autor de los dibujos.


Se trata de una manera de ver la marcha de aproximación, de los miembros que componen una expedición. En especial si ésta se dirige hacia una montaña apartada y, por lo mismo, exenta de albergues o refugios de alta montaña.

Como se explica en la nota, la idea es tener en cuenta el factor de aclimatación a la altura. Esta requiere prolongados días de subir paulatinamente atendiendo a la producción de globulos rojos en la sangre. La otra intención es recuperarse de la vida muelle, prolongadas esperas de trámites y esperas obligadas de trasportes, etc. que siempre significa el viaje desde el lugar de orígen




E. O´Neill en Largo viaje hacia la noche.

Eugene O´Neill
El autor nació el 16 de octubre de 1888. Dos veces le otorgaron el Premio Pulitzer (1920 y 1922) y el Nobel en 1936. Murió el 23 de noviembre de 1953. Terminó de escribir Largo viaje hacia la noche y le pidió al editor que se publicara hasta veinticinco años después de su muerte. Probablemente por tratarse  de una obra cuya estructura  se apoyaba mucho en su familia. El autor contrajo un constipado que derivó  en tuberculosis.

Una soleada mañana  del año 1912 da comienzo los hechos de esta obra de teatro de E. O´Neill. Aun así, una pantalla verde ilumina parte de la sala.

Eugene O´Neill fue hijo del famoso actor  norteamericano de teatro, de finales del diecinueve y principios del veinte,  James O´Neill, y de Mary Ellen Quinlan.

Mary Cavan Tirone es un personaje creado teniendo enfrente a su propia madre del autor. Esta mujer es, como el eje central del relato. Se recordará que en Una gata sobre el tejado de zinc caliente de T. Williams, una mujer  también es la pieza clave de esta obra de teatro.

 La familia fracturada por el comportamiento del grupo familiar. La madre es drogadicta y el padre es alcohólico. Edmund Tirone, hijo menor del matrimonio, también es aficionado a la bebida. En un diálogo con su padre, recuerda a los personajes de  Malcom Lowry (cita unos versos de Baudelaire): “Siempre has de estas embriagado. Lo demás carece de importancia: esto es lo único importante. Sino deseas sentir el horrible peso del tiempo sobre tus hombres…” Edmund estaba tuberculoso.


 No está ausente la afición a los estupefacientes. Al final va a encontrar este grupo la unidad. No es el clásico final feliz. Se trata de un buen contraste frente a la soledad que viven sus personajes en lo individual. En el principio del tercer acto de la obra hay un diálogo entre Mary Cavan Tirone  y Cathleen, una doncella de la casa,  ambas  dicen sus cosas pero cada quien refiriéndose a su mundo.

Singular modo en que el autor describe la soledad de nuestro tiempo: cada quien arrebatando la palabra  pero sólo para decir sus cosas sin importar lo que el otro, o los otros, estén diciendo. 

Matrimonio deshecho, hijos suicidas, una madre drogadicta y un hijo alcohólico, es en efecto, Un largo viaje hacia la noche.

Esta autobiografía familiar  de O´Neill nos trae a la memoria los contextos  en los que se desarrollan los grandes problemas de la sociedad de las lecturas de Ibsen, Strindberg,  Conrad y Yeats. Desde luego  Shaw. Pero su libro de cabecera era Zaratustra. Dice que aprendió el alemán sólo para leer a Nietzsche en su idioma.

Podemos asomarnos el espíritu abierto de O´Neill al conocer las lecturas en las que nutrió su cultura.  No se le puede encasillar  entre los “intelectuales unilaterales”. Era católico de origen irlandés, escribiendo en la sociedad de los cristianismos liberales de Estados Unidos y teniendo como autor favorito a alguien que mata a Dios en cada página.

En una carta escribió al crítico y ensayista Benjamín de Casseres: “La influencia Zaratustra ha sido mucho mayor que la de cualquier otro libro. Lo encontré en la librería de Benjamín Tucker a los dieciocho años y, desde entonces, siempre he tenido un ejemplar y lo releo cada uno o dos años… O’Neill aprendió alemán para poder leer a Nietzsche en el original”.

 Por un lado la crítica literaria le reconoce la utilización del monólogo interior, dejando congelada la acción de cada personaje. El espectador tendrá que imaginar lo que el actor siente o decide.
Y por otra parte, como una contradicción, s e le critica que sea tan explícito y sus personajes explique todo, no dejando nada la imaginación. En otras palabras, se critica a  O´Neill por  no dejar hablar a lo no dicho. A lo implícito.

