STo. Tomás visto por Copleston

Su obra El pensamiento de Santo Tomás  contiene ideas que el mundo tardó setecientos años en poner en práctica. Santo Tomás considera que el Estado y la Iglesia debían vivir en armonía pero cada quien por su lado: “En consecuencia, el Estado tiene una función positiva propia, y Sto. Tomás no lo consideró como un departamento  de la Iglesia, ni creyó que el gobernante fuera vicario del Papa.”
Su abundante creación intelectual  comprende principalmente la Summa Theológica y la Summa contra los Gentiles.
Copleston

En el discurrir de religión con otros cristianos, en el controvertido tema de la representación, Santo Tomás es directo. Copleston dice: “Santo Tomás no creía en un pensar sin imágenes y consideraba la necesidad de recurrir a ellas como un ejemplo de la dependencia real de la actividad mental respecto  de las facultades o poderes sensibles”.  Para representar una región los cartógrafos recurren a los mapas,  los arquitectos a las maquetas, los banqueros a las letras de cambio, los críticos gráficos a la caricatura…

F C. Copleston S. J. (10 de abril de 1907-3 febrero de 1994). Sacerdote de la Compañía de Jesús y escritor de filosofía. Se convirtió al catolicismo romano mientras asistía al Marlborough College. Fue el autor de la influyente obra Historia de la filosofía, publicada en once volúmenes. Es conocido además por el debate que sostuvo con el famoso pensador inglés, Bertrand Russell, transmitido en 1948 por la BBC. El debate se centró en la existencia de Dios. El año siguiente debatió con A. J. Ayer sobre el positivismo lógico y la significación del lenguaje religioso.

Copleston encuentra que el tomismo es una manera de pensar siempre en desarrollo: “es un pensamiento vivo y en desarrollo, que se inspira  en Sto. Tomás, pero que lleva a cabo su meditación a la luz de la filosofía y el desarrollo, cultural posteriores...El concepto de una filosofía perenne es el concepto de una comprensión en desarrollo, más que el concepto de la expresión,  estática y acabada, de tal comprensión… Se daba cuenta, como filósofo y psicólogo, de la importancia de los aspectos apetitivos y volitivos de la vida humana”.

El confesionario, la psicología y la filosofía, le facilitaron desarrollar temas como el de la “Idea operante”.Una idea, que después encontramos en Schopenhauer, es que algunos hombres viven bajo la letra que les inspira una ideología o alguna creencia, pero sus actos en la vida diaria no corresponden. Dice Copleston siguiendo a Santo Tomás: “Muchas veces sólo podemos decir lo que esta idea es, observando las acciones de un hombre, y viendo cómo organiza su vida conocemos el propósito que lo guía o sea su Ideal operante”. Filosofar hablando y filosofar actuando son dos maneras muy cultivadas. Estaba convencido, por el contrario, de que la filosofía es una forma de actividad intelectual que exige un esfuerzo mental paciente, amplio y constante.

 Creía que la fe y la razón van mano a mano en la comprensión de la realidad: “Si sólo hubiera un entendimiento en todos los seres humanos, dice el santo, sería imposible explicar la diversidad de nuestras vidas y actividades intelectuales”.  No es necesario parcializar al hombre. Santo Tomás sabía que desde la antigüedad clásica existieron escritores que página tras página mataban a Dios negando su existencia. Se pregunta extrañadísimo  ¿Por qué matar algo que no existe? : “Si el entendimiento humano no conociera positivamente algo acerca de dios, no podría negar nada de Él”.

Lo práctico del pensamiento de Santo Tomás se ve cuando dice que no es necesario ir por el mundo haciendo buenas obras por todas partes  como para llenar el día. Sólo las que, de no hacerlas, causarían algún mal: “Llevar a cabo sólo aquellas buenas acciones cuya  omisión  produciría mal”.


La contribución  más destacada a su formación de Santo Tomás fue Alberto Magno con quien estudió en Paris de 1245 a 1248.

Sto. Tomas visto por Chesterton

Santo Tomás de Aquino busca el equilibro de las cosas: “Fue una idea muy especial de Santo Tomás que el hombre ha de ser estudiado en su íntegra hombredad; que el hombre no es tal sin su cuerpo”.


Santo Tomás vivió hace setecientos años (1224-1274). Escribió extensamente  de filosofía: Se destaca su  Summa Theológica. Para conocer de su vigencia  G. K. Chesterton dice: “ Lo que sabemos o podríamos saber o quizá tengamos la fortuna de aprender acerca de su obra llenaría, probablemente, más bibliotecas en lo futuro que ha llenado  en el pasado”.

Se recordará que Chesterton es un célebre pensador y novelista inglés del siglo veinte. Es el autor de: Santo Tomás de Aquino. Una obra de gran profundidad y escrita con claridad y sencilles. Nosotros nos apoyamos en la edición de Espasa-Calpe, Argentina, S.A. Buenos Aires-México, 30 de julio de 1942.


Chesterton

Martín Lutero fue abrumadoramente impactado por Santo Tomás al grado que prefirió quemar sus obras. Chesterton escribe: “Se cuenta que el gran reformador quemó públicamente la Summa Theologica y las obras de Aquinas”.

Algunos siglos más tarde grandes pensadores del bando materialista estarían   en una posición diferente a la de Lutero. Bochensky, en La Filosofía Actual (Fondo de Cultura Económica, México, 2002) diría: “Bertrand Russell, que forma parte del grupo de los filósofos de la materia y, por consiguiente, se halla en la prolongación del siglo XIX, dice que la influencia de Tomás de Aquino (en el año 1946) es mayor que la de Kant o la de Hegel”.

Agrega Bochensky que actualmente el tomismo es el que más centros de estudio tiene. En casi todo el mundo cuenta con centros de investigación. Sólo la revista Bulletín Thomiste ofrece cada año 500 indicaciones de libros. Sobre todo se ha desarrollado el estudio del tomismo vigorosamente en Francia, Bélgica, Italia, Suiza y en Estados Unidos.
                                                                                                                
Si su obra tiene un lugar destacado y vigente en la filosofía es porque Santo Tomás tiene un pie en lo sagrado y otro en lo profano: “La filosofía y la teología tomista, sinceramente comparadas con otras filosofías, como la budista y la monista,y con otras teologías , como la calvinista y la cientificocristiana, es enteramente un sistema practico y luchador lleno, por consiguiente, de esperanzas y promesas”.
                                                                                                    
 Santo Tomás fue un hombre conocedor de las grandes filosofías de la antigüedad clásica: “El hecho sobre saliente de Santo Tomás fue que amó los libros y vivió con ellos; que vivió la misma vida que el estudiante de las Fabulas de Cantorbery, el cual prefería poseer cien libros de Aristóteles  y su filosofía a toda riqueza  que el mundo le podía ofrecer”.
                                                                                                       Chesterton                                                                                       
Con la siguiente anotación Chesterton define el perfil de Santo Tomás en la perspectiva de su conocimiento de Aristóteles: “ Es un hecho de indiscutible importancia que Santo Tomás fue un hombre de un talento privilegiado que reconcilió a la religión con la razón, que la extendió hacia las ciencias experimentales, que insistió en que los sentidos son la ventana del alma y que la razón tiene un derecho divino a alimentarse de los hechos , y que es incumbencia de la fe digerir la comida fuerte  de la más recia y la más practica de las filosofías paganas”.




Londres, (1874-1936). G. K. Chesterton, ensayista y novelista, mostró siempre en sus obras una honda preocupación religiosa, un agudo sentido del humor y un espíritu crítico mediante el empleo de la paradoja. Con un estilo brillante, vigoroso y agudo, sus escritos revelan un espíritu conservador y realizan una defensa constante del catolicismo. Entre sus creaciones más importantes se encuentran estudios teológicos, polémicas y libros de poesía; aunque, en la actualidad, su fama se debe a sus novelas y a una serie de relatos que narran las aventuras detectivescas del afable y católico Padre Brown.





Los filósofos griegos y W. K. Guthrie

Este autor nos dice que el pensamiento griego tiene un valor eterno porque de ahí arrancan las más desatacadas corrientes filosóficas en las que se sustenta la cultura occidental. Y por la solución que ese filosofar dio a problemas esenciales del pensamiento abstracto.

Los filósofos griegos  es un excelente resumen de la filosofía clásica griega, desde los oscuros orígenes hasta su culminación en Aristóteles. Este autor es, en ese periodo de la filosofía del mundo antiguo al que nos referimos, el fin de un largo camino que empezó con Pitágoras, los pluralistas y los sofistas. Apareció Sócrates, lo siguió Platón y todo desembocó en el universo aristotélico.

W. K. Guthrie fue profesor distinguido de la Universidad de Cambridge. La primera edición en inglés de esta obra fue en 1950. La primera en español en 1953, por el Fondo de Cultura Económica, México. Para 1980 había alcanzado siete reimpresiones. En esta última con un inusitado  (en México) tiraje de 5 mil ejemplares.

Guthrie nos invita a detenernos y estudiar con cuidado a estos pensadores para, de esa manera, evitar una serie de ideas deformadas que, por ignorancia o de manera deliberada, han sufrido a través de los siglos. Estas deformaciones las arrastramos: “Como parte integrante de nuestros equipo mental, de suerte que las llevamos con nosotros como cosas incuestionables y la mayor parte de las veces inconscientemente”.

En la obra de este sabio académico los filósofos materialistas y los teleologistas se suben al  ring y frente a nuestros ojos de espectadores se desarrolla el más formidable encuentro daléctico de las ideas. Los materialistas definían las cosas con referencia a su materia: aquello de que estaban hechas. Los teleologistas aseguraban que la esencia de las cosas era el destino o función: “La estructura sirve a la función y depende de ella”. Desde  estos pensadores,  a los de  todos los siglos por venir, y entre ellos los zoólogos, hasta nuestros días, elucubrarán si el dedo prensil hizo a la función o la función a la mano.

Cita a Pitágoras en aquello que todo evoluciona para la forma y el orden: “El filósofo que estudia el cosmos se hace kosmios-ordenado- en su propia alma”. Creían que el amor es el que impulsa hacia mundos armónicos: “El amor es lo que hace que los sexos se unan, que los hombres piensen benignamente y que efectúen buenas acciones” Fuera de esto está la antítesis.

Guthrie cita a Parménides que fue el que dijo que el hombre es la medida de todas las cosas. Y a Platón,”El más grande de los pensadores griegos”, que da la definición de lo bueno: “Lo bueno tiene que ser algo que siempre beneficia y nunca daña”.

Platón, dice el autor, tiene verdades duras de tragar. Mismas  que a través de los siglos le restaron simpatías. Una de ellas se refiere a los políticos: “Uno de los males más grandes de la vida política, según Platón, es la ambición material de los políticos…Los que tuvieran mayor interés en enriquecerse podían hacerlo en horabuena, pero renunciando a los cargos de gobierno y limitando sus actividades al comercio”. La insalvable prueba de fuego es que los que conforman el gobierno debían ser servidores voluntarios para el pueblo, sin cobrar…

Todavía no nace esa cepa de servidores públicos...sino todo lo contrario...

El último de los filósofos considerados en esta obra es Aristóteles. Se aparta substancialmente de muchas cosas que dijeron Sócrates y Platón. Aunque, como alumno de éste último, nunca dejó de ser platónico. El impulso que quiere dar Aristóteles a la Humanidad es mediante el saber. Y para adquirir y guardar conocimientos nada mejor que la biblioteca. Según Estrabón, Aristóteles tenía una academia y: “En uno de los edificios instaló una biblioteca, la primera en la historia, al decir de Estrabón”.

G. Murray y Eurípides

Es considerado el más trágico de los poetas de su tiempo. La leyenda dice, para acentuar el lugar señalado que este poeta  tenía ya en la remota antigüedad, que leerlo era en ocasiones una especie de salvo conducto si se estaba en peligro: “ Se cuenta que siete mil atenienses habían caído prisioneros en Siracusa después de la derrota, y que muchos habían obtenido la libertad sólo por ser capaces de recitar de memoria fragmentos y coros de Eurípides”.

Se hilaba mucho en la sociedad griega del tiempo de Eurípides con temas como la sabiduría, la libertad y la democracia. No hay que olvidar que Eurípides, Sófocles, Esquilo y Aristófanes fueron contemporáneos de una pléyade de grandes filósofos.

            Portada de la Editorial Concepto S.A,México.

De ellos conocían los pensamientos, los procesaban dentro del terreno de la praxis, los “bajaban” hasta el pueblo y el resultado era de tanta calidad que de los cuatro comediógrafos mencionados, aun veinticinco siglos más tarde, los seguimos de cerca. El psicoanálisis en el siglo diecinueve, la novela, la poesía, la política y la sociología han encontrado en estos pensadores incontables temas para desarrollar.

Eurípides es uno de esos escritores de los que una corriente de pensadores se apropia, lo idealiza, lo venera y acto seguido lo agarra como ariete en contra de otros pareceres. Gilbert Murray, en su obra Eurípides y su tiempo (Fondo de Cultura Económica, México- Buenos Aires, 1966, dice: “lo han defendido, idealizado y aun transformado hasta hacerlo irreconocible, algunos campeones de la rebeldía y el libre pensamiento”.

Murray dice que Eurípides es considerado como un rebelde de su sociedad porque en esa sociedad existía una tradición bien establecida. ¿Sino contra qué se iba a rebelar?: “es un rebelde contra semejante tradición. Y la mejor tradición crea a los mejores rebeldes” Y como ninguna tradición es perfecta, por buena que sea, siempre hay rebeldes desde la época de Eurípides. Y a su vez los rebeldes no permiten que los tradicionales se queden en la completa inmovilidad: “Los conformistas más completos se encuentran acaso más a gusto cuando se ven obligados a luchar por sus ideales contra las fuerzas encontradas”.Este juego dialéctico no pasa desapercibido para Eurípides y mete en él a sus personajes: “mero choque entre convenciones artificiosas y violento realismo.Para otros,ésta es precisamente la condición por la cual merece la eminencia que le concede Goethe, y Aristóteles en un sentido más limitado, y por la cual se mantiene, desde hace más de dos mil años,como el más trágico de los poetas”.

Para los intelectuales que creen en la generación espontánea de las ideas o de las corrientes políticas y sociológicas, dice Murray que frente a la tradición no se pueden cerrar los ojos porque es el resultado de la acción humana. Si se hace de noche y vuelve a salir el sol es una cosa. Pero en cuanto a producto humano la cosa va de una generación a otra: “El arte implica el mensaje de un hombre a otro”.

Para Aristóteles es “el más grande de los poetas”.Goethe diría de Eurípides: “¿Acaso hay en todo el mundo otra nación que haya producido un dramaturgo digno de ponerle la pantuflas?” Diecinueve piezas suyas se han salvado de la destrucción del tiempo y de los hombres. Para Murray Las Bacantes merecen lugar aparte: “ Las Bacantes es la más formal de las tragedias griegas conocidas; su Coro es el alma de la obra, y sus tiradas líricas son tan extensas como magníficas”.

Por lo demás en su vida Eurípides era un   solitario: “Averiguamos que usaba una barba larga y que tenía lunares en la cara. Vivía muy solitario, y le aburrían las fiestas y las reuniones. Tenía algunos libros, y detestaba las mujeres…Era un filósofo, y muy aficionado a encerrarse a leer”.
Eurípides nació 484 a C.

M. I. Finley en El mundo de Odiseo



Finley nos dice, en su obra, El mundo de Odiseo, que en realidad Odiseo es una manera un tanto mitológica  de llamar al señor de una región. Cuando éste se iba a la guerra y moría otro ocupaba su lugar, se quedaba con su esposa y sus pertenencias. Costumbre que se facilitaba en nombre del parentesco que predominaba en esa época y  en esa sociedad. Facilitaba conservar la unidad familiar. Sin embargo los mecanismos  con frecuencia eran turbios.