Al final  O´Neill  tiene un pensamiento que puede ilustrar, en este tiempo en que s e tiene la firme creencia que el humano, trasladado a otros planetas,  será diferente a  como es aquí en la Tierra:  “El problema, querido Bruto,  no está en las estrellas, sino en nosotros”.

Eurípides y Reso

Al aparecer las naves griegas en las playas de Troya, Héctor, hijo de Príamo y principal defensor de la ciudad, empieza a enviar  mensajeros a otras ciudades para que vaya a pelear a su lado. Uno de los que acuden al llamado es Reso, rey de Tracia, y su ejército.

Entretanto, Héctor envía a Doblón, ciudadano troyano, al campo griego para que espíe los movimientos del enemigo. Va disfrazado con un cuero de lobo gris.

Esta idea de meterse al campo enemigo  fue sugerida a Héctor por Eneas. Es el mismo Eneas que inspirará a Virgilio para escribir su Eneida. Poema que canta  el éxodo de los troyanos que se salvan cuando los griegos incendian Ilión. Se irán a enfrentar y fundir con los grupos  que ya viven en la Península Itálica y con el tiempo estos  troyanos, guiados por Eneas, serán parte del poderoso Impero Romano. Andando los siglos, los descendientes de Troya, ya como romanos conquistarán Grecia.  Esa es la vuelta que dará la historia

Pero la tragedia de Reso, última de las diecinueve tragedias de Eurípides,  apenas se va a escribir. O a vivir. Estamos en el principio  de los diez años que durará la guerra contra  Troya.

Ulises y Diomedes, ambos  capitanes griegos, descubren al espía  Doblón y le dan muerte. A su vez aprovechan el disfraz que llevaba Doblón, de lobo gris, y se introducen en el campo troyano. Están enterados de la llegada del rey Raso, lo buscan y también lo matan. Ese es el tema de este poema.



En el cuerpo del relato van apareciendo criaturas del Olimpo. Principalmente la diosa Atena que tuvo que ver en el crimen del rey tracio.

Finalmente s e presenta la Musa de la Montaña y, como madre de Reso, se lleva su cuerpo para que reciba veneración en Tracia. Antes descubre a la verdadera autora de la muerte de Reso. Dice: “¡Atena, Atena cruel…Esto no es de Ulises ni de Diomedes: esto es de ti!”

Eurípides con Ifigenia en Tauris

Ifigenia en Tauris  la construyó Eurípides con elementos de sus otras tragedias: Ifigenia en  Aulis y Orestes.

Ifigenia en Aulis va a ser sacrificada por indicaciones del oráculo a fin de que la flota de mil naves pueda despegar del puerto cuando apenas se dirigen a Troya, al rescate de Helena, la esposa de Menelao que ha sido llevada allá por Paris. Ulises rescata a  Ifigenia de ser sacrificada y, en su lugar, matan a una cervatilla para hacer creer al ejército griego que la sacrificada fue  Ifigenia.

 Artemis se la lleva al santuario de Tauris donde es sacerdotisa  de esta diosa. Aquí empieza a tejerse la otra tragedia de esta mujer. La misión que tiene es sacrificar, a la diosa, todo griego que llegue a esta región:”Es rito antiguo que ya existía  y a él habré de plegarme: todo griego que llegue a estos suelos tengo yo que inmolarlo”. Un día se verá en la situación de tener que sacrificar a su hermano Orestes y a Pílades, amigo de éste.

La manera como Orestes llega a Tauris es porque el dios Febo le ordena que vaya  a Tauris y robe  del santuario la estatua de Artemis. Sólo entonces Orestes quedará absuelto y libre  de la culpa de haber matado a su madre.

Cuando los habitantes de Tauris apresan a Orestes y a Pilades los conducen al santuario para ser sacrificados por Ifigenia, hija de Agamemnon y de Clitemnestra. Ifigenia y Orestes son hermanos pero no se reconocen. En el diálogo que sostienen  antes del sacrificio es cuando van  concurriendo elementos de las otras dos tragedias mencionadas.