Si el otro regresaba de la guerra de todas maneras se buscaba la manera de que muriera. Así, dice este autor,  fueron asesinados Menelao,su hermano Agamemnon y Néstor cuando volvieron vencedores de la guerra contra Troya. Y ese mismo destino le esperaba a Odiseo al regresar a Ïtaca. Pudo trastocar tal final a través de disfrazarse y dar muerte a los 108 que frecuentaban su casa, consumían sus recursos económicos al exigirle a Penélope sendos y frecuentes banquetes. Y lo esperaban conjurados para darle muerte, en el caso que regresara. Porque nadie, ni siquiera su esposa Penélope, sabía si seguía con vida.

La guerra contra Troya. El tema, muy conocido,  es que Odiseo tarda mucho en ese viaje de vuelta. Entretanto Penélope, su esposa, se ve presionada por una serie de individuos  que con asiduidad frecuentan su casa.  Esto es lo que la humanidad ha leído  durante treinta siglos. Para soportar el peligro que se cierne sobre su casa  y para lidiar con sus propios miedos, y tentaciones, Penélope se la pasa tejiendo.

Ahora Finley nos describe el mundo en el que se mueve Odiseo y otros personajes de Homero, unos mil años antes de nuestra era. Los hace hablar, sentir, pensar y actuar según su circunstancia. Esto, que parece  obvio, no lo es. Juzgamos desde nuestro tiempo a mundos que ya se fueron. Y con frecuencia suele aparecer la tentación de reescribir la historia, pero ahora desde nuestro año y según los intereses detrás de la pantalla.

Por lo anterior Finley dice desde el primer párrafo del Prefacio de su libro: “ Es necesario conocer cosas como éstas siempre que leamos narraciones referentes a días que no son los nuestros; es necesario, por consiguiente, darse cuenta de los motivos y principios morales que difieren, en género y en grado, de los que suponemos existen en nuestros contemporáneos.”

Nuestra circunstancia, escribiría Ortega y Gasset, no es la misma de aquellos.

Odiseo también volvió a su pueblo Ïtaca. Sólo que una serie de aventuras lo retardaron diez años. En realidad eran acciones de piratería y rapiña que él y sus compañeros de navegación iban cometiendo. Odiseo es un héroe al estilo de la vieja leyenda romántica. Los que destruyeron y saquearon Troya igualmente s e les recuerda como los personajes principales de leyenda homérica. Y la guerra, la destrucción  y la rapiña van a dejar en los siglos que estaban por venir el paradigma de los destructores.

 Pero finley encuentra en el mismo Homero algo que dice que el enfoque milenario de la ratería  tomado como normal no es cierto. Eso hacían los que vivían de la rapiña, pero la vida de los pueblos seguía otro ritmo. …Finley habla precisamente  del mundo de los griegos que suben por la senda de la cultura muy distinta a la que llevaban ahí mismo, paralelamente, los de la leyenda

Después de haber engañado y matado a los 108, a la primera mañana que amanece en su casa, y con su familia, la diosa Atenea lo increpó de esta manera: “¡Temerario, artero incansable en el dolo! ¿Ni aun en tu patria  habías de renunciar a los fraudes y a las palabras engañosas, que siempre fueron de tu gusto?”

Finley dice que los griegos habían aparecido en escena unos tres mil años antes del tiempo del cristianismo. Que tienen tres nombres y son: helenos, y su nación es la Hélade. Griegos, graeci, los llamaron los romanos y es el nombre con el que los conocemos.

La familia, el parentesco, era el fundamento de la sociedad de la Grecia antigua. Aunque predominaba el trato masculino. La presencia femenina, aun en el nivel de las diosas olímpicas, se movía en un inferior segundo plano. Como se ha apuntado, había la práctica de la rapiña y la pederastia. Ni más ni menos como se ha practicado por  todos los pueblos del planeta cuando se han encontrado que son los  vencedores. Aunque casi todos se quedaron en esa etapa de la  destrucción y la rapiña.

 La diferencia con aquellos griegos fue  que nos dejaron  su idioma, su pensamiento, su arquitectura y su escultura. Cosas que  han hecho un aporte inmensurable a la cultura mundial.

Ese tipo de contraste nos relata Finley en El Mundo de Odiseo. Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1975.

W. Jaeger y el cristianismo primitivo

Un año le quedaba de vida a Werner Jaeger cuando  dio, en 1960, una serie de conferencias en la Universidad de Harvard. El ciclo se llamó “Carl Newell Jackson”.
 Se recordará que Jaeger es el autor de Paideia. Un trabajo monumental  que desglosa el pensamiento educador de los antiguos griegos.

Pero Jaeger considera que a su obra siempre le hizo falta un volumen especial que tratara de “la recepción de la Paideia griega en el mundo cristiano primitivo.” Considera que la Paideia griega sufrió una transformación durante los primeros siglos cristianos.

El nombre de Werner Jaeger es una garantía de probidad académica que quita toda suspicacia de hacer de esta obra un intento más de distorsión histórica. Todo lo contrario. Lo que busca es abrirse paso entre tanta absurdidad que al respecto  se ha escrito en los últimos veinte siglos y rescatar el hecho original. 

Las conferencias fueron unos lineamientos generales de lo que sería “un todo mayor”. Agregó extensas notas a los “apuntes” de las conferencias y, entre tanto trabajaba más en ese proyecto, dio a la imprenta este material que consideraba “como primera aportación a esta nueva valoración”.

De esta manera, en lo que transcurrió un año de las conferencias, a su fallecimiento, alcanzó a escribir el presente libro que lleva por título Cristianismo primitivo y Paideia griega. Su primera edición, en 1961, fue en inglés y la primera en español tuvo lugar en 1964, por el Fondo de Cultura Económica, México.

Jaeger anota la gran influencia que la cultura griega ejerció sobre el cristianismo: “En teoría, la influencia de la civilización griega sobre el cristianismo ha sido reconocida en muchos campos de la literatura teológica erudita”.

Considera el factor  del idioma y la cultura griego que llevó a  aquel cristianismo de aldea a una proyección mundial: “el kerygma  cristiano no se detuvo en el Mar Muerto ni en la frontera de Judea, sino que superó su exclusividad y su aislamiento local y penetró en el mundo circundante, mundo dominado por la civilización y la lengua griegas. Este fue el hecho decisivo en el desarrollo de la misión cristiana y su expansión por Palestina y más allá de sus fronteras.”

Anota otros factores. Uno de ellos fue la expansión del idioma que a la sazón había alcanzado el griego en esas latitudes. Sin dejar de mencionar, observación nuestra,  la acción conquistadora de Alejandro que fundaba poblaciones griegas después de cada triunfo militar.

Otra razón fue que los judíos que habitaban en esos países o reinos estaban ya helenizados. De ahí que Pablo y sus compañeros llegaran a Efeso, Corinto o Roma a predicar a las sinagogas, tanto a los de su pueblo de la Ley Mosaica como a los griegos y demás conglomerados multirraciales: “el cristianismo era un movimiento judío y los judíos estaban ya helenizados en tiempos de San Pablo; no sólo los judíos de la Diáspora sino también, en gran medida, los de Palestina.”
W.Jaeger

Empezando porque el nombre de “cristianos” se dio en Grecia: “El nombre de la nueva secta, christianois, se originó en la ciudad griega de Antioquia.” La misma palabra “Iglesia” es del griego ekklesia.  Siguió toda una práctica griega de comunicación empleada por los primeros predicadores judíos cristianos, tal como la forma epistolar, la “didaque”, el “Apocalipsis” y el sermón.
                                                                                                    

También la confesión. La confesión era una práctica ya muy usada en los tiempos de Platón, al menos quinientos años antes de Jesús. Los “profetas errantes” de las religiones catárticas de Museo y Orfeo iban de casa en casa invitando a ricos y pobres al conocimiento de estas enseñanzas mediante “los cuales pueden obtener la absolución de sus faltas o de las de sus antepasados”, escribe Jaeger.

Después Jaeger sigue relatando una serie de hechos paralelos de la cultura griega y el cristianismo primitivo. A Sócrates y sus discípulos los llamaban ateos porque llegaron a no creer en los dioses del Olimpo. Hecho que desembocó con la muerte del maestro. También a los primeros cristianos, dice Jaeger, se les señalaba como ateos porque no creían más en algunas  de las ancestrales  ideas ni practicas de su religión original. Todos ellos, empezando con Jesús,  también fueron  sentenciados a muerte.

Werner Jaeger murió y no pudo ver concluido su sueño de integrar a Paideia esta parte del cristianismo primitivo que, según había esbozado, estaba pensado como “volumen”. Pero al menos nos quedaron los valiosos apuntes de sus conferencias de Harvard.

Aristóteles y la noción del bien

El bien en Aristóteles es “la causa final”.Como si dijéramos el principio y el final.
 Pero hay una causa que ya es y otra que busca ser. La primera no necesita movimiento y la segunda sí, para devenir, en la persecución del bien.

La religiosidad y la laicidad le han llamado a esta primera causa de mil maneras.  Aristóteles le llama el “primer motor” y el “Sumo Bien”  Es lo de menos el nombre, el punto es ¿cómo las cosas inmóviles podrían generar acciones que implican movimiento?

La noción del bien puede ser tan escurridiza como la verdad. En su Metafísica Aristóteles aborda este tema en cuatro capítulos  o libros: Alfa, Beta, Gamma y Delta.

Eugene F. Ryan escribió un trabajo titulado La noción del bien en Aristóteles. Fue publicado en 1969 por el Instituto de Investigaciones Filosóficas (cuaderno 26) de la Universidad Nacional Autónoma de México. Aquí Ryan dice, siguiendo a Aristóteles, que el bien no es sólo un principio sino “la causa final.”: “el bien en cuanto tal, y en cuanto es un principio, debe ser por su propia  naturaleza “la causa final”.

Más el bien es en función o en la perspectiva de algo, pero, ¿qué algo?: “Los principios materiales, el azar o la fortuna, no podrían ser la razón suficiente de ellos”. Se requiere de otros principios. El bien que deviene está inseparablemente unido a la acción y al movimiento que buscan el cambio. Todo esto persiguiendo la perfección de la cosa.

¿Lo mejor? Lo mejor es lo que es sobre el tiempo. A lo otro tarde o temprano se lo lleva el viento.” Como alguna corriente escatológica, de esas que nunca faltan,  podría decir que la muerte también es, Aristóteles aclara: “el bien constituye el fin de toda generación y todo movimiento”. Aquella es la cesación de movimiento y ésta es alcanzar algo mediante el devenir, la acción, el perfeccionamiento. Además esta realización es inconclusa pues de otra manera no se explicaría el movimiento que deviene.

Podríamos decir que lo bueno es de humanos y lo bello es lo que es. Cuando las cosas se complican,  como parece suceder con frecuencia en filosofía, Ryan acude en nuestra ayuda simplificando: “Las cosas bellas  se califican de bellas  porque ponen de manifiesto cierto orden agradable. La falta de lo deseable  y la carencia del orden nos abandonan al mal, a la fealdad, al desorden”.

Tenemos de esta manera lo bello y lo feo ( malo). Es decir la antítesis. A esta se le puede encontrar hasta en la sopa. Por defender a ultranza uno de estos extremos la Humanidad se ha ensangrentado mil veces. Sin olvidar los vesánicos intereses económicos que suelen mimetizarse con ideales. Enseguida Aristóteles dice algo que nos recuerda a Schopenhauer respecto de la existencia, real, de lo malo: “En la naturaleza  no sólo se hallan presentes los males  y las cosas viles, sino que se hallan presentes en mayor número que los bienes”.

Aquí es cuando aparece la expresión de “termino medio”. Se nos ocurre (fuera del texto comentado) que nuestra época tan radicalizada en las definiciones necesitaría profundizar en esto del “término medio”. Recordemos que ni a Nietzsche ni a José Ingenieros le gustaban los términos medios.

Aristóteles, en cambio, dice que las proposiciones contradictorias desembocan con frecuencia en la desarmonía. No se trata de cerrarle la puerta a libertad de expresión sino evitar la radicalización que lleva al caos.

Recordar que en la guerra española de 1936 las minorías (que por cierto eran grandes minorías) no tenían interlocutor ante el gobierno de la república y, el resultado ya lo conocemos...Después con Franco tampoco había interlocutor y, el resultado también lo conocemos...

Aristóteles afirma que “si existiera un termino medio no sería ninguno de los extremos, sino que tendrían algo de la mezcla de los dos”. Es lo que en la actualidad, en los países donde hay democracia, se conoce como "proporcionalidad" en número de votos.

Parece que después de 25 siglos la humanidad entendió a Aristóteles  y eso se parece mucho a lo que en la actualidad se llama, en el buen sentido, “negociar”. Acercar posiciones, ideas o intereses materiales. Ceder de ambos lados antes que llegue la ruptura. Se utiliza mucho en revisiones de contratos colectivos de trabajo y en el trabajo legislativo. Los que más lo han experimentado en carne propia son en situación  de divorcios en que se encuentran  los matrimonios. En estos y muchos casos más, cuando no hay negociación, kaput.

 En este  espacio no podríamos agotar el trabajo de Ryan. El texto le da una repasada a los conceptos de orden, belleza, bueno, bondad, armonía, etc.

3 versos desvergonzados de Cátulo

Cayo Valerio Cátulo nació en Verona el año 87 a C. Fue a vivir a Roma y ahí conoció a intelectuales y políticos. Escribió versos de los que sólo se conocen 116. En ellos describe sus relaciones amorosas, frecuentemente llenos de obscenidad.

En lo sexual Cátulo es tan absolutamente ensimismado que, se puede decir,  es la fuente de inspiración de este género de literatura en los siglos que estaban por llegar. Pero Cátulo no se queda en el falismo o en el vaginismo

Cátulo cree que los juramentos de amor de los amantes se escriben en la arena del desierto que es azotada por los vientos…

Al hecho de “rogar” a su amada le da un valor existencial inmensurable. Si se siente rogada, o buscada, el universo se llena de colores. Pero, sino hay ruego,… el vacío: “tú sufrirás cuando nadie te ruegue”.

Verso XXXII

Te lo ruego, dulce Ipsitila mía,
Encantos y delicias  de mi vida,
Invítame a tu casa por la siesta
y hazme este otro favor, si es que me invitas:
que nadie eche el cerrojo de la puerta
y ten tú la bondad de no salir.
Mejor quédate en casa preparada
Para echar nueve polvos sin parar.
Aunque invítame ya, si vas a hacerlo,
Que acabo de comer y, panza arriba,
Atravieso la túnica y el manto.


Verso LXX

Dice que nunca querrá entregarse a ninguno mi amada,
Ni tan siquiera si Júpiter se lo llegara a pedir
Dice…Lo que una mujer a su amante ferviente le dice
Más vale en viento escribirlo…

Verso VIII

Brillaron, sí, para ti blancos los soles.
Más ella ya no quiere, y tú-reprime la pasión-
Tampoco quieras,
Ni vayas tras quien huye, ni vivas desgraciado,
Sino que, duro el ánimo, tente firme. No sientas,
Adiós muchacha, Cátulo ya no siente.
Pues que no lo deseas, ya no te irá a buscar
Ni te hará ruegos,
Pero tú sufrirás cuando nadie te ruegue…

Las Avispas de Aristófanes

Las Avispas es una composición literaria de sentido alegórico. Una serie de metáforas que dicen una cosa para expresar otra. Se trata de una crítica en contra  los tribunales de Atenas. Fue representada  en el año 422 antes de la era cristiana. Los tribunales eran sostenidos por el Estado. Sus jurados estaban constituidos hasta por 500 miembros.