Estos sucesos tienen lugar después de la tragedia de Orestes, que como se recordará, mató a su madre Clitemnestra. Aquí en Ifigenia, cuan do éste y su amigo llegan al santuario de Tauris, Orestes hace esta reflexión: “¡Ha Febo, a nuevas redes me empujan tus oráculos…!  Vengué a mi padre  ya y para ello maté a mi madre. Y las vengadoras Erinas me van acosando por todas partes”. En su respectiva tragedia, Eurípides ya había arreglado las cosas para que Orestes viviera feliz. Pero en Tauris Orestes vuelve a parecer cargado de remordimientos. Todavía tiene que hacer algo para quedar ya definitivamente libre de culpa. Robará la estatua de la diosa Artemis.

Como sea, aunque sacerdotisa de  Artemis, Ifigenia se siente prisionera en ese lugar y quiere regresar a  Grecia. Propone salvar a Orestes (sin saber aun que es su hermano) a condición que lleve una carta a Argos. Pero como el pueblo necesita ver un sacrificio, Pílades debe morir. Orestes rechaza la idea ya que Pílades es para él como su hermano en la amistad. Cambian las condiciones y será  Pilades el que se salve  y Orestes el que sea sacrificado.

Pílades teme que el mal tiempo en el mar borre  el contenido de la carta que lleva a Argos. Le pide a Ifigenia le revele el contenido de la misma. Para poder decirlo de memoria, si él logra salvarse. El contenido es un grito de auxilio que le hace a su hermano Orestes. L e pide que vaya por ella a Tauris y la rescate.   Pilades le hace saber a Ifigenia que el otro griego que está presente, y es el que va a  sacrificar, es Orestes. Sólo gira y le entrega la carta que va dirigida a él: “Orestes, esta carta yo te la entrego: te la envía tu hermana de quien la recibí”. Se ponen de acuerdo en escapar los tres.

Pero, por no haber guardado el santuario, el rey matará a Ifigenia. Las mujeres del coro  le comunicarán la huida. Ifigenia decide intentar convencerlas de guardar silencio. Hasta donde sabemos, Eurípides es el  primero, hace más de veinticuatro siglos, en que escribió una especie  de manifiesto para que las mujeres  se unieran  y se apoyaran  entre sí. O al menos una “carta de intención”. Más que ser un curioso dato antiquísimo es una interrogación por qué tardaron siglos las mujeres en intentar su organización.


 Ifigenia pide a las mujeres del coro, también estar en el secreto:” Mujeres somos todas. Un género que se apoya mutuamente, con un amor común. Para lo que es salvación de una, se puede apoyar una en otra. Sólo pido que callen”.

Cuando llega el rey y pregunta por el sacrificio y por la estatua de la diosa, Ifigenia logra engañarlo. Le dice que los dos griegos están impuros debido a que uno de ellos es un matricida. Por eso es necesario purificarlos con el agua del mar. Y como la estatua de la diosa también se contaminó con su presencia, igualmente se la lleva a la playa. El rey acepta la explicación.

Los tres llegan a la playa en donde se encuentra el barco en el que ellos habían llegado a Tauris. Lo abordan y se disponen a hacerse a la mar. El mensajero enviado por el rey para ayudar a Ifigenia es el que va a dar parte de la estratagema al soberano. Taos, el rey, al enterarse hace un reconocimiento extraño a la inteligencia de Ifigenia: “¡Pérfida raza femenina!”

Pero el barco griego, aun con cincuenta remeros que trabajan para alejarse  de la playa, no lo consigue y por dos  veces regresar a la orilla.  Así, la gente del rey puede apresarlos.

Pero en eso, como en casi todas sus tragedias, Eurípides recurre al deu ex machina. Aparece la diosa Palas Atena y le marca el alto al rey: “Deja de perseguir a los que huyen, refrena a tus soldados, Orestes va en acatamiento a los oráculos de Loxias…”

Y a los tres griegos les dice:  “¡Vayan en paz por la llanura del mar en su tranquila nave!”

El rey acepta de buena gana  y todo acaba bien. Lo único que Taos se pregunta resignado: “¿Es bueno contender contra los dioses?”