Sus dos personajes centrales son Filocleón, juez que goza de fama y dinero que le reporta su cargo. El otro es Bdelicleón, hijo del anterior. Es opuesto a las costumbres de su padre. Entre los dos van haciendo un contraste dialéctico que describe la manera de comportarse de la gente de los tribunales. Un entretejido de voluntades humanas muy propensas a relajarse.El coro de jueces es a lo que Aristófanes llama “las avispas”. Toda la obra es una batalla cómica que se desarrolla frente a los atenienses que llenan el teatro.

El tema hace referencia a los jueces de lo civil y, los avisperos, a los tribunales. Hay ahí mucho ruido provocado por los acusadores y los acusados que, al igual que las avispas, pican…El corifeo de la obra dice: “Se dejan corromper por cincuenta talentos”.
Aristófanes ejemplifica el contexto cuando  Laques, un general,  es llevado al banquillo de los acusados.

Al igual que hacía Dante en La Divina Comedia, Juan en el Apocalipsis y, cerca de nosotros los mexicanos, Bruno Tráven, Aristófanes escribe el guión de su obra en una serie de alegorías.    Toma el asunto y hace una parodia, muy a su estilo.  Utiliza a uno de sus personajes para referirse a él mismo: “Y cuando empezó a presentar comedias, afirma que nunca atacó a simples mortales, sino que, con tanto ardor como Heracles, puso mano a la más alta empresa”.


 El público de esos días entendía bien a quién se estaba refiriendo. O situaciones que le eran familiares. Leído a la distancia de este tiempo resultaría mucha dificultad de entender la trama y es necesario recurrir a las notas explicativas. Por ejemplo, cuando el juicio da comienzo se juzga a  alguien disfrazado de perro, pero todos entendían que se estaba tratando de  Laques. Este perro se llama “Ladrón de Axioma”. El general Laques había invadido Sicilia y cometió excesos con las riquezas que encontró.


Sin embargo, después de tantos siglos la gente de la misma Grecia no sabría a quién o quienes se refieren la obra.  O los nombres de algunas cosas, como cargos públicos. Mucho menos entenderían gentes de otras latitudes tan lejanas en el tiempo y espacio como los habitantes de América, por ejemplo. De ahí que la obra Las Avispas necesite de frecuentes notas aclaratorias a semejanza de la citada Divina Comedia o el Apocalipsis.

Los tribunales son frecuentados naturalmente por gente muy ingeniosa tanto para salvarse de los cargos que se le imputan como de otros que los quieren encerrar. ¿Quién puede asegurar que éste o aquel dice la verdad? Alguien no dudaría en jurar sobre los huesos de su querida abuela que esta diciendo la verdad. Mentir ya es un cargo que merece castigo de las leyes civiles. Pero en ese ambiente una mentira sobre otras treinta  mentiras no importa, con  tal de salvarse.  Es necesario un testigo o censor más allá de los humanos. Dios.  En los tiempos de la laicidad eso parece exotico. Los paises sumergentes no lo acostumbran. Pero la primera potencia sí.  

Los norteamericanos en la actualidad, al iniciar un juicio civil,  juran sobre la Biblia. Es lo más que se  puede confiar en que  un mentiroso  diga la verdad. Si miente no está mintiendo a los mortales sino blasfemando contra Dios.  Es una costumbre que viene desde la antigüedad griega y la encontramos en Las Avispas.  Bdicleron dice, cuando van a iniciar un juicio ante juez y tribunal: “Que alguien nos traiga rápido fuego, mirto e incienso de la casa, para que oremos lo primero a los dioses”. De esta manera no solamente el acusado estaba obligado a proceder con honradez sino también el jurado y el juez. Toda una cadena de voluntades humanamente endebles que pueden muy bien cerrar los ojos ante  la letra de la ley de los hombres. Aunque, como muchos que pululan por los pasillos de los tribunales ya  le han entregado su alma al diablo, les importa un pepinillo mentir también a Dios.

Por razones obvias, Aristófanes evita la mención directa de personas y situaciones que son de su tiempo y de su tierra  y recurre a la metáfora. Por ejemplo, cuando el juicio contra  Laques comienza, alguien, como mencionamos, sale  disfrazado de   un perro. Un perro que se llama: “Ladrón de Exioma”,  pero todos en el teatro entienden que se está tratando del general. En adelante se seguirán las referencias evitando el señalamiento directo.

Al perro “Ladrón de Exioma” - Laques se le culpa por haberse comido “él solo el queso de Sicilia”. El otro perro, que es el acusador, no lo está señalando por falta de probidad sino porque no le había dado a él su parte del botín: “y no me dio mi parte aunque se la pedí”. Y de inmediato Filoclón, el juez, exclama: “Tampoco dio nada al Estado, a mí”.

El defensor del “Perro- Laques”, general Laques, hace referencia  al acusado que peleó, junto con su ejercito, donde todos expusieron su vida, y mucho la perdieron y nada ganaron, en beneficio de los que muy seguros se quedaron en Grecia, y que ahora lo acusan:  “ Sí, pero es el mejor de los perros de ahora y es capaz de guardar muchos rebaños… Lucha por ti y guarda tu puerta”.

Al final el juez Filocleón  es “convertido” por su hijo a que se aleje del avispero de los tribunales. De puro gusto asisten a un banquete. Lugar apropiado para sacar algunas normas de conducta. Filocleón, como  juez, sabe lo que dice: “Beber es malo. Del vino salen las puertas derribadas, los palos y las pedradas”. Y su hijo le contesta: “No, si vas con gente de provecho”. 
El juez acepta ir al banquete  pero, como sea, se hace acompañar de una joven flautista. Y desnuda…Es lo que algunos filósofos griegos contemporáneos de Aristófanes dicen: “Piensan de una manera y hacen de otra”. O "Sus actos no corresponden a sus ideas".

Eric von Rosen en Salta y Jujuy





El barón Erland Nordenskiöeld encabezó una expedición sueca Chaco- Cordillerana de carácter arqueológico y etnográfico, en el norte de Argentina, al comienzo de 1901. El autor de la obra es Eric von Rosen.

Los resultados de este viaje se publicaron originalmente en sueco. Tal circunstancia causó que el libro fuera entonces escasamente conocido en América. Carlos F. Stubbe, por encargo del Instituto Miguel Lillo, lo tradujo al español (en México a este idioma se le llama español en tanto que en España se le llama castellano).La edición era muy costosa por el acabado fino que se le dio. Fue gracias a la donación, anónima, de un industrial sueco, que fue posible su publicación. Fue editado en la Imprenta de la Universidad Nacional de Tucumán, de la provincia de San Miguel de Tucumán.




El viaje de la expedición empezó en Estocolmo, Suecia, y llegó a la Ciudad de Nuestra Señora de  Buenos Aires, Argentina. Rosen consigna el nombre original que tuvo esta ciudad en el siglo dieciséis puesto por los españoles. En el proceso zenonizante de los últimos siglos se le dejó el nombre como ahora lo conocemos. La expedición fue  por Las Pampas, Córdoba, la Cordillera, Salta y Jujuy.

A partir de Salta van encontrando un mundo preargentino y otro argentino que los deja asombrados por su riqueza cultural, su belleza orografica y etnográfica. Avanzaron más al norte hasta la Puna de Jujuy.

Tres de la expedición subieron al monte Chañí, de 6,100 metros de altitud. Siguieron una vía sencilla y conocida  pues en la antigüedad esta montaña  era ascendida hasta su cumbre para adorar a la diosa Pachamama. Si bien experimentaron fuertemente los malestares propios de la falta de oxigeno debido a la altura. Al explorar las cumbres uno de ellos anota en su diario: “Me encontré al borde de un abismo de 1000 metros de profundidad”.

En la cima encontraron algunos restos arqueológicos: “Es posible que la cima más elevada del Chañí haya sido un lugar de sacrificios, ya que tanto los muros de piedra, como la leña de cardón, los fragmentos de alfarería y la cuenta así lo indican”.

Esta bella obra de antropología fue editada en Estocolmo en 1916. Se publicó en español en Tucumán, Argentina, en 1957. Esta última en papel couché, con un acabado en la impresión de texto y grabados de mucha calidad para su tiempo. Con los nuevos materiales, que buscan la economía, ese libro ahora es de súper lujo. Su título original es En Förgangen Värld y lleva en español Un mundo que se va. El nombre del capítulo XIV es Un mundo desaparecido.

Más o menos por esa época cayó en mis manos un ejemplar de esta obra. Desde entonces lo conservo como si se tratara de un códice azteca. Quiero decir como algo especial. Y puedo agregarle muy especial.De algún modo este libro de Rosen es un códice aymará, por llamarlo de algún nombre indio de esas latitudes.  Con el tiempo este libro me inspiró un viaje a la provincia de Jujuy, con la intención de escalar ese  “abismo de 1000 metros” del monte Chañí.

Fue en el verano argentino (invierno mexicano) de 1974. Acabábamos de ascender el filo noreste del monte Aconcagua (era la ascensión número siete a partir de su conquista en 1934 por los polacos), en una expedición de carácter oficial, financiada directamente por el presidente de México Luis Echeverría Álvarez. La expedición era de 14 escaladores experimentados y contábamos con equipo para escalar abundante y moderno. Unos querían ir a las paredes de Patagonia. Pero el recuerdo del libro de Eric von Rosen me inspiró para imponerme y fuimos al monte Chañí.

 Pero no pasamos de la ciudad de San Salvador. El mal tiempo se había desatado a la sazón en el norte del país con mucha fuerza y durante varios días. Simplemente consideramos inútil acercarse  a la montaña. Como no disponíamos de mucho tiempo regresamos a Buenos Aires. En ese tiempo no había relaciones diplomáticas con Chile y los vuelos internacionales eran desde la capital argentina.

Muestro algunas fotografías tomadas del libro de Eric von Rosen.

Melville con Moby Dick

Todos tenemos algo del capitán Ahab.
Esa es la lección que nos deja la obra Moby Dick, del escritor estadounidense Herman Melville, editada en 1851.

Un determinismo que nadie puede aceptar. Somos muy celosos del derecho a decidir nuestro destino. ¿O el destino nos decide? “Un destino trazado un millón de años atrás”, dice el capitán Ahab al referirse a su destino.


También lo dice el personaje misterioso del muelle antes que el barco zarpe en busca de la Ballena Blanca: “Todos morirán, menos uno”.

En un mundo cada vez más laico rechazamos las rancias profecías. Estén en el Popol Vuh o en el viejo libro de los judíos o en los  Upanishads o en la Tira de la Peregrinación de los aztecas. Hay predilección de zenonizar todo lo que huela a metafísica. Todo, hasta el amor, tiene una explicación química dentro de la causalidad. La más reciente manera de zenonizar sería que la Ballena Blanca es la metáfora de una naturaleza que se cobra caro lo que los hombres han hecho en su detrimento.

Todos vamos persiguiendo una (Ballena Blanca) idea. Si el ritmo es de baja intensidad la llamamos idea o plan o programa o proyecto  o meta. Si es de alta intensidad la llamamos obsesión. O patología. Aun el no-ser de los antiguos  pensadores griegos  o de los santones de la India tienen su obsesión. Deshacerse de su yo mediante el no-desear.

Como sea,  la Ballena Blanca es perseguida por  el científico que en su laboratorio observa con afán el desarreglo de las células que provocan el cáncer. Veinticinco años o más puede estar observado  a través del ocular de su microscopio.  El agiotista que sueña con su otro millón de euros. El adicto que busca su copa de alcohol o su morfina o su cigarro. El académico que quiere llegara ser rector.El alpinista que sueña escalar la ruta más difícil. El indigente callejero que se aísla totalmente de la sociedad dentro de la sociedad. El futbolista que busca ser el más grande goleador. El luchador social que quiere sus reformas estructurales del Estado. El orador de barrio que quiere llegar a ser presidente de la república. El corredor que busca implantar el record de menor  tiempo-mayor distancia. El empleado que quiere llegara ser el jefe de la oficina. El “pepenador” que busca botes vacíos ente la basura  para venderlos en el almacén de fierros viejos. Todos- decían los viejos pensadores griegos- todos buscamos cómo llenar el día. La mejor manera es buscar una Ballena Blanca.



La Ballena Blanca es la metáfora de la acción que desarrollamos y, persiguiendo ese “proyecto”,para bien o para mal, arrastramos a otros en nuestro afán u otros nos arrastran tras de si.

Es una enorme novela al estilo de Lord Jim, de Stevenson o La Montaña Mágica, de Mann. Su argumento es sencillo: buscar por todos los mares una ballena blanca. Su color dice que no es una ballena cualquiera. La buscan no para vender su carne o aprovechar su aceite. Para matarla porque esa ballena ha matado ya a muchos cazadores de ballenas. Al capitán Ahab le ha comido una pierna. Su idea fija es vengarse de la Ballena Blanca.

Es una locura, dice el capitán Starburck. es el segundo en el mando después de Ahab.  Starbuck es el marinero profesional, lógico y lúcido en todo momento. “¿Dios nos ampare de semejante idea!” exclama. Y otro personaje, llamado El Caníbal, sabe de alguna manera que esa locura los llevará a la muerte. Entra en un estado de ánimo especial para esperar la muerte por inanición antes que la Ballena Blanca acabe con ellos.  Llama al carpintero y le pide que le haga un ataúd. De madera. Starbuck se refiere a él como el sobreviviente de un  anacronismo tribal. Son supersticiones.



No podemos aceptar ser animales de laboratorio experimental que, dentro de una enorme cápsula de cristal, alguien nos pongan palancas para aprender en cuál de ellas podremos obtener  comida y en cuál no. Una disyuntiva que, creemos, podemos decidir en nombre de nuestro libre albedrío. Parece que hasta las ratas de laboratorio piensan eso, que ellas deciden.
Portada del libro de Editorial Bruguera,S:A:Barcelona,España,1986

Y cuando el capitán Ahab finalmente muere víctima de su pasión, y los hombres espantados ven cómo, enredado entre cuerdas de los arpones clavados en el lomo de Moby Dick, el capitán es llevado hacia las profundidades oceánicas atado al lomo de la ballena… Es cuando   el capitán Starbuck debería dar  la orden de regresar al barco. Volver al puerto donde  esperan a los balleneros  sus afligidas familias. Pero en ese momento, Starbuck, el más sensato de los hombres, grita, contagiado de la locura de Ahab: “¡Somos balleneros y debemos matar a Moby Dick!”. Y la tripulación, en ese momento bogando en sus frágiles lanchas, un instante antes estupefacta de terror, siguen a Starburck y también gritan: ¡”Si, somos balleneros, muerte a Moby Dick!”.



Una y otra vez arponean a Moby Dick. Y una y otra vez Moby Dick vuelve y los va destruyendo. Y cuando en la superficie no ha quedado una sola lancha, una y otra vez Moby Dick arremete contra el barco hasta destruirlo y hundirlo.

Sólo uno logra subir a la superficie. Cuando cree que sucumbirá  en medio del océano, ve cerca el ataúd de madera que era para El Caníbal.

Solo él regresa para contar la locura en la que los hombres suelen caer, con más frecuencia de lo que creemos…

JCD El Narrador de Salta

Juan Carlos Dávalos es de esas presencias literarias más allá de los premios bajo los reflectores o de las figuras apropiadas por las sectas culturales internacionales. Su mundo no es de muchos. Está lejos de las ciudades. La soledad de las montañas o la aridez de la llanura mantienen lejos a muchas plumas (o computadoras).

El sol quema, el viento seco mata y la nieve congela. El que es uno con el vivaque de la sierra no gusta de cualquier argumento . No de manera preferencial. Para escribir El viento blanco hay que haber estado dentro del viento blanco.