Novalis un largo viaje hacia Augsburgs

Novalis
En su viaje de  Eisenach a Augsburgs, Enrique  se encuentra con la fabula, la historia, la poesía y el amor. Prefiere la fantasía  de la flor azul que sólo el entendimiento. Si acaso la fantasía de Novalis no puede evitar la realidad es en cuanto  a que viaja  al pasado, a la Edad Media, y se apropia de los nombres de dos juglares. Uno de ellos  Enrique de Ofterdingen y el otro Klingsohr. Uno de sus antepasados se llamaba Novalis. El Novalis de nuestro relato se llama Federico Leopoldo von Hardenberg, y vivió del año 1772 al 1801.  Era geólogo y poeta. Murió de tuberculosis a la edad de 29 años.

Novalis no es de ninguna manera un “intelectual unilateral” de los que habla Eduardo Spranger (Cultura y Educación).Frecuenta por igual la ciencia que la fantasía.  Su poesía estuvo cerca de la experimentación mística. Se le considera el arquetipo del romanticismo alemán. Creó el sueño de la flor azul, contemplación final y meta espiritual durante la existencia de la aventura interior romántica.

Germán Bleiberg, en su prólogo a Enrique de Ofterdingen (Colección Austral, 1951), dice que “La flor azul  es el ideal de Enrique, el ideal de Novalis y, por lo tanto, del Romanticismo. Y el ideal nunca llegará a ser realidad para los románticos”. La realidad termina, la idea no.

Novalis considera el sueño nocturno, no como producto de una existencia traumática, sino como una bendición del cielo en el que el individuo es libre de las restricciones de la vida. Condición necesaria para la libertad de la fantasía que necesita el poeta para ir a la  búsqueda de la flor azul: “Sin los sueños, envejeceríamos antes y, por ello, el sueño puede considerarse, sino como un don inmediatamente  enviado del cielo, sí como un obsequio divino, como un compañero amable en la peregrinación hacia lo sagrado de la sepultura”.
Como sea, no regodearse en lo traumático del archivo muerto  sino apuntar la proa al sol. En el archivo muerto todo movimiento ha cesado y ya no existe el devenir. El mundo, las cosas, están rodeadas de animismo. Son tan “familiares “que se les cuida y aprecia tanto, como parte de la familia. No son los arbolitos de Navidad, punto de reunión de la familia en el mes de diciembre y que para mediados de enero ya forman parte de la basura de las calles: “Los misterios de la naturaleza y la conciencia de las cosas interesaban más al espíritu: y, por eso, el arte exquisito con que los muebles  eran trabajados, el mismo  origen lejano que los investía de románticos matices, lo sagrado de su antigüedad, conservado con todo cuidado , los ajuares caseros convertíanse en patrimonio de muchas generaciones, aumentaba el cariño hacia estos silenciosos compañeros de nuestra vida… Y de su posesión hacíase depender muchas veces  la conservación de todo un reino y de familias muy extendidas”. Esto no gusta nada a los inventores del consumismo-desecho. De ahí el afán de desacreditar al  Romanticismo. Porque si se conservaban a tal punto unos muebles, con sobrada razón la amistad y todo aquello que llevará la solidaridad de las cosas y de las gentes. Por eso los  juicios de Novalis,  frente a los historiadores,  sean sin miramientos.



Novalis propone al individuo una vida balanceada. Los que en este mundo, del desempleo, tengan la oportunidad de trabajar, no deben enajenarse con la rutina del sólo trabajar. En nuestras vidas  deben estar igual la presencia de la cultura sin olvidar convivir con al gente. Sin olvidar el ejercicio físico. Esta obra fue escrita en el último tercio del siglo dieciocho y ya contemplaba  una existencia  para que la humanidad no desembocara en la tensión patológica. O lo que ahora llamamos estrés.

 El trabajo como rutina pero seguido de la cultura. De otra manera el precio que hay que pagar será alto cuando falte la salud mental. La enfermedad mental es una realidad y sólo basta observar a mucha gente que va por la calle, o los hospitales y clínicas, que para el caso existen. El peligroso sucedáneo de la modernidad es la televisión que nos ofrece comerciales  cuando creemos que nos proporcionará arte: “Y tanto como se aproveche el día para las tareas del trabajo, tanto más se desliga  uno del esfuerzo a la caída de la tarde, entregándose por entero al gozo ardiente de las bellas artes y de la vida de sociedad”.

Contra el espectáculo baladí, el individuo, el grupo, las masas, iríamos hacia la salud mental si frecuentamos la poesía. Si las musas no nos tocan, como creadores, siempre queda el recurso como lectores: “La voz del poeta tiene una fuerza mágica, y hasta las palabras corrientes  cobran en su boca  una sonoridad magnífica  y arrebatan al fascinado oyente”.