Dávalos es El Narrador de Salta. De la ciudad hay quien se ocupe. El está hecho para otros vientos. Nallim escribe: “Quien leyó a Juan Carlos Dávalos y conoce Salta observa rápidamente la verdadera comunión entre el autor y el medio” 

 Este es el panorama al que Dávalos canta

"Un panorama ajeno al planeta"

Foto tomada de En Förgangen Värld Un mundo que se va, de Eric von Rosen

Stockholm.1916
Carlos Orlando Nallim escribió un ensayo sobre Dávalos que fue publicado en Revista de Literaturas Modernas, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, en 1973. La Universidad Nacional Autónoma de México editó Cinco Narradores Argentinos (Mansilla, Álvarez, Dávalos, Arlt, Di Benedetto.) en 1978. Juan Carlos Dávalos nació en 1887y murió en 1959.

 El mundo que conoció Dávalos

 Foto tomada de  Un mundo que se va

Es una narrativa fresca, vigorosa, frente a un mundo repleto de literatura neurótica. Un “Viajero de soledades”, como es Dávalos, necesariamente, inevitablemente, hablaría soliloquios que después se le ocurriría pasar al papel. Después de cierto tiempo en la soledad el individuo habla en voz alta con él mismo, con su mismo, con mí mismo.

Pero no habla de sí mismo. Habla con la naturaleza: “Hay en el norte argentino, más precisamente en el noroeste, una provincia que abarca colosales  cumbres andinas alineadas en cordillera, con su presencia sobria, sus altiplanicies desiertas, sus puertos escabrosos, que la separa de Chile. Con sus estepas y salitrales asume características de paisaje ajeno al planeta, con sus montañas interiores que implican quebradas ásperas o valles fertilísimos, se alarga hacia la llanura…”

No es lo mismo escribir entre el barullo que, como decía ese otro sobrio escritor argentino, escribir de la soledad. Lucio V. Mansilla en: Una Excursión a los indios ranqueles, dice: “Por bien templado que tengamos el corazón, es indudable que el silencio, la soledad, el aislamiento y el abandono, hacen crecer el peligro en la medrosa imaginación...Es por eso que el valor a medianoche es el valor por excelencia…Las tinieblas tienen un no sé qué de solemne, que suele helar la sangre en las venas hasta congelarla”.

 Dávalos  tiene el mismo sentimiento frente a los panoramas naturales: “Una y otra vez el paisaje de valle y bosque, de indefinidos rumores que dan encanto o silencios que dan miedo”.

Uno de los ritos de iniciación de los aztecas, para que el joven fuera  considerado mayor, era pasar varias noches solo en los lejanos bosques. Dávalos dice: “Las acciones no se desarrollan en el paisaje, sino que el paisaje se configura  y vive narrativamente”.

 Nallim considera que Dávalos es un escritor que “permanece un tanto olvidado…Ha permanecido arrinconado en algunos manuales de literatura”. Esto es cierto si se considera globalmente el universo de la cultura. Necesariamente tiene que ser así porque la literatura de la ciudad contiene mucho de antropocentrismo, es su leitmotiv. En cambio un “viajero de las soledades” lo que hace es vivir en el casi fantástico universo andino.

Dávalos intuye y percibe, no se queda en el sólo percibir,que es la herramienta yoica  de la literatura de ciudad "contemplo,más que pienso",dice.


Dávalos fue a estudiara Buenos Aires y conoció el mundo de los intelectuales. Desencantado dice: “…mi catecismo se sublevaba contra el aparatoso palabrerio y la manera afectada de simbolistas y decadentes”.


Dávalos describe su amada Salta, su gente, sus costumbres y su arquitectura. No es apartado de la sociedad pero lo que domina es el relato del silencio. En la llanura y el estruendo de la avalancha de nieve precipitándose por los glaciares de las altas montañas: “Caminaron así toda la tarde; caminaron así toda la noche, cruzando llanos, salvando cuestas, bordeando laderas, siempre bajo el mismo cendal de nieve silenciosa, sutil, continua, inacabable. Caminaron hasta el momento en que la cerrazón, cada vez más tupida, se anticipó a la noche del segundo día. La tropa al detenerse fue derritiendo la nieve con el calor de sus cuerpos y quedó como encerrada en un corral fantástico”.
En este relato suyo, conocido como El viento blanco, el que quedó arrinconado fue el antropocentrismo. La naturaleza es la que marca el rumbo.

Uno de sus cuentos, el mencionado Viento blanco, da idea de su modo de ver la vida. “El cuento tuvo su primera edición- escribe Nallim- en 1922. Han pasado cincuenta años y sin embargo no ha perdido frescura”.

Cuando escribimos esta nota ya han pasado 88 años y la  literatura de los grandes premios internacionales hace que Viento blanco alcance más altura...

Su pluma mueve a los personajes en sus hábitos centenarios, pero son figuras de segundo plano junto a la geografía. Dijo en una conferencia: “Yo estoy hecho a las cordilleras donde reinan en toda su majestad salvaje las fuerzas eternas y ciegas del mundo. Estoy acostumbrado a contemplar  más que a pensar. Soy esta cosa sencilla: un buscador de belleza en el paisaje natal y en las almas ingenuas  de mis comprovincianos”.








Hamlet de Shakespeare

Es el trasfondo filosófico que contiene esta obra por la que ha sido representada en el teatro desde el siglo dieciséis, en muchos países, y de la que se han hecho incontables miles de ediciones de libros.

También porque, a través de los siglos, a Hamlet se le ha dado la interpretación según la corriente ideológica, académica o lírica, que domine la década. Política, policíaca, metafísica, zenonizante, guerrera, monárquica, democrática, etc. Para esto y más se presta la obra Hamlet. Es el irresistible deseo de meter mano en el famoso texto. En el siglo veinte se vio favorecida por el psicoanálisis.

                                                          William Shakespeare

Después viene el desarrollo de la tragedia con sus antagonismos palaciegos. Y, el tratamiento, muy shakespeareano, como intervención del destino que, al estilo de Romeo y Julieta, de un vino envenenado que estaba dirigido a unos y por equivocación  lo beben otros.

Hamlet es una obra que viene desde los tiempos de la leyenda europea. Sin dejar de mencionar la afinidad que algunos han hallado entre el Orestes de Esquilo, en la época griega, y el Hamlet que nos ocupa. De lo que se ha investigado el primero que la escribió fue el historiador y eclesiástico danés Saxo Grammaticus. Lo hizo en latín, en el siglo XII. Avanzado el siglo XVI la paternidad de esta obra se le atribuye a Thomas Kyd. En el siglo XVI Shakespeare la conoció, la reescribió y desde entonces se considera que en él “Hamlet” encontró su expresión sublime.


Como veintiún siglos desde la antigüedad griega, comprendida la Edad Media, donde los humanos interactúan con personajes metafísicos como dioses, espíritus, gnomos, fantasmas, así en el Hamlet de Shakespeare son frecuentes estas criaturas.

Es hasta el siglo XIX donde se empieza a dar el proceso de zenonizar esta literatura. El psicoanálisis encuentra figuras como víboras, oídos por donde algo penetra, gotas de veneno, etc. Y es cuando el Hamlet de Shakespeare se llena de imágenes de complejo de Edipo, homosexualismo, parricidio…

Horacio, uno de los personajes de la obra, amigo de Hamlet, hace al final de la tragedia una reflexión que es como un resumen de la obra: “acciones crueles, bárbaras, atroces: sentencias que dictó el acaso, estragos imprevistos, muertes ejecutadas con violencia y aleve astucia, y al fin proyectos malogrados que han hecho perecer a sus autores mismos”.

Hamlet padre muere en el jardín de su palacio mientras duerme la siesta en el transcurso de la tarde. Se cree que una víbora lo ha mordido. En realidad su hermano Claudio ha vertido durante el sueño unas gotas de poderoso veneno. El psicoanálisis en el siglo veinte no pasará por alto este hecho para introducir una situación de homosexualidad.

Los guardias de palacio real de Elsingor, Dinamarca, son los que empiezan a ver el fantasma del soberano Hamlet recién fallecido.

A tan solo un mes que el rey Hamlet ha muerto, su hermano Claudio se casa con Gertrudis, la reina viuda. Ante esta situación Hamlet, hijo, vive la más fuerte desazón de ánimo.

En su soledad reprocha a su madre que apenas hayan transcurrido unas semanas y se encuentra ya entre fuertes festejos con motivo de su nuevo matrimonio. Esto le hace exclamar: “¡Fragilidad, tu tienes nombre de mujer!” Suficiente para que el psicoanálisis encontrara en Hamlet su complejo de Edipo.

Hamlet se reprocha su pasividad por no poner remedio ante la injusticia. Sabe que su padre fue asesinado (el mismo fantasma de Hamlet padre se lo ha dicho) y él nada hace para castigara a los culpables: “¿Nada merece un rey con quien se cometió el más atroz delito para despojarle del cetro y de la vida? ¿Soy cobarde yo?”.


Hamlet da muerte a Polonio, un enviado de Claudio el rey, para que espíe cuanto dice en una entrevista que el príncipe tiene con su madre Gertrudis. Polonio se esconde tras las cortinas y al menor ruido Hamlet saca su espada y lo atraviesa con todo y cortina.

Ofelia, hija de Polonio, al enterarse de la muerte de su padre pierde la razón y acaba suicidándose.

Después de esto Claudio el rey se da cuenta que su vida peligra a manos de Hamlet. Se da prisa de enviar a Hamlet a Inglaterra con cartas para que allá lo asesinen.

Laertes, hijo de Polonio, busca vengar la muerte de su padre. Claudio, el rey, azuza a Laertes, hábil espadachín, para que sostenga un duelo a espada con Hamlet. Está seguro que éste morirá. Para asegurarse de la muerte de Hamlet el rey pone veneno en la espada de Laertes. Y también en la copa de vino destinada para que beba Hamlet. De esta manera, si Hamlet logra lo imposible y da muerte a Laertes, al beber su vino, morirá.

Gertrudis, la reina, se pone tan nerviosa al presenciar el duelo que, sin saberlo, bebe de la copa envenenada destinada para Hamlet. El rey trata de impedir que beba pero ya es tarde. La reina muere.

En el duelo los dos contrincantes se hieren de muerte. Al ver a la reina que muere del vino envenenado, Laertes le descubre a Hamlet toda la conspiración del rey, y suya propia,.Antes de morir declara a Hamlet y a los presentes que el rey es el delincuente que tramó todo esto.

Ya para morir Hamlet, herido por la espada envenenada de Laertes, corre y de una estocada da muerte al rey y, además, le hace beber el vino envenenado.

Entretanto se desarrolla el drama algunos de sus personajes se detienen en consideraciones filosóficas. ¿Qué nos espera después de la muerte, así haya sido un personaje famoso?: “Alejandro murió, Alejandro fue sepultado, Alejandro se redujo a polvo, el polvo es tierra, de la tierra hacemos barro”. Barro que no es suficiente para tapar la rendija por donde el viento se mete a la choza del labriego.

Otra de las lecciones que nos deja la obra Hamlet es el pleito entre dos adversarios que acabarán por destruirse. Y alguien, que ni siquiera metió las manos en el asunto, y quizá ni lo buscaba ni lo esperaba, fue el que ganó al heredar un lugar vacío. Esta es una situación vigente que se desarrolla cerca de nuestras vidas, todos los días, en la oficina,en los partidos políticos, por la rectoría de una universidad, por la dirección del laboratorio de investigación científica, la empresa, la fábrica, las escuelas, los amigos, en la academia, los amores, o en nuestra vida misma… Cerca de donde escribimos esta nota acaban de destruirse totalmente los miembros de una familia por la herencia. La casa quedó sola y un vecino simplemente se metió subrepticiamente, se instaló cómodamente y ahora la propiedad es suya.

Así pasó en la obra Hamlet con Fortimbrás. Al final Fortimbrás, príncipe de Noruega, que poco aparece en la obra, es el que se queda de rey de Dinamarca. Ordena se le hagan honores póstumos a Hamlet, quien era el heredero de la corona pero que, por vengar la muerte de su padre, ahora yace muerto. El rey espurio ha muerto. La madre de Hamlet y esposa de dos reyes, también ha muerto.
Fortimbrás da su primera ordene como nuevo rey: “Quitad, quitad de ahí esos cadáveres. Espectáculo tan sangriento más es propio de un campo de batalla que de este sitio”.

Y ahí acaba todo.




Algunos pensamientos que se encuentran en esta obra:

La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo.


Las malas acciones, aunque toda la tierra las oculte, se descubren al fin a la vista de los hombres.

Amor, como la suerte, es inconstante: que en este mundo al fin nada hay eterno

Si el pobre sube a prosperidad, los que le fueron más enemigos, su amistad procurarán


Tú me prometes no rendir a nuevo yugo tu libertad, esas ideas morirán cuando me veas muerto.

Al rocín que está lleno de mataduras le hará dar coces.

Si el poderoso de lugar sublime se precipita, le abandonan luego cuantos gozaron su favor.

La que se entrega al segundo señor, mató al primero.

Ya puede esperarse que la memoria de un grande hombre le sobreviva quizá medio año.

Dame un hombre que no sea esclavo de sus pasiones.

¿Habrá quien adule al pobre?

Aun en el torrente, la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión.

La locura de los poderosos debe ser examinada con escrupulosa atención.

La acción debe siempre corresponder a la palabra, y esta a la acción, cuidando siempre no atropellar la simplicidad de la naturaleza.

¿A qué fin los miserables como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra?

He oído hablar mucho de vuestros afeites y embelecos. La naturaleza os dio una cara, y vosotras os hacéis otra distinta.

¡Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo!

Como impíos y abandonados disolutos pisan ellos la senda florida de los placeres, sin cuidarse de practicar su propia doctrina.

Tan lleno está siempre de recelos el delincuente, que el temor de ser descubierto hace tal vez que él mismo se descubra.

(En la vísperas de una batalla entre Noruega y Dinamarca): Veo le destrucción inmediata de veinte mil hombres, que por un capricho, por una estéril gloria van al sepulcro como a sus lechos, combatiendo por una causa que la multitud es incapaz de comprender.

Los males desesperados o son incurables, o se alivian con desesperados remedios.

Las razones agudas son ronquidos para los oídos tontos.

Palabras sin afectos nunca llegan a oídos de Dios.


El autor se refiere al poder de la costumbre como métodos terapéutico para enfrentar alguna situación: “La costumbre es capaz de borrar la impresión misma de la naturaleza, reprimir las malas inclinaciones y alejarlas de nosotros con maravilloso poder”.

Una observación lapidaria para los que, de manera inconsciente o no, mediante hábitos patológicos, menoscaban su salud física: “el que no desea su muerte no se acorta la vida”.

Cuanto nos proponemos hacer debería ejecutarse en el instante mismo en el que lo deseamos, porque la voluntad se altera fácilmente, se debilita y se entorpece.








Parte de la biografía de Shakespeare posee, al igual que todos los grandes poetas, un gran poder de síntesis; escribía con todo el idioma y contaba con un léxico matizado y extensísimo. Cuidó la estilización retórica de su verso blanco, con frecuencia algo inserto en la tradición conceptista barroca del Eufuismo, por lo que en la actualidad es bastante difícil de entender y descifrar incluso para los mismos ingleses; rehuyó sin embargo conscientemente las simetrías retóricas, las oposiciones demasiado evidentes de términos.   Su estilo es el asiento sobre el que reposa su fama y prestigio como pulidor e inventor de neologismos comparables a los de otros dramaturgos y poetas de su época de renombrad a trayectoria, como los españoles Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Luis de Góngora






Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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