Luego de la jornada de acarrear tabiques nada tan gratificante  como encontrar la llama azul  leyendo a Byron, Schiller, Bukouski, Netzahualcóyotl… El mundo sería considerablemente menos patológico. Buscar la belleza, no sólo el plus valía del talonario de los cheques bancarios: “No es la corona, no es el reino lo que hace al rey, sino la posesión de aquella plena  y copiosa bienaventuranza, aquella sensación de conformidad con todo lo que la tierra no cesa de brindarnos”.

 Tratándose de escribir la historia Novalis advierte con respecto a los acontecimientos: “No hay que desvirtuarlos en su orden por caprichosas fantasías”. El poeta tiene a la historia humana como un legado inapreciable pues es la memoria del hombre que arranca con Dios, Con Lamarck y con Darwin. Pero que intereses aviesos  han desprestigiado esta respetable disciplina académica llevándola hacia una “turba mezcla de observaciones defectuosas”( Pág.90).

Lo que Novalis quiere evitar es la parcialización enajenante del humano. A la par de conocer,  el dos más cuatro, preciso es el sueño que no se deja aprehender: “Esa satisfacción de un sueño innato, la maravillosa alegría que nos brindan las cosas que parecen íntimamente  ligadas a nuestro ser , aquella labor para la cual  un hombre se cree predestinado y bien dispuesto desde la cuna , son sensaciones que no se pueden explicar”.

Más el cálculo y la poesía serán insuficientes sino nos ponemos el tenis para trotar: “He puesto mi vida  bajo la regla metódica  de una disciplina severa. Procuro mantenerme sano haciendo ejercicio”. Busca, como Alicia, la otra realidad, la fábula, del otro lado del espejo:” Y como esta virtud es la divinidad actuando directamente sobre los hombres, la fabula es como el reflejo sorprendente del mundo superior”.

Novalis aboga por la sabiduría interior y la soledad terapéutica, como después lo haría Nietzsche con Zaratustra. Más no se crea  que esté proponiendo un ser espantadizo que rehúye el trato social. Nos invita a dialogar con la ciudad: “La ciudad es rica en todos los aspectos, hay políticos expertos y comerciantes muy instruidos y resulta muy fácil conocer toda clase de estados , de oficios, de necesidades y de relaciones sociales”.

Desde luego Novalis nos recuerda no perder de vista lo más importante de la vida, y lo hace  como lo haría  un habitante de las pampas argentinas, en la boca del Martín Fierro, de José Hernández. Novalis dice:
“Y para honrar al cantor,
El dios del vino le asigna
El derecho de besar
Todas estas bocas lindas…”

 

Nietzsche y el origen de la tragedia

Apolo y Dioniso son los primeros personajes, del Olimpo, que nos encontramos al tratar este asunto. Los instintos del ensueño y de la embriaguez.

Dice este filósofo que la fuerza primordial ya existía antes de las cosas. Sólo que la vida apresurada de nuestra civilización hace que fijemos la atención en las cosas y perdemos de vista aquella fuerza primordial. Con esto se vive en la apariencia, no en la esencia.

Una niña, de apenas siete años y medio de edad, Alicia, encontró un día que, atravesando el espejo se podía ir de este mundo de apariencias al otro mundo de realidad. Pero de tanto ir y venir se llegó a preguntar cuál mundo es el  de la realidad. La explicación simplista y perezosa es que s e escondía, que huía.

Los artistas pintores intuyen el  conocimiento de esta apariencia y, como Alicia, quieren describir con el pincel aquel mundo. Cada pintor a su modo. Si alguien se sitúa detrás del pintor, o de la pintora, que tiene como modelo el monte Aconcagua, verá que lo que el artista plasma es algo distinto al monte Aconcagua. Quiere aprehender  el mundo subjetivo que sustenta al monte Aconcagua. Es el supremo esfuerzo del artista por penetrar en el misterio.

Alguien mueve el pincel. Alguien está hablándonos a través del pincel del artista. Como el dios hablaba a través del oráculo de Delfos. El rey, del relato de Alicia, escribía con un lápiz que escribía otra cosa distinta de lo que él quería escribir.

No es la incapacidad del humano para crear y hacer, lo que lo llevaría a esperar  que los dioses le hagan. Como dicen que la ciudad de Machu Pichu la hicieron los dioses porque era imposible que los hombres-incas lo hicieran. ¡Imposible que unos indios hayan levantado la ciudad de Teotihuacán! Vinieron los dioses. Lo que está en el fondo de la cuestión es la existencia de dos mundos y el modo de vivir en los dos.

Ante la duda de que hay un mundo más allá del mundo objetivo, el que visita  el Museo de Arte Contemporáneo encontrará, a su vez, algo distinto a lo que  creyó plasmar el pintor. En la Historia del Arte, Hipólito Taine cuenta el experimento de cuarenta alumnos a los que  se les pidió que describieran una misma pintura. El resultado fueron cuarenta interpretaciones diferentes.



Los poetas mexicas estaban plenamente seguros de la existencia de dos espacios de existencias  o mundos. Su duda era ¿cuál de los dos es el de los sueños: “¿Vivimos, o acaso sólo soñamos?” La obra por la que Schopenhauer se dio a conocer se llama: El mundo como idea y representación. Hay un mundo de apariencia pero, ¿cuál de los dos mundos es la apariencia?

En El origen de la tragedia Nietzsche dice que el real tiene un distintivo. Es imperecedero. El que estaba antes de las cosas, antes de la apariencia.   Aristóteles le llama “el primer motor”, el que echó a andar todo lo demás.  Nietzsche en esta obra le llama el “Uno primordial”: “Nos complacemos en la comprensión inmediata de la forma: todas las formas nos hablan; ninguna es diferente; ninguna es inútil. Y sin embargo, la vida más intensa de esta realidad de ensueños nos deja aun el sentimiento confuso de que no es más que una apariencia…El Uno primordial simboliza un mundo que se cierne sobre un mundo por encima de toda apariencia”.

 En todo caso es el universo dionisiaco y el apolíneo, dualidad que provoca el movimiento, el devenir. Es el fondo del origen de la tragedia. Con los dioses griegos, parece que Nietzsche nos habla de cosas del cielo. Sólo que en teología, de entrada, pareciera que todo ya está hecho… Es en la filosofía, el campus del humano, donde todo se está haciendo y rehaciendo.

Para que el movimiento, el devenir no cese, es como el humano se vuelve demasiado humano viendo la televisión. Y después vuelve a emerger como humano, leyendo y viviendo libros. Si la niña Alicia descubrió dos mundos ¿por qué quedarse  sólo con uno? En tanto Dioniso y Apolo estén en el Olimpo, habrá devenir.

Lo cual está asegurado. Dice el poeta que: “De la sonrisa de Dioniso nacen los dioses”.

F.Schiller y la fuerza de voluntad

 El espíritu y los sentidos  son para este pensador como dos contrincantes que se sientan  y sobre la mesa  prueban la fuerza de su pulso. En México se dice “jugar a las vencidas”. Aristóteles (s.IV a C.) Y Spranger (s. XX) están presentes. Es la ineludible confrontación, o convivencia, de los contrarios para llegar al nivel terapéutico. Sin contrario no hay contrario. No hay devenir. Movimiento dialectico. Como la amonita que, al iniciar el proceso de fosilización, cesó de moverse.

En los desiertos de arena son las diferentes temperaturas en el aire las que inician el movimiento. Llevado al plano de la política el devenir requiere una democracia fuerte y sana. La mejor disidencia se da en las democracias vigorosas. En las democracias desnutridas y en las dictaduras, del color que sean, los disidentes están tras las rejas. Cuando estos salen, meten a los otros a las mismas celdas que ellos ocupaban. Eso regresa, no deviene.

Por eso con Schiller se habla de contrarios igualmente vigorosos. Los sentidos y la idea que no dejan de probarse. El juego en  realidad se llama “devenir”. Todo pasará, pero en tanto exista el movimiento, todo volverá. En uno de sus poemas, Schiller  dice: “porque lo bello pasa, porque lo perfecto muere”.

Esto de la voluntad no es ninguna entelequia en Schiller. Safranski, uno de sus modernos y mejores biógrafos, cuenta que, cuando Schiller murió, su autopsia  reveló un organismo tan enfermo que se consideró imposible que alguien haya podido vivir y pensar como él lo hizo. Más allá  de los límites de la causalidad se considera este hecho un milagro de  voluntad. Haríamos la semejanza con el estoicismo de Séneca: “El idealismo actúa cuando alguien, animado por la fuerza del entusiasmo, sigue viviendo a pesar de que el cuerpo ya no lo permite”. Pero no se trata de elucubraciones líricas, a ese entusiasmo por la libertad, se “responde con proyectos”. A Schiller se le ha llamado el “atleta de la libertad”.

F.Schiller
Un atleta no se hace sentado frente al escritorio sino ejercitándose en la vida. Con sus altas y con sus bajas. Como es la vida diaria, con sus alegrías y sus sinsabores. Estamos ante una actitud positiva. ¿Quién sabe qué vaya a resultar  cuando  caiga la moneda que está  en el aire? Pero no arrojarla es el fin: “De ahí que su entusiasmo por la libertad tenga también la significación de una cura de desintoxicación ordenada por él mismo”.

Un espectáculo de vida más allá de la mismidad. Escapar de las trampas del ego, y hasta del yo (del obsesionante antropocentrismo), y sentarse como espectador a ver quién gana  por esta vez la apuesta de los contrarios sobre la mesa. Determinismo de Dios o determinismo de Darwin. Es la milenaria lucha sostenida en los monasterios tanto cristianos como budistas. Una batalla apremiante si tenemos en  conciencia que este juego de las vencidas se da  desde los Presocráticos.  En el centro del campus de la civilización occidental, de gran contenido religioso y laico.



Se considera que el idealismo de Schiller, “con el espíritu que construye el cuerpo”, adquiere un nuevo brillo. Lo podemos corroborar en cualquier momento. Tenemos a la vista una revista dedicada a gente de la tercera edad: Letra plateada, editada por el gobierno de la Ciudad de México, junio  del 2011. Se advierte aquí contra el uso irracional de los medicamentos. Su portada dice “Pastillas? ¡Sólo las necesarias!” Se dice que “el 49 por ciento  de este sector  de la población presenta  el problema de la polifarmacia… lo que se convierte en un gran problema de salud pública.”

 Hay depresión de ánimo, pensamientos fatalistas…Aquí  el cuerpo es  el que está arrastrando a la idea. Lo que propone Schiller es que la idea impulse al cuerpo… Ejemplos caseros como este pueden ayudarnos a  entender la filosofía de Schiller. Lo que parece un lirismo metafísico viene quedando muy al alcance de nuestra mano, si lo vamos llevando a la práctica, en  la escala de todos los días.

El detalle, al parecer baladi, de amarrarse los tenis para ir a caminar, es en la perspectiva de "el espiritu que construye al cuerpo".

Shakespeare y Cariolano

Cariolano es un formidable guerrero, de fuerza bruta. Pero, sincero.  Le falta la malicia y disposición al trato subterráneo del político. Es un Cuauhtémoc defendiendo a México- Tenochtitlán, no es un Fouché tratando de pisarle la sombra al mismo Napoleón. Con la espada en la mano, Cariolano  vence  varias veces  a su odiado, y también formidable, adversario, Tulio Aufidio, general de los volscos, enemigos de Roma. Pero en el juego político es un inepto  (en otras palabras, no tiene malicia). Y pierde.  Se supone que esto sucedió en 493 a C..

Cariolano y su ejército entran en combate contra los volscos. Cariolano los hace retroceder hasta obligarlos que vuelva a entrar en su ciudad. Los sigue pero su ejército no lo secunda en la persecución, los volscos cierran las puertas y Cariolano queda solo dentro  y en poder del enemigo: “Pisando los talones   está solo ahí adentro, haciendo frente a toda la ciudad”. Logra salir y su ejército se apresta  a ir en su auxilio.  Este detalle da idea de la temeridad de Cariolano como luchador. La batalla no ha concluido y Cariolano sangra por todos lados. Sus guerreros lo conminan a que descanse. Él les contesta: “MI trabajo aun no me ha calentado. Que les vaya bien. La sangre que  gotea es más bien benéfica que peligrosa para mí, con que iré a buscar a Ofidio y lucharé”.

En reconocimiento al valor  que demostró luchando luego s e le conocería como Cayo Marció Cariolano. Esto último por llamarse  “Cariolos” la ciudad por él conquistada: “¡Y desde ahora, por todo lo que hizo frente a Cariolos, llámenle con todo el aplauso y clamor de la hueste CAYO MARCIO CARIOLANO! ¡Lleva siempre con nobleza este sobrenombre!”



Cariolano expone su vida mil veces para defender a Roma. Lo que esto significa en fuerza y cultura civilizadora para el mundo del momento y del que estaba por llegar.  Quiere llegar a ser cónsul, pero, si ha de buscar apoyo no será con los pobres. Le es imposible tratar  con el populacho porque eso significa “buscar sus votos hediondos”. Una de las causas de su animadversión es que  los siente sin defensas culturales frente a los astutos tribunos del pueblo. Menenio, su amigo, le aconseja que guarde mesura  pero eso es algo imposible para él. De esta indisposición política se aprovechan los tribunos para voltearle a la gente. Ya lo exhiben como un dictador.     Sicinio y Bruto son los tribunos intrigosos contra Cariolano.

Aristóteles, en el capítulo sobre la amistad, en su obra Gran ética, ya había señalado, hace veinticuatro siglos, “el que odia  es el enemigo cercano, que echa por tierra hasta los méritos reales del otro”.

Prefiere perder la oportunidad de ser cónsul: “¡Preferiría perderlo que solicitarlo por un conducto distinto del de los patricios y la influencia de los nobles”. El senado romano tiene una tercia de candidatos para nombrar a otro senador. Se cree que Cariolano ganará  pero ya la insidia ha extendido su rumor: “Debemos recordar al pueblo el odio que le ha tenido hasta ahora, y que si hubiera dependido de él  habría hecho de ellos mulos, mandado callar a sus representantes y desposeyéndolos   de sus libertades…”

Sicinio y Bruto se pone de acuerdo para juntar votos en su contra: “Díganle a los amigos   que han escogido un cónsul que no les dejará más  votos  que se deja  a los perros…” Estos tribunos dicen la verdad, porque así es Cariolano,  y al mismo tiempo ocultan sus méritos que hasta el momento ha mantenido alejado de Roma a los aguerridos  volscos. La idea de los tribunos es hacerlo enojar pues saben que, en ese estado de ánimo, pierde toda mesura. Y, en efecto, Cariolano exclama sin concesiones: “¡Que las llamas de lo más hondo del infierno  envuelvan al pueblo!“

 Menenio Agripa  lo defendió ante el pueblo: “Consideren el servicio guerrero que ha prestado, piensen en las heridas que su cuerpo lleva encima, que parecen sepulturas en un sagrado cementerio”. Pero Sicinio  y Bruto vuelven a la carga: “Te acusamos de haber intentado arrebatar a Roma toda magistratura tradicional y encaminarte tú mismo  hacia un poder tiránico, por lo cual eres un traidor al pueblo”. Estos tribunos logran excitar suficiente al pueblo hasta lograr que Cariolano sea expulsado de Roma. Cuando esto sucede, los tribunos exclaman: “¡El enemigo del pueblo ha partido!”

Sólo que cuando Cariolano se ve rechazado por el pueblo de Roma reacciona contra este pueblo por el que de manera indirecta luchó tanto enarbolando los altos valores tradicionales de la patria. Ahora piensa en vengarse. Busca y logra una alianza guerrera con su tradicional enemigo, Aufidio para marchar contra Roma. Así lo hacen y un día están a las puertas de la ciudad. No hay poder militar que se les oponga. Ya Aufidio solo con su ejército era una amenaza y ahora con Cariolano a la cabeza  de los volscos todo está perdido para ellos.

Los magistrados tiemblan ante su inminente muerte a manos de Cariolano. En su pánico intentan un recurso desesperado. Piden a la madre de Cariolano vaya hasta el campamento de los volscos y le pida a su hijo que desista de tomar la ciudad. Ella  está convencida, también, que es necesario intentar ese recurso. Los magistrados piensan en su garganta pero Volumnia habla en nombre de la patria romana. Los criterios que le expone, de madre y de romana, logran convencer a Cariolano en no atacar la ciudad.

Es el momento que Aufidio se revela como todo un calculador político. Acusa a Cariolano de niño blandengue que cedió a unos ruegos de su madre. Y de traición a los volscos. Ahí mismo estos  lo asesinan…

Tal vez el mensaje de esta obra es que  hay que jugar el juego que uno sabe y puede jugar. Cuando Cariolano quiso ser cónsul, dejó la espada…

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